domingo, agosto 28, 2011

Los pilares de una parroquia

 

 

 

 

 

 

 

Llamados a ser uno

La llamada a la vocación de la unidad es fundamental para entender el misterio de la Iglesia. Los sarmientos de la vid están llamados a dar fruto. La comunidad es una viña y se vuelve infecunda si los sarmientos se desgajan. Hemos de estar unidos a Cristo como los sarmientos a la vid.
La presencia de Jesús es palabra encarnada. En el discurso del adiós, que tan bellamente recoge san Juan en su evangelio, Jesús dice a los suyos que no los dejará huérfanos. Les enviará el paráclito, el Espíritu Santo. «Siempre estaré con vosotros, hasta el fin del mundo». Y les habla de su unidad con el Padre: «El Padre y yo somos uno».
Estas palabras están dichas en un contexto especial. La muerte de Jesús es inminente y nos deja su testamento, el mandamiento del amor: «Amaos unos a otros como yo os he amado».
Esta petición es plural. Lo está diciendo a ese pequeño grupo que es la incipiente Iglesia. La culminación del proyecto de la Iglesia pasa por estar unidos, en comunión. Comer juntos —celebrar juntos— es algo más que reunirse para cenar. La cena evoca encuentro, amistad, libertad, amor. El banquete implica compartir, fiesta, generosidad y una toma de conciencia unitaria.

Llamados a evangelizar

Los cristianos celebramos la presencia viva de Cristo en la eucaristía, compartiendo nuestra fe y nuestra misión evangelizadora. Jesús resucitado encomienda a sus apóstoles: «Id y anunciad el Reino a todo el mundo». La comunidad recibe este gran anuncio y aquí radica su identidad. Si no lo hacemos, algo importante estamos perdiendo.
Una parroquia que no da frutos porque se ha quedado únicamente en la liturgia y no fomenta el apostolado es endogámica, sólo se contempla a sí misma.

Tres pilares

Toda parroquia ha de tener estos tres pilares:
—oración, que es crecimiento espiritual personal;
—celebración, con Cristo en el centro de la comunidad;
—apostolado y formación, es decir, testimonio y anuncio del mensaje de Jesús.
Estos tres pilares están sustentados en la caridad. Sin caridad, no serán fecundos.
Tampoco será posible una evangelización eficaz sin un grupo de feligreses laicos, comprometidos y en comunión con el rector, dispuestos a servir y a trabajar por la parroquia, sintiendo suyo cada apostolado, no sólo su área específica, sino todas. Es importante evitar las capillitas y los grupos de poder, que tanto daño pueden hacer y tanto pueden minar la fuerza evangelizadora de una comunidad.
En la experiencia viva y real del mensaje del amor la comunidad camina con Cristo al encuentro del Padre, convirtiéndose en un hermoso lugar teológico, donde Dios reina.
La parroquia está llamada a hacer de su espacio y de sus actividades un lugar y un tiempo para Dios. Sólo así será creíble y dará fruto.

sábado, agosto 20, 2011

El sacerdocio, vocación del amor

Sesenta años de servicio a la Iglesia

Este año, la Iglesia ha tenido el gozo de celebrar el 60 aniversario de la ordenación sacerdotal del Papa. La comunidad católica ha vivido con especial interés el aniversario del don de su sacerdocio. Benedicto XVI es una figura gigante que no deja indiferente a nadie, ni a ateos, ni a creyentes. El mundo de la cultura y de la política tiene los ojos fijos en él. Su capacidad de síntesis teológica, su extraordinaria clarividencia pedagógica y su discurso doctrinal ayudan a entender con claridad su labor pastoral. La trayectoria de su papado está consolidando los fundamentos de la Iglesia. Está ejerciendo su ministerio como buen Pedro.

Justamente estos días hemos tenido la alegría de recibir su visita en España, con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud. La respuesta de tantos miles de jóvenes de todo el mundo nos muestra a Benedicto XVI como un líder único. Nadie en el mundo es capaz de movilizar a tantas personas, con ese entusiasmo y fervor. Como él lo expresa en su libro Luz del mundo, sabe muy bien que quien convoca, a través de su persona, en realidad es Cristo. Y como mensajero de Cristo se siente y habla a las multitudes. No desaprovechemos la ocasión de seguir sus discursos y sus mensajes en estos días.
Benedicto XVI es un revulsivo para el mundo intelectual, así como para los diferentes líderes religiosos, pues tiene la capacidad de plantear los temas cruciales que afectan al hombre de hoy con un análisis riguroso, profundo y a la vez asequible. Su autoridad moral a nivel mundial está sobradamente demostrada. Su finura pedagógica lo convierte en un interlocutor con una actitud de apertura y acogida.

Amigos de Cristo

El humilde servidor de la viña de la Iglesia tiene muy claro que el fundamento del ejercicio del Papado está en el amor profundo a su sacerdocio, entendido como una vida dedicada al servicio de los demás. Y este no se entiende sin un pacto íntimo de fidelidad y de amistad con Jesús. Los que recibimos el don sagrado del orden sacerdotal, desde el primer momento de la llamada hasta la recepción del sacramento, hemos sellado para siempre una alianza de amistad con Cristo, orientada a la culminación de un plan de Dios en nuestras vidas. Esto pasa por ser conscientes de que Dios nos entrega un pueblo al que hemos de ayudar a descubrir las razones últimas de su existencia, para llevarle a la plena felicidad. El ministerio del sacerdocio radica en acercar a las gentes a Dios, provocando un cambio radical en sus vidas de manera que sepan priorizar lo esencial. El sacerdote acompaña a los fieles en ese camino para que se dé en ellos un auténtico encuentro con Jesús. Esta es la razón de ser del sacerdote: propiciar la conversión e iniciar la aventura de amor de Dios con su criatura. Por eso es necesario que viva intensamente su relación con Dios y que sea un hombre de oración y silencio, para poder captar los planes de Dios en su vida y vivir con intensidad la eucaristía, expresión de la misma donación de Cristo a su Iglesia. El sacerdote se ha de convertir en otro Cristo que viva anclado en la eucaristía para repetir el gesto de entrega de Dios en la santa cena.

Testimonios creíbles

Otro aspecto fundamental es que, además de tener un carisma locuaz para la predicación, el sacerdote ha de ser un testimonio creíble y entusiasta que despierte nuevas vocaciones cristianas en los diferentes ámbitos de la vida civil, política, empresarial, cultural, económica, médica, etc. No habrá familias cristianas si no se realiza un trabajo evangelizador transversal que afecte a toda la sociedad.
El sacerdote se convierte en pastor doctorado en humanidad que sabe distinguir los momentos clave de la historia. Si desea ejercer el ministerio de la caridad con eficacia, ha de saber moverse en un mundo confuso y oscuro para poder arrojar luz al corazón de tantas personas que buscan a Dios.

Superar la tentación del poder

Además de tener dotes humanas para una mayor comprensión antropológica, necesita humildad para ser servicial y no caer en la sutil tentación del poder. Porque, ¡es tan fácil resbalar por ese tobogán cuando se ejerce una autoridad! Convertirse en referente para mucha gente puede conllevar esta tentación. Jesús renuncia a todos los subterfugios y formas del poder. En la multiplicación de los panes y los peces, huye porque la multitud lo quiere hacer rey. Nos enseña a escapar de esta trampa. Por eso es bueno recordar la humildad del santo cura de Ars, o la de santa Teresita del Niño Jesús, que decía que no era más que un lapicerito en manos de Dios.
La humildad es la que blindará al sacerdote de esas tentaciones y le permitirá elevarse para surcar el auténtico camino de su ministerio: el que lleva a la cruz y a la resurrección. Estas son las dos caras de una misma moneda. El sacerdote despojado de todo poder vive su vocación como un regalo inmerecido y, a la vez, con la alegría de saber que tiene que vivir como un Cristo resucitado. Aunque sienta sus propias limitaciones, humanas y espirituales, está llamado a vivir, aquí y ahora, trascendido y resucitado.  Es decir, ha de convertirse en otro Cristo Pascual que vive instalado en el corazón eterno de Dios.

domingo, agosto 07, 2011

Un año después

Un pasado de aprendizaje y amistad

Durante 17 años, he servido con entusiasmo a la comunidad de la parroquia de San Pablo de Badalona, en el barrio del Raval. Siento que allí es donde he dado lo mejor de mi juventud sacerdotal, viviendo el ministerio con la plena conciencia de que era una responsabilidad altísima. Como padre de la comunidad, tenía clara la misión de ayudar a mis feligreses a descubrir la centralidad de Jesús en nuestras vidas y que sólo Dios es el fundamento de nuestra existencia. Así, me dediqué a aconsejar, acompañar, ayudar y servir a mis feligreses en su proceso de maduración religiosa, que encuentra su culminación en la celebración y la participación de la eucaristía.

Viví estos años con firmeza y tenacidad, desplegando mi labor pastoral con ilusión y creatividad, con mi querida comunidad de San Pablo. Ella me ha aportado una gran riqueza espiritual, además de lo que he aprendido. Muchos de los antiguos feligreses han terminado convirtiéndose en grandes amigos. Más allá de la demarcación territorial, e incluso desde la distancia, aún noto el calor sincero de sus corazones, sabiendo y aceptando que mi nuevo cometido me lleva a comprometerme con otra comunidad.

La misión del sacerdote

Ante esta nueva parroquia, San Félix Africano, siento alegría, porque toda nueva experiencia pastoral me ayudará a crecer como persona y como sacerdote. Tengo claro que mi labor es de servicio a la Iglesia y, como todo sacerdote, estoy abierto a que me envíen a un nuevo destino, si así lo considera oportuno el cardenal. Estoy seguro de que esta nueva singladura me hará ampliar el horizonte y me llevará a cambios personales y sacerdotales que acrecentarán mi amor por Cristo.

Cuando aprendes a amar con intensidad a cada persona de tu comunidad, esa experiencia vital va dejando poco a poco una huella profunda en tu corazón. Descubres que tu vida sacerdotal no tiene sentido sin la comunidad, que ella es parte del rebaño de Cristo que desea caminar tras él. La misión del sacerdote es propiciar el encuentro de su rebaño con el Buen Pastor y convertirlo en fiel seguidor del evangelio, comprometido con el anuncio de la Buena Nueva.

El sentido de pertenencia a la comunidad y su misión evangelizadora son fundamentales para comprender la proyección universal de la Iglesia. Sólo así una parroquia será madura y crecerá: cuando sus feligreses sepan que son parte de un proyecto de Dios y se comprometan con él.

Una parroquia con personalidad propia, San Félix

He pasado a ser rector de una nueva parroquia, San Félix, en el barrio de la Ciudadela y en el arciprestazgo del Poblenou. Al frente de esta comunidad, voy asimilando los cambios que me toca vivir, adaptándome a la nueva realidad pastoral, planteándome nuevos retos y ensanchando mi visión hacia el entorno que me rodea.

La parroquia se halla en la frontera entre dos barrios con perfiles socioeconómicos muy diferentes, y entre dos arciprestazgos que marcan una línea divisoria artificial.

La distribución administrativa hace que la parroquia sea un poco tierra de todos y tierra de nadie: es la proximidad la que atrae a los feligreses que acuden. En las celebraciones litúrgicas dominicales, asombra ver la gran afluencia de feligreses vienen a misa desde una zona mucho más extensa que la mera demarcación oficial.

 Pero, más allá de estas divisiones, lo importante es que cada persona que se acerque a la iglesia se sienta acogida y note el calor de una comunidad. La pastoral de la parroquia tiene el fin de cumplir con su tarea evangelizadora hacia todos.

En esta nueva etapa, le pedí a Dios arrojo, creatividad, entusiasmo, humildad y prudencia, ya que se trata de una parroquia con una trayectoria muy consolidada y con un pasado fuertemente arraigado en las personas que forman la comunidad. Posee una imagen proyectada hacia fuera muy marcada por los sacerdotes anteriores, especialmente Mosén Mariné y, después de él, Mosén Juan Torrents y Mosén Juan Barrio. Un pasado rico, con sacerdotes muy carismáticos que, con sus aciertos y errores, dieron muestras de un gran amor a su vocación y mostraron una entrega generosa a su comunidad. Lo mejor de todos ellos, sin duda, ha sido su sentido de servicio a los demás y su abnegación.

Hubo otros presbíteros que estuvieron en el origen de la parroquia, que cuenta con casi setenta años de historia. Desde su creación en el año 1945, han pasado por ella diversos párrocos, con un fuerte sentido de su responsabilidad pastoral, volcados a la comunidad y al entorno vecinal. Son setenta años de historia de amor de Dios hacia este barrio.

Recibo esta herencia y espero haber tomado bien el relevo en la dirección de una parroquia que siempre ha causado un gran impacto social y religioso a su alrededor. Espero seguir en esta línea y continuar la espléndida labor de mis predecesores. Mi voluntad es despertar en los feligreses asiduos una implicación mayor y ferviente, un sentido de corresponsabilidad con el rector, al servicio de la parroquia y del barrio. Mi deseo más profundo es hacer que la comunidad llegue a ser una auténtica familia cristiana, dinámica, viva y comprometida.

Nuevas metas pastorales

Ha pasado el tiempo suficiente para objetivar con lucidez hacia dónde tengo que conducir la nueva barca parroquial. He pasado largos ratos de silencio para discernir el nuevo mapa de ruta a seguir, teniendo en cuenta los condicionantes humanos y la realidad sociológica del entorno. La clave de este proyecto es recrear una nueva realidad pastoral que tenga como objetivo principal la identidad cristiana, así como hacer crecer el sentido de pertenencia e ir creando vínculos cada vez más estrechos entre los miembros de la comunidad. Y, sobre todo, despertar una mayor conciencia hacia el compromiso evangelizador, de manera que la celebración de la eucaristía sea el espacio sacramental que lance a cada uno a ser transmisor de la experiencia de comunión plena con Cristo, centro de nuestra vida. Sólo así la parroquia se convertirá en una embajada del Reino de Dios.

Estética y evangelización

Mi deseo es convertirla en un espacio acogedor, y esto pasa por cuidar y equipar los diferentes ámbitos y salas, para que la gente esté a gusto y pueda celebrar su fe y realizar las actividades pastorales en un entorno digno y agradable. De aquí que en esta etapa inicial haya querido embellecer y hacer más funcionales algunos espacios de encuentro y celebración. La estética contribuye a evangelizar con más eficacia. Así, cuidar del presbiterio, adecentarlo y embellecerlo ha sido mi primera preocupación, y con ella el deseo de lograr una decoración más elegante, sobria y armónica, tanto en los arreglos florales como en los ornamentos.

Otras intervenciones de más envergadura, necesarias para el mantenimiento del edificio parroquial, han sido la reparación de las goteras y equipar las salas con los medios necesarios para aumentar la calidad de los servicios y actividades pastorales. Lograr un entorno agradable y cálido tiene más trascendencia de lo que parece. Estas primeras actuaciones forman parte de un proyecto más amplio cuya finalidad es crear un hogar religioso donde se fortalezca la experiencia cristiana de comunidad.

Pido a Dios la sencillez y la firmeza del santo cura de Ars, patrón de los párrocos, para que me ilumine y me asista en esta nueva empresa pastoral y para que sepa vivir mi sacerdocio con la misma pasión con que él lo vivió.

Joaquín Iglesias
4 agosto 2011