domingo, enero 06, 2013

Carta a los Reyes Magos


Queridos Reyes Magos: 

Habéis recibido cartas de millones de niños que, con ilusión, esperan vuestros regalos. Muchos de estos se preguntarán cuánto trabajo tendréis en reunir regalos para tantos niños. Los papás les explicarán vuestra enorme generosidad hacia todos los niños del mundo. Otros se preguntarán de dónde los traéis, y por qué medios. Y habrá quienes no se harán preguntas, porque les basta saber que sois muy buenos y deseáis su felicidad. Con los años, la inocencia de los pequeños se va perdiendo y la magia de los magos de oriente se convierte para muchos en desilusión o en un consumismo crudo, desprovisto de belleza. 

Pero la historia de los Reyes Magos va más allá de un género literario. Los magos eran personas cultas, letradas e investigadoras de los misterios del cielo, lo que hoy llamaríamos astrónomos, que recorrieron un largo camino buscando la razón profunda de la existencia. Y descubrieron que, una vez se ponían en camino, se les ha aparecía una estrella que los llevaba al núcleo de la verdad que buscaban. Los magos de oriente se encontraron con Jesús. Aquel niño era el fin de la búsqueda para aquellos astrónomos, que supieron reconocer con humildad que la luz que brillaba en lo alto era una guía hacia el gran misterio, el misterio que ningún científico es capaz de descifrar. Lo único que podían hacer ante el niño era abrir su corazón. 

Aquel bebé en la gruta de Belén, en un pesebre, era la respuesta a toda su búsqueda sobre las claves del universo. Aquel niño se convirtió, no en una estrella que guía, sino en un sol irradiando calor y vida sobre los magos que, habiendo atravesado la oscuridad de un frío invierno, llegaron ante la luz. 

Cayeron de rodillas. El amor era la gran respuesta, la única verdad que da sentido pleno a la vida. En la humildad de un establo, entre la dulzura de una madre y la discreción de un padre, el calor de dos animales y la alegría de unos pastores, aquel niño era la respuesta. Cuando nos acercamos al misterio de Dios, no con el intelecto, sino con el corazón y con sencillez, descubriremos otro corazón grande que no para de latir, porque desea amarnos para siempre. Es el corazón de Jesús, el mismo corazón de Dios. 

En este día de la Epifanía, la fiesta de los reyes magos, quiero pediros toneladas de amor, de esperanza y de fe, de entusiasmo, de alegría, de tenacidad, para luchar cada día. Os pido ternura para poder aliviar al que sufre, al enfermo y al que está solo. Os pido humildad, paciencia y paz para seguir buscando a Dios y saber reconocerlo. Más silencio para que pueda escucharlo mejor. Más docilidad para hacer su voluntad, más perseverancia ante las dificultades, más templanza, serenidad y, sobre todo, que no me falte una brújula que me lleve, como a vosotros, a contemplar el gran misterio de un Dios Amor. Aquí es donde empieza la historia de la humanidad contigo. Y la de todos los cristianos. Este bebé que adoramos en la cuna inicia una gran aventura que nos lleva a vivir en plenitud. Es Jesús, el abrazo de Dios a todos los hombres. 

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