domingo, febrero 18, 2024

La conversión, un camino


Hemos iniciado el tiempo de Cuaresma con la imposición de las cenizas como signo penitencial. La Iglesia marca un tiempo para ahondar en el proceso de reencuentro con Dios: un itinerario necesario para reflexionar en todo aquello que nos separa de él. Un recorrido que todo hombre debe iniciar para recomponer su relación con Dios y con los demás; sendero para mantener la brújula de nuestra vida orientada hacia Él, como fuente de nuestra existencia.

Oración ante el Santísimo


Pero será preciso reconocer cuán lejos estamos todavía de ti, Señor. Seamos conscientes de que hemos de emprender un camino de retorno.

La humildad es el primer escalón para superar el orgullo de creer que ya estamos convertidos y ser conscientes de nuestros límites y pecados. Sólo desde el abandono en manos de Dios, reconociendo que necesitamos restaurarnos, daremos el primer paso para iniciar el regreso hasta el abrazo pleno contigo.

Tú, desde el silencio primigenio, sabes esperar con infinita paciencia porque no quieres que nadie se pierda. Con tu pedagogía amorosa, nos alientas a seguir en el proceso de búsqueda de aquello que da sentido pleno a nuestra vida, que no es otro que entrar en una profunda comunión contigo, abriendo nuestra inteligencia para meditar en los misterios de tu corazón.

Tú eres el incansable que no desespera porque tu Ser divino no concibe la vida si no es desde el amor. Tu bondad y misericordia hacia tus criaturas es lo que fundamenta tu amor hacia los hombres.

Nos has dado la libertad para que respondamos con gratitud y alcancemos nuestra propia felicidad. Es nuestra obstinación la que nos aparta de esta hermosa intimidad contigo, pero tú nunca te rindes en esta conquista de nuestro corazón. 

En esta Cuaresma, queremos ser más conscientes del misterio de tu presencia, convertido en pan para nuestro alimento espiritual en este combate en el mundo. Tu vida es una historia de amor hacia la humanidad, que expresa su momento álgido en la cruz, en tu agonía como prueba de una vida entregada por amor. Han pasado más de dos mil años de tu eterna presencia a través de la eucaristía. Nunca quisiste romper los vínculos con tus amigos y permaneces en el sagrario, siempre esperando. Aunque caigamos mil veces, tu paciente silencio y tu discreta acogida nos esperan.

Quieres que encontremos un momento para venir a verte, pues deseas sentirnos cerca de ti y escucharnos con ternura. A ti también te gusta estar con nosotros, porque con tu cruz y resurrección renacemos de nuevo. Esta es tu locura amorosa: levantarnos mil veces de nuestras caídas.

Venimos hoy a pedirte que nos des fuerza para seguir adelante y que nunca dejemos de mirar hacia el cielo. Danos el coraje y la valentía para seguir en la brecha y que nunca nos separemos de ti.

Que esta Cuaresma que acabamos de iniciar nos prepare para el encuentro crucial que da sentido pleno a nuestra vida: la Pascua, el encuentro con Jesús resucitado.