domingo, julio 08, 2018

25 años de fidelidad


El P. Juan Barrio, hace 25 años y en la actualidad.

Hoy he tenido la alegría de concelebrar en la fiesta de aniversario sacerdotal del padre Juan Barrio, con motivo de sus bodas de plata. Él fue mi predecesor en la parroquia de San Félix Africano, ocho años atrás. Desde entonces hemos mantenido una gran amistad. En un momento clave en que yo sufría un problema ocular, estuvo siempre ahí, acompañándome y sustituyéndome en las celebraciones. Doy gracias a Dios de tener por amigo a este sacerdote fiel, atento y servicial.

Hace unos días vino a comunicarme, personalmente y con enorme ilusión, la invitación a su aniversario. Y hoy he podido participar en la celebración de sus bodas de plata sacerdotales, acompañado por el vicario general Joan Galtés, el vicario episcopal Jesús Sanz y concelebrada con seis sacerdotes. La celebración ha tenido lugar en el santuario de San José de la Montaña, al cuidado de las religiosas Madres de Desamparados. Ha sido una liturgia sencilla, pero muy festiva y participativa, con un gran número de feligreses tanto de esa comunidad como de otras parroquias donde el padre Juan ha ejercido su trabajo pastoral. La música era hermosa y fluía en el entorno cálido del santuario modernista, a los pies de la imagen de San José, patrón de los sacerdotes.

Juan estaba sereno, lúcido y con una emoción contenida. Se le veía la paz reflejada en el rostro, y también la alegría. El vicario general, en un tono claro y pedagógico, ha predicado comentando el evangelio de Jesús como buen pastor, que es la esencia del sacerdote: el pastor que cuida de sus ovejas y es fiel a su misión, arriesgándolo todo. Ha terminado su homilía con una triple consideración, dirigida al padre Juan: una alusión al pasado, a su fidelidad durante la vocación y en el paso por tantas parroquias y comunidades, motivo de acción de gracias; una al presente, con su entrega servicial, y una al futuro, como realidad llena de esperanza.

En el altar, Juan ha culminado la celebración con profunda unción. Era hermoso ver a este hombre entregado, alegre por servir a su comunidad.

En su intervención final, el padre Juan ha tenido palabras de gratitud para todas las personas que lo han acompañado en su sacerdocio desde los inicios. Él es de Soria y su formación sacerdotal, así como su ordenación, fue en la diócesis de Orihuela, Alicante. Ha recordado con sencillez y emoción el día de su ordenación, hace 25 años, como un momento en el que todo le parecía un sueño. Ha tenido palabras cálidas para sus formadores del seminario y el obispo que le ordenó, para sus padres y familiares, para las comunidades por las que ha pasado y los diferentes grupos con los que se relaciona, incluyendo los visitadores de enfermos y los pacientes del Hospital del Mar, a quienes atiende espiritualmente. Ha agradecido a los presentes su compañía, y ha tenido un especial recuerdo por los que «están en la casa del Padre», deseando que de algún modo también participaran de este encuentro.

La Iglesia, una familia muy diversa


En el marco de esta celebración he podido darme cuenta de que hay una realidad en la Iglesia que está basada en los vínculos de amistad y en la riqueza del origen del celebrante. Se percibía frescura, alegría, gratitud y hermandad. Era un encuentro de nueve sacerdotes unidos por la amistad, sencillamente, sin hipotecas territoriales ni ideológicas.

En la diócesis hay este riesgo: que las diferentes sensibilidades, ya sean de tipo cultural, político o ideológico, nos distancien. Existe el riesgo, también, de secuestrar la idea de Iglesia y reducirla a una estructura funcional, y no una realidad viva y humana. Quien no encaje en este modelo de Iglesia puede quedar desplazado.

La Iglesia tiene que inculturarse, pero no blindarse en estructuras de pensamiento endogámico. Evangelizar no significa dejarse atrapar por las culturas mundanas, como dice el papa Francisco, sino trascender los modelos culturales para llegar a ser universal. Aunque nos encarnemos en una diócesis con sus peculiaridades, los sacerdotes al servicio de la Iglesia universal han de ir más allá de la idea de un país, una lengua y una cultura. Cada persona es patria y tierra donde evangelizar.

Sólo así evitaremos caer en la ideologización de la pastoral. La lengua y la identidad son un medio y no una barrera que pueda fragmentar la labor evangelizadora. Hoy, en esta misa, he visto que la realidad de la Iglesia rebasa las fronteras. He visto alegría, sencillez, amistad, fiesta. Nueve curas, todos muy diferentes, acompañando al celebrante, formaban una bella imagen de esta Iglesia diversa, esta Iglesia-familia que Dios quiere.

Tenacidad y sencillez


Mientras hablaba, pensaba que la generosidad del padre Juan lo ha llevado a una entrega intensa: entre el mar, en el hospital, y la montaña, en el santuario, ocupándose de los enfermos y de la comunidad de religiosas, así como de los feligreses devotos de San José que lo frecuentan. Además del culto litúrgico y la atención pastoral exquisita, Juan atiende a su familia.

Le pido a Dios que siga así, con esa tenacidad apostólica y esa sencillez que siempre ha mantenido. Que siga vivo su amor por Cristo y el sacerdocio y, cómo no, que Dios le ayude a mantener esa lozanía espiritual que es su gran arma evangelizadora. Espero, algún día, acompañarle en sus bodas de oro, en su plenitud sacerdotal.

Barcelona, 7 de julio de 2018

A continuación, reproduzco las palabras que el P. Juan dirigió a todos los asistentes

¡Gracias a tantos!


Quiero comenzar agradeciendo de todo corazón vuestra presencia en esta misa de acción de gracias por mis 25 años de sacerdote. Agradezco a los dos vicarios episcopales, mosén Jesús Sanz y mosén Joan Galtés; a mis hermanos sacerdotes, a Inocente, primo hermano de mi padre, sacerdote de Getafe…; a mi familia, hermano y sobrinos; a las Madres de los Desamparados de San José de la Montaña, a la Asociación de San José y a la multitud de amigos que frecuentáis este santuario; a los feligreses de la parroquia de San Félix, en la que estuve once años; a los feligreses de la Medalla Miraculosa, donde he estado dos veces, una como vicario recién llegado de Alicante y otra como adscrito dos años; a los feligress de las parroquias de San Paulino y de Santa Juliana y Semproniana, parroquias del barrio donde me crié y actualmente resido; a mis amigos del Hospital, visitadoras de enfermos, trabajadores y enfermos que habéis venido hoy con mucha alegría para mí. Y gracias a todos los demás amigos que, de un modo u otro, nos hemos conocido y querido.

Los que están desde el cielo


También quiero guardar un recuerdo y un agradecimiento especial a los que hace 25 años estuvieron en mi ordenación y ahora están en la casa del Padre, entre ellos mi madre (mi padre ya no estuvo en mi ordenación, había fallecido un año antes), una de mis tías, los dos rectores del seminario de Orihuela y Alicante, algunos profesores del seminario, mi párroco Emilio Pons y tantos amigos que me ayudaron y me quisieron mucho, que Dios os pague todo lo que hicisteis por mí y confío que desde el cielo estéis viendo esta celebración.

Un día inolvidable


Siento una profunda alegría en este día tan grande para mí. Hace 25 años recibí de las manos del obispo Francisco Alvarez Martínez, entonces obispo de Orihuela, Alicante, el sacramento del orden sacerdotal. A este obispo al poco tiempo le trasladaron y lo nombraron arzobispo de Toledo y hoy, con 93 años, está muy limitado por su enfermedad de Alzhéimer.

El día de mi ordenación fue un día inolvidable, no me lo podía creer, parecía que estaba soñando. Fue un gran regalo del Señor, sin méritos propios. El Señor me eligió a mí para hacerle presente allí donde él quisiera, para que, pese a mis pecados y limitaciones, fuese su instrumento de salvación y de amor. Después de 25 años la verdad es que soy muy feliz siendo sacerdote. Es cierto que hay momentos de cansancio, de sufrimiento, de muchas dificultades, pero la verdad es que Jesús nunca me ha fallado. Él me ha abierto siempre caminos nuevos. Él, como buen pastor, siempre me ha protegido y librado de grandes peligros y me ha dado fuerza y alegría para seguir adelante. Por eso hoy, después de 25 años de sacerdote, quiero darle gracias por este gran regalo que me hizo y os invito a vosotros a que deis gracias conmigo y, sobre todo, que pidáis al Señor que nunca me separe de él y que pueda serle fiel toda mi vida.

Gracias a todos por acompañarme en este día tan grande para mí.

P. Juan Barrio Puente
7 de julio de 2018
Barcelona, santuario de San José de la Montaña


La misa fue concelebrada con nueve sacerdotes. Además del celebrante, P. Juan Barrio, estuvieron: Mn. Joan Galtés, Mn. Jesús Sanz, P. Gabriel (dominico), P. Inocente (primo del P. Juan), Pedro Muñoz (asistente en algunas misas en el santuario de San José), Rafael (amigo del seminario), Juan (amigo sacerdote) y Joaquín Iglesias, actual párroco de San Félix Africano.