domingo, diciembre 18, 2022

Del pesebre al sagrario



En este tiempo previo a la Navidad queremos ahondar en el misterio de una realidad sublime; en el origen de Tu presencia frágil, callada, humilde.

Tu grandeza se expresa en lo pequeño, en lo vulnerable: un Dios que se hace carne humana. Un Dios que, haciéndose hombre, se somete a las leyes de la naturaleza. Aquel bebé nace en Belén, en un entorno de pobreza, sufriendo las inclemencias del tiempo y la soledad de la noche. El Dios omnipotente se hace uno de nosotros.

Aquí reside la grandeza de Dios, que por amor se hace hombre, y para que podamos amarlo se hace indigente. Pobre y desamparado, nos pide la limosna de nuestra ternura. De Belén al cielo, y del cielo vuelve de nuevo a hacerse materia en la Hostia sagrada para conectar con los anhelos más profundos de nuestra alma, que busca dar sentido a la existencia.

Hoy, aquí, en esta noche oscura de invierno, nuestro corazón brilla porque de nuevo nos invitas a estar contigo una hora, paladeando las delicias de un misterio que se nos revela en la presencia del sagrario.

La liturgia celebra este tiempo de Adviento para prepararnos, recordar y actualizar las promesas de los antiguos a la espera del Mesías.

Jesús, sabemos que llegaste porque el hombre necesitaba ver esas promesas cumplidas. Sin tu luz, nos deslizaríamos hacia la oscuridad. Qué bueno que llegaste, no entre rayos y truenos, ni en un palacio real. Llegaste a Belén, y después a Nazaret, una pequeña aldea. Llegaste al pesebre del corazón humano para abrirnos al misterio que Dios nos desvelaba en Ti.

«El pueblo que caminaba en tinieblas ha visto una gran luz». Hoy, aquí, experimentamos tu retorno del cielo a la tierra, convertida en otro cielo cuando te contemplamos en este templo sencillo, con ansias de revivir nuestra vocación de cristianos y seguidores tuyos.

Aquella noche, hace dos mil años, todo el universo contuvo el aliento ante tal acontecimiento. El Dios de las alturas se desplegaba, manifestando su gloria al mundo desde una pequeña cueva. Aquí está el misterio insondable de un Dios que ha salido de su omnipotencia para que el hombre descubra la naturaleza de su alma. Él se achica y el hombre aprende a abrirse, a crecer, a responder a su vocación personal. Primero, reconocer y admirar tanto don. Y segundo, anunciar esta alegría inagotable.

Dios ya está aquí. Se acabó el deambular y transitar por los caminos que llevan a la decadencia. Ahora ya, con su venida, todo se despeja delante de nosotros. Empieza la gran aventura: responder a esta gesta divina con nuestra entrega y valor.

En esta noche, Jesús, queremos pedirte que nos ayudes a ser pregoneros de tu visita a la humanidad, con el entusiasmo de aquellos pastores sencillos que cuidaban su rebaño al raso. El impacto de esta noticia fue tal que, pese al frío, fueron corriendo a adorar al niño, hijo de María.

Hoy queremos correr para adorarte y reconocer que sólo tú puedes darnos una inmensa alegría. Sí, a pesar de las enormes inclemencias que padece muchas veces nuestra alma, hoy estás aquí, entre nosotros. Recordamos que un día naciste y que permaneces para siempre en esta bella Hostia sagrada contenida en la custodia.

¡Gracias por estar con nosotros!