domingo, diciembre 31, 2023

Mensaje de Año Nuevo


Apreciados feligreses,

Os deseo de todo corazón un feliz año nuevo. Y también deseo que este año que acabamos de terminar haya sido para todos vosotros de crecimiento humano y espiritual. Que todo lo que ha ocurrido, malo o bueno, os sirva para añadir madurez a vuestra vida y os ayude a ser mejores personas y mejores cristianos. Toda experiencia, si se digiere con paz y lucidez, añade valor a la vida.

Y en este año que se nos abre, con todo lo vivido el año pasado, que cada uno de vosotros sea una persona tenaz con una vocación de servicio y amor a los demás. Sólo así todo aquello que hagamos tendrá sentido.

Todos estamos llamados a una gran misión. Descubrir la belleza de nuestro corazón hará posible que cada día sea una auténtica hazaña. Así viviremos con intensidad, abriéndonos a nuevos horizontes llenos de luz y de vida, con el deseo apasionado de hacer siempre el bien a los demás.

Y si algún día el sol no aparece en el horizonte, dejad que salga en vuestro corazón la luz intensa que tenéis en lo más profundo de vuestro ser. No dejéis que se apague nunca, aunque viváis experiencias dolorosas. Mirad dentro de vosotros mismos y descubriréis un hermoso vergel donde podréis reposar, en silencio, para seguir luchando en el combate diario. Desde el silencio contemplativo podréis reconectar con Dios y seguir avanzando hacia las metas del día a día.

Un fraternal abrazo,

P. Joaquín Iglesias

lunes, diciembre 25, 2023

Creciendo en comunidad

 

El pasado 21 de diciembre, en la parroquia de San Félix, celebramos la Navidad en familia. Este es el segundo año y ha sido una auténtica fiesta. Celebramos que el niño Jesús viene a nuestra vida, este es el motivo del encuentro. La respuesta a la invitación ha sido extraordinaria y ha superado las previsiones. Me ha causado una gran alegría ver a casi cien personas asistiendo a la convocatoria, signo de su mayor sentido de pertenencia a la comunidad. Mientras se desarrollaba el acto sentía una intensa vibración entre los participantes, que llenaba el ambiente de un bello tono festivo. Durante la celebración cada grupo pastoral de la parroquia ofreció alguna actuación: desde canciones, una poesía, un villancico o un baile. Así se desplegó un programa precioso que enriqueció el evento de color y de música.

La alegría era desbordante. Vivimos al unísono el misterio de un Dios que se encarna, abriéndose a la humanidad a través de un niño a punto de nacer. Sentí que realmente allí había una comunidad que crece con mayor consciencia de ser familia con una misión en el barrio.

La parroquia es un espacio sagrado donde vivimos nuestra identidad cristiana. Hemos de arrojar luz y esperanza, como signo de nuestro compromiso con un mundo que parece ir a la deriva o hacia el abismo. Este ha de ser nuestro testimonio firme, en la tarea de mejorar la vida de los demás. Os agradezco que, como comunidad, me acompañéis en esta urgente misión y seáis copartícipes de esta labor evangelizadora.

El jueves 21 sentí un fuego vibrante que ardía. La comunidad se convirtió en una gran familia donde, siendo todos tan diferentes por origen, cultura y edad, hay algo muy grande que nos une: es Jesús, fuente y sentido de nuestra vida.  

Sólo así, trabajando y ahondando en la fraternidad y en nuestra tarea común como pequeño pueblo de Dios, aquí en nuestra demarcación parroquial, estaremos cumpliendo la misión que Jesús encomendó a sus apóstoles: ir y anunciar la buena nueva del Reino de los Cielos. Sólo haciendo cielo en nuestro entorno y con los más cercanos haremos realidad lo que Dios quiere de nosotros.

Una liturgia sin misión y sin fraternidad es insuficiente, porque esta ha de culminar con nuestro compromiso evangelizador. La consciencia de ser pueblo de Dios ha de ir más allá del culto y el consumo sacramental. Nuestra fe no es solo para vivirla en privado. Uno no se salva solo. Nos salvamos como comunidad y como pueblo.

Estos encuentros nos ayudan a tomar el pulso de nuestra realidad como parroquia y el grado de compromiso. Ese día pude constatar que allí había realmente una comunidad vibrante, más consciente de la riqueza que nos une: participar como hermanos de una tarea común. El Espíritu de Dios estaba presente en el corazón de la fiesta.

¡Gracias a todos por participar y hacer posible este gran encuentro navideño!

P. Joaquín Iglesias