domingo, marzo 07, 2021

34 años después


Hoy, hace 34 años, fui ordenado en Barcelona, en la parroquia de San Isidoro. Recuerdo con emoción ese día, en que iniciaba una etapa fundamental en mi vida: meterme de lleno en la vida pastoral. Atrás quedaban muchos años de formación en mi carrera apostólica. Ese día, empezaría una nueva trayectoria acogido y abrazado por mi primera comunidad parroquial. Fue el punto de salida de una gran etapa que me ayudaría a crecer y a madurar mi vocación. Con ilusión y entusiasmo, y de manos del arzobispo Jubany, recibí el don sagrado del ministerio sacerdotal, bien acompañado por el pastor de la parroquia, Mn. Guardiola, por mis compañeros de camino que se habían ordenado un año antes, por muchos amigos, personas que me acompañaron durante mi formación, profesores de la facultad de teología y, cómo no, mi familia.

Por un lado, me sentía feliz y, por otro, indigno por el gran don recibido. También me sentí muy emocionado al percibir tanto calor y tanta compañía por parte de la comunidad. Ese día empecé una vida encarnada en una misión preciosa: llevar la buena nueva del evangelio allí donde me destinaran.

En mi labor pastoral, encendido por el don del Espíritu recibido en el sacramento de la ordenación, yo estaba dispuesto a todo. Una fuerza inusitada salía de mí. Jesús me había llamado a formar parte de sus discípulos a través del ministerio del orden; a unirme para siempre con él y convertirme en una bandera de esperanza para el pueblo de Dios. Mi alma estallaba de alegría.  Él se había fijado en mí, sin que le importasen mis límites, mi pasado, mis inseguridades y mis miedos. Allí estaba, delante del arzobispo, recibiendo el don del sacerdocio, entre el temblor por algo inmerecido y el gozo de sentir tan cerca la inmensa misericordia de Dios. Él quiso contar conmigo para llevar a cabo su obra salvadora y ayudar a muchos a orientar sus vidas hacia Dios.

Han pasado 34 años de ese momento crucial para mí. Hoy, estoy ejerciendo mi ministerio en una situación muy especial, en medio de una pandemia que nadie podía prever y que nos ha cambiado la vida. En este contexto socialmente complejo, celebro mi aniversario de ordenación presbiteral, sabiendo que es más necesaria que nunca la fortaleza de una vocación madurada en el tiempo.

Son momentos difíciles. La Covid-19 ha arrancado de muchas personas la alegría, la esperanza, la paz y la serenidad. Se ha robado una vida plena y el futuro de aquellos que han fallecido. Es un momento especialmente sensible. Muchos se sienten solos, aturdidos, sin un horizonte claro. Ahora es necesario, más que nunca, dar respuesta, apoyo y acompañamiento al que se siente desorientado y perdido. El sentido del sacerdocio recobra una dimensión totalizante. Los presbíteros hemos de estar cerca de nuestras comunidades, como buenos pastores. Hemos de arrojar luz, esperanza, sentido trascendente en medio del caos. Con nuestras palabras, claras y firmes, hemos de ayudar a descubrir que en el dolor también se hace presente Dios, y que en medio de estos acontecimientos históricos que estamos viviendo la mano solícita de Dios sigue acogiendo y actuando. Frente a la duda, fe, y frente a la tristeza, alegría. El destino está en manos de Dios. Desde su amor infinito él desea nuestra felicidad, incluso en estos momentos tan duros. Nuestra fe será signo de nuestra adhesión a él.

Hoy, después de 10 años al servicio de esta comunidad, con todos vosotros, reitero mi compromiso de seguir sirviéndoos con el deseo de que vayamos creciendo, humana y espiritualmente. Para mí, en este tiempo de pandemia, es un reto crecer con vosotros, como sacerdote. Mi deseo es que San Félix se convierta en un referente espiritual en el barrio y que a vosotros os ayude a desplegar todo ese potencial de bondad y de amor que lleváis dentro. Sólo así tendrá sentido mi sacerdocio y vuestra vida cristiana.

Doy gracias a Dios por el nuevo aniversario y os pido a vosotros que recéis por mí, para que siga siendo fiel a mi vocación sacerdotal. También quiero daros las gracias por acompañarme en este día, festividad de las santas Felicidad y Perpetua. Que así sea nuestra vida cristiana: una perpetua felicidad.

Gracias.

P. Joaquín Iglesias

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Joaquim, la nostra felicitació, per tants anys (34) al servei de la comunitat cristiana i demanant a Déu per tots aquests que encara et falta per donar.
Gràcies per les teves paraules que acabes de publicar, pel mestratge i per l'amistat.

Josep Manel i Olga

Juan Gutiérrez dijo...

Dios te bendiga Padre Joaquín!!

José Añez Sánchez dijo...

Deseo, ilusión, fe, misión, fuerza, alegría, fortaleza, vocación, servicio, bondad... son algunas de las palabras que he seleccionado de tan rico vocabulario que invisten la celebración, de tan larga trayectoria, como ministro de la Iglesia católica que Dios te ha concedido atendiendo tu primigenia petición.

Tan solo me queda desearte el mismo deseo que mi primo Juan Gutiérrez: Que Dios siga bendiciéndote y te proteja como hasta ahora lo hizo.

Seguiremos rezando para ello.

Un abrazo, José.