Por un lado, me sentía feliz y, por otro, indigno por el
gran don recibido. También me sentí muy emocionado al percibir tanto calor y
tanta compañía por parte de la comunidad. Ese día empecé una vida encarnada en
una misión preciosa: llevar la buena nueva del evangelio allí donde me
destinaran.
En mi labor pastoral, encendido por el don del Espíritu
recibido en el sacramento de la ordenación, yo estaba dispuesto a todo. Una
fuerza inusitada salía de mí. Jesús me había llamado a formar parte de sus
discípulos a través del ministerio del orden; a unirme para siempre con él y
convertirme en una bandera de esperanza para el pueblo de Dios. Mi alma
estallaba de alegría. Él se había fijado
en mí, sin que le importasen mis límites, mi pasado, mis inseguridades y mis
miedos. Allí estaba, delante del arzobispo, recibiendo el don del sacerdocio,
entre el temblor por algo inmerecido y el gozo de sentir tan cerca la inmensa
misericordia de Dios. Él quiso contar conmigo para llevar a cabo su obra
salvadora y ayudar a muchos a orientar sus vidas hacia Dios.
Han pasado 34 años de ese momento crucial para mí. Hoy,
estoy ejerciendo mi ministerio en una situación muy especial, en medio de una
pandemia que nadie podía prever y que nos ha cambiado la vida. En este contexto
socialmente complejo, celebro mi aniversario de ordenación presbiteral,
sabiendo que es más necesaria que nunca la fortaleza de una vocación madurada
en el tiempo.
Son momentos difíciles. La Covid-19 ha arrancado de muchas
personas la alegría, la esperanza, la paz y la serenidad. Se ha robado una vida
plena y el futuro de aquellos que han fallecido. Es un momento especialmente
sensible. Muchos se sienten solos, aturdidos, sin un horizonte claro. Ahora es
necesario, más que nunca, dar respuesta, apoyo y acompañamiento al que se
siente desorientado y perdido. El sentido del sacerdocio recobra una dimensión
totalizante. Los presbíteros hemos de estar cerca de nuestras comunidades, como
buenos pastores. Hemos de arrojar luz, esperanza, sentido trascendente en medio
del caos. Con nuestras palabras, claras y firmes, hemos de ayudar a descubrir
que en el dolor también se hace presente Dios, y que en medio de estos
acontecimientos históricos que estamos viviendo la mano solícita de Dios sigue
acogiendo y actuando. Frente a la duda, fe, y frente a la tristeza, alegría. El
destino está en manos de Dios. Desde su amor infinito él desea nuestra
felicidad, incluso en estos momentos tan duros. Nuestra fe será signo de
nuestra adhesión a él.
Hoy, después de 10 años al servicio de esta comunidad, con
todos vosotros, reitero mi compromiso de seguir sirviéndoos con el deseo de que
vayamos creciendo, humana y espiritualmente. Para mí, en este tiempo de
pandemia, es un reto crecer con vosotros, como sacerdote. Mi deseo es que San
Félix se convierta en un referente espiritual en el barrio y que a vosotros os
ayude a desplegar todo ese potencial de bondad y de amor que lleváis dentro.
Sólo así tendrá sentido mi sacerdocio y vuestra vida cristiana.
Doy gracias a Dios por el nuevo aniversario y os pido a
vosotros que recéis por mí, para que siga siendo fiel a mi vocación sacerdotal.
También quiero daros las gracias por acompañarme en este día, festividad de las
santas Felicidad y Perpetua. Que así sea nuestra vida cristiana: una perpetua
felicidad.
Gracias.
P. Joaquín Iglesias
3 comentarios:
Joaquim, la nostra felicitació, per tants anys (34) al servei de la comunitat cristiana i demanant a Déu per tots aquests que encara et falta per donar.
Gràcies per les teves paraules que acabes de publicar, pel mestratge i per l'amistat.
Josep Manel i Olga
Dios te bendiga Padre Joaquín!!
Deseo, ilusión, fe, misión, fuerza, alegría, fortaleza, vocación, servicio, bondad... son algunas de las palabras que he seleccionado de tan rico vocabulario que invisten la celebración, de tan larga trayectoria, como ministro de la Iglesia católica que Dios te ha concedido atendiendo tu primigenia petición.
Tan solo me queda desearte el mismo deseo que mi primo Juan Gutiérrez: Que Dios siga bendiciéndote y te proteja como hasta ahora lo hizo.
Seguiremos rezando para ello.
Un abrazo, José.
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