domingo, mayo 21, 2023

Días luminosos

Seguimos en el tiempo más luminoso del año litúrgico: la Pascua. El tiempo de los tiempos en la liturgia. La noticia de todas las noticias: ¡Jesús vive! Esto ha de marcar nuestra vida cristiana. De la cruz a la vida, de la oscuridad a la luz. Es un acontecimiento que transforma nuestra existencia. Se podría decir que es el gran acontecimiento de la humanidad. La resurrección de Jesús marca un hito en la historia. Todo lo que hagamos, pensemos y digamos parte de este gran momento.

Pasar de la no-vida a la Vida en mayúscula es un hecho crucial. Salir del abismo de la muerte hace que nuestra vida recobre un sentido pleno.

Nadie antes de Jesús había resucitado, y esto no puede dejar indiferente a nadie. Nos abre una perspectiva nueva. Por tanto, este anuncio es una llamada a vivir con esta certeza, aunque con nuestras limitaciones humanas. Con el resucitado ya empezamos a vivir, aquí en la tierra, la vida de Dios en nosotros.

Todo esto es un gran desafío. La tendencia a engancharse a la tierra es una inercia que nos lleva a endiosar todo lo material. El culto al tener y a nuestras posesiones nos aleja del abandono en manos de Dios. Con la resurrección de Jesús, nos situamos ante un nuevo horizonte. Ya aquí, la experiencia de una vida nueva nos libera de las cadenas y el yugo del pecado.

La alegría ha de ser el signo más importante del cristiano. Es un borrón y cuenta nueva para dejar atrás el pasado e instalarse en la gracia.

Es un salto definitivo: ya no tenemos excusas para vivir trascendidos a pesar de nuestros errores. Hasta esto ha quedado superado. La luz de Cristo ilumina nuestra existencia.

Jesús, tú estás presente en la eucaristía. Tú has querido permanecer con nosotros en el sagrario. Acercándote al altar, brillando en la custodia, quieres estar a nuestro lado, escuchando el latido de nuestro corazón. No te quieres separar de nosotros, jamás. Este es tu deseo. Quieres que sintamos tu respiración, tu cercanía, tu amor infinito. Quieres seguir dándote a través de tu pan y de tu vino. Quieres seducirnos, conquistarnos. No quieres que nos perdamos nunca, ese es tu deseo más genuino: estrechar un fuerte vínculo con tus seguidores. Quieres que percibamos tu caricia y tu aliento para que respiremos contigo y nuestra alma no se empobrezca. Quieres que tengamos vida en plenitud.

Este es tu cometido: que nadie se pierda y que, unidos a ti, nos encontremos con nuestra identidad más primigenia: ser hijos tuyos.

Quieres que, junto contigo, demos vida a los demás. Con tu amor tenemos todo el arsenal necesario para llevar a cabo la misión que nos encomendaste: ser testigos luminosos de tu presencia en medio del mundo.

Hoy disfrutamos de tu presencia, silenciosa, íntima, cercana. A ti también te gusta el silencio con los tuyos. Tú sabes cómo está nuestra alma, qué es lo que nos hace padecer. Quieres que nos cobijemos en tu pecho; quieres que nuestro corazón se fusione con el tuyo y que sintamos el latido de tu amor inconmensurable. Quieres que hagamos esta tregua mensual para estar contigo en esta hora y paladear las mieles de tu corazón.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias por publucar la oración. Me uní a la Vela desde lejos por dificultad de transporte