domingo, junio 20, 2010

El sagrado corazón de Jesús, el corazón de Dios

Podríamos empezar diciendo que Jesús es el corazón de Dios. El que es motor de nuestra existencia pone a Jesús, su Hijo, dentro de su mismo corazón. Decimos que los padres se parecen a sus hijos, y es verdad. Pero, en el caso de Jesús, vamos más allá: Jesús habita en el mismo corazón de Dios. Como hombre, encarna el amor de Dios dando su vida a manos llenas.

¿Qué celebramos en la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús? Celebramos que Jesús está tan unido a Dios que llega a formar parte de sus mismas entrañas. Ama a ese Dios al que llamará Abba —papá— y lo ama no sólo con su mente, sino con todo su ser. Toda su persona, su vida, su rostro sagrado es santo. El corazón de Jesús es el latido del amor de Dios hacia su criatura.

Leemos en el evangelio de san Juan que un letrado le pregunta a Jesús: “¿Cuál es el mandamiento principal entre todos?” Y Jesús contesta: “El primero es este: escucha Israel, el Señor tu Dios es el único Señor, y lo amarás con todo tu corazón, con toda tu mente, con toda tu alma, con todo tu ser”.

Cuando decimos “amar a Dios con todo el corazón” estamos añadiendo al amor pasión, vigor, fuerza. Estamos introduciendo un elemento antropológico de primer calibre. En nuestra cultura, el corazón expresa lo más íntimo, lo más profundo, lo más bello de la persona.

En un plano físico, el corazón es el órgano vital de la persona. Con su latido, bombea la sangre que alimenta y oxigena el resto de los órganos y tejidos del cuerpo. En el plano psicológico, el corazón juega un papel esencial a la hora de expresar los sentimientos y el amor.

En la Iglesia, Cristo es el corazón de Dios que late y bombea su sangre derramada por amor, llevando su gracia a todos los fieles y a las diferentes comunidades que se esparcen por el mundo. El corazón de Jesús late fuerte porque el amor que lo mueve es intenso. Por eso es sagrado: porque ama y entrega su vida hasta morir.

El corazón de Jesús nos recuerda que hemos de amar más allá de nuestro intelecto. La experiencia del amor pasa por el corazón. Santo Tomás de Aquino, una vez terminó la Summa Theologica, experimentó una vivencia mística durante la eucaristía. Fue tan fuerte que comprendió que todo su esfuerzo intelectual, vertido en sus libros, era nada al lado del misterio de amor encerrado en la sagrada hostia.

Y es que en la teología cristiana y en la tradición hebrea, el cuerpo tiene un lugar importantísimo. El Hijo de Dios encarnado se hace cuerpo, con un corazón de carne y sangre. Dios quiso que su amor se manifestara a través de un hombre llamado Jesús de Nazaret.

El día del Sagrado Corazón de Jesús, el Santo Padre clausuró el Año Sacerdotal, proponiendo como ejemplo al santo cura de Ars. En la clausura participaron más de 14 000 presbíteros de todo el mundo; fue un hermoso evento para cerrar este Año Sacerdotal. El sacerdote, unido a Cristo en su labor pastoral, debe rezar, celebrar, vivir y amar palpitando con su mismo corazón. Sólo así, como el santo cura de Ars, hará fecunda su labor ministerial.

Dios ha tenido la osadía de contar con los sacerdotes, aún sabiendo que somos vasijas de barro, humanos y con limitaciones, pero con un deseo fervoroso dentro. El sacerdocio es un inmenso regalo de Dios. Ojalá sepamos ejercerlo con pasión desde la unidad en caridad hacia los demás. De esta manera, nuestro corazón latirá al unísono con el corazón sagrado de Cristo.

11 junio 2010

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