domingo, agosto 07, 2011

Un año después

Un pasado de aprendizaje y amistad

Durante 17 años, he servido con entusiasmo a la comunidad de la parroquia de San Pablo de Badalona, en el barrio del Raval. Siento que allí es donde he dado lo mejor de mi juventud sacerdotal, viviendo el ministerio con la plena conciencia de que era una responsabilidad altísima. Como padre de la comunidad, tenía clara la misión de ayudar a mis feligreses a descubrir la centralidad de Jesús en nuestras vidas y que sólo Dios es el fundamento de nuestra existencia. Así, me dediqué a aconsejar, acompañar, ayudar y servir a mis feligreses en su proceso de maduración religiosa, que encuentra su culminación en la celebración y la participación de la eucaristía.

Viví estos años con firmeza y tenacidad, desplegando mi labor pastoral con ilusión y creatividad, con mi querida comunidad de San Pablo. Ella me ha aportado una gran riqueza espiritual, además de lo que he aprendido. Muchos de los antiguos feligreses han terminado convirtiéndose en grandes amigos. Más allá de la demarcación territorial, e incluso desde la distancia, aún noto el calor sincero de sus corazones, sabiendo y aceptando que mi nuevo cometido me lleva a comprometerme con otra comunidad.

La misión del sacerdote

Ante esta nueva parroquia, San Félix Africano, siento alegría, porque toda nueva experiencia pastoral me ayudará a crecer como persona y como sacerdote. Tengo claro que mi labor es de servicio a la Iglesia y, como todo sacerdote, estoy abierto a que me envíen a un nuevo destino, si así lo considera oportuno el cardenal. Estoy seguro de que esta nueva singladura me hará ampliar el horizonte y me llevará a cambios personales y sacerdotales que acrecentarán mi amor por Cristo.

Cuando aprendes a amar con intensidad a cada persona de tu comunidad, esa experiencia vital va dejando poco a poco una huella profunda en tu corazón. Descubres que tu vida sacerdotal no tiene sentido sin la comunidad, que ella es parte del rebaño de Cristo que desea caminar tras él. La misión del sacerdote es propiciar el encuentro de su rebaño con el Buen Pastor y convertirlo en fiel seguidor del evangelio, comprometido con el anuncio de la Buena Nueva.

El sentido de pertenencia a la comunidad y su misión evangelizadora son fundamentales para comprender la proyección universal de la Iglesia. Sólo así una parroquia será madura y crecerá: cuando sus feligreses sepan que son parte de un proyecto de Dios y se comprometan con él.

Una parroquia con personalidad propia, San Félix

He pasado a ser rector de una nueva parroquia, San Félix, en el barrio de la Ciudadela y en el arciprestazgo del Poblenou. Al frente de esta comunidad, voy asimilando los cambios que me toca vivir, adaptándome a la nueva realidad pastoral, planteándome nuevos retos y ensanchando mi visión hacia el entorno que me rodea.

La parroquia se halla en la frontera entre dos barrios con perfiles socioeconómicos muy diferentes, y entre dos arciprestazgos que marcan una línea divisoria artificial.

La distribución administrativa hace que la parroquia sea un poco tierra de todos y tierra de nadie: es la proximidad la que atrae a los feligreses que acuden. En las celebraciones litúrgicas dominicales, asombra ver la gran afluencia de feligreses vienen a misa desde una zona mucho más extensa que la mera demarcación oficial.

 Pero, más allá de estas divisiones, lo importante es que cada persona que se acerque a la iglesia se sienta acogida y note el calor de una comunidad. La pastoral de la parroquia tiene el fin de cumplir con su tarea evangelizadora hacia todos.

En esta nueva etapa, le pedí a Dios arrojo, creatividad, entusiasmo, humildad y prudencia, ya que se trata de una parroquia con una trayectoria muy consolidada y con un pasado fuertemente arraigado en las personas que forman la comunidad. Posee una imagen proyectada hacia fuera muy marcada por los sacerdotes anteriores, especialmente Mosén Mariné y, después de él, Mosén Juan Torrents y Mosén Juan Barrio. Un pasado rico, con sacerdotes muy carismáticos que, con sus aciertos y errores, dieron muestras de un gran amor a su vocación y mostraron una entrega generosa a su comunidad. Lo mejor de todos ellos, sin duda, ha sido su sentido de servicio a los demás y su abnegación.

Hubo otros presbíteros que estuvieron en el origen de la parroquia, que cuenta con casi setenta años de historia. Desde su creación en el año 1945, han pasado por ella diversos párrocos, con un fuerte sentido de su responsabilidad pastoral, volcados a la comunidad y al entorno vecinal. Son setenta años de historia de amor de Dios hacia este barrio.

Recibo esta herencia y espero haber tomado bien el relevo en la dirección de una parroquia que siempre ha causado un gran impacto social y religioso a su alrededor. Espero seguir en esta línea y continuar la espléndida labor de mis predecesores. Mi voluntad es despertar en los feligreses asiduos una implicación mayor y ferviente, un sentido de corresponsabilidad con el rector, al servicio de la parroquia y del barrio. Mi deseo más profundo es hacer que la comunidad llegue a ser una auténtica familia cristiana, dinámica, viva y comprometida.

Nuevas metas pastorales

Ha pasado el tiempo suficiente para objetivar con lucidez hacia dónde tengo que conducir la nueva barca parroquial. He pasado largos ratos de silencio para discernir el nuevo mapa de ruta a seguir, teniendo en cuenta los condicionantes humanos y la realidad sociológica del entorno. La clave de este proyecto es recrear una nueva realidad pastoral que tenga como objetivo principal la identidad cristiana, así como hacer crecer el sentido de pertenencia e ir creando vínculos cada vez más estrechos entre los miembros de la comunidad. Y, sobre todo, despertar una mayor conciencia hacia el compromiso evangelizador, de manera que la celebración de la eucaristía sea el espacio sacramental que lance a cada uno a ser transmisor de la experiencia de comunión plena con Cristo, centro de nuestra vida. Sólo así la parroquia se convertirá en una embajada del Reino de Dios.

Estética y evangelización

Mi deseo es convertirla en un espacio acogedor, y esto pasa por cuidar y equipar los diferentes ámbitos y salas, para que la gente esté a gusto y pueda celebrar su fe y realizar las actividades pastorales en un entorno digno y agradable. De aquí que en esta etapa inicial haya querido embellecer y hacer más funcionales algunos espacios de encuentro y celebración. La estética contribuye a evangelizar con más eficacia. Así, cuidar del presbiterio, adecentarlo y embellecerlo ha sido mi primera preocupación, y con ella el deseo de lograr una decoración más elegante, sobria y armónica, tanto en los arreglos florales como en los ornamentos.

Otras intervenciones de más envergadura, necesarias para el mantenimiento del edificio parroquial, han sido la reparación de las goteras y equipar las salas con los medios necesarios para aumentar la calidad de los servicios y actividades pastorales. Lograr un entorno agradable y cálido tiene más trascendencia de lo que parece. Estas primeras actuaciones forman parte de un proyecto más amplio cuya finalidad es crear un hogar religioso donde se fortalezca la experiencia cristiana de comunidad.

Pido a Dios la sencillez y la firmeza del santo cura de Ars, patrón de los párrocos, para que me ilumine y me asista en esta nueva empresa pastoral y para que sepa vivir mi sacerdocio con la misma pasión con que él lo vivió.

Joaquín Iglesias
4 agosto 2011

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