sábado, septiembre 24, 2011

San Félix, del pasado al futuro

Unas raíces firmes

Doy gracias a Dios por todas las personas, sacerdotes y laicos, que han hecho posible lo que hoy es la parroquia de San Félix.
Ellos han sido raíces en el fundamento de la historia parroquial. Hoy, San Félix no sería lo que es sin su pasado y sin los sacerdotes que, cada cual según su carisma y dones, han hecho posible esta hermosa realidad de Dios en el mundo. Con sus aciertos y errores, no se puede dudar del bien que han hecho a su comunidad.
Me consta que los tres rectores anteriores dieron lo mejor de su sacerdocio, con una capacidad de entrega que los llevó a volcar su vida al apostolado.
Como nuevo párroco, he recibido numerosas muestras de cariño y aprecio hacia los sacerdotes que me han precedido. Me siento receptor de la preciosa historia de una comunidad que ama a su parroquia y a sus sacerdotes. Siento que se ha hecho un gran trabajo de consolidación de una feligresía muy devota a la eucaristía. Los laicos han sido, con su generosidad, los que posibilitaron la construcción y adecuación del actual templo parroquial. Por lo tanto, no podemos dejar de valorar la gran riqueza de esta comunidad que se ha mantenido fiel en el paso del tiempo, eso es un gran regalo de Dios. Algunas personas ya han fallecido y desde el cielo siguen velando por su querida parroquia.

Los retos del presente

Han pasado setenta años desde su constitución, con más de media docena de sacerdotes e innumerables fieles que han participado de una manera u otra en las actividades de la parroquia. Estamos en el 2011 y asistimos a un cambio vertiginoso de la realidad social y cultural que nos rodea. La vida urbana y su núcleo han adquirido nuevas dimensiones. Nos encontramos ante un cambio coyuntural con un nuevo paradigma de valores. Como rector de esta parroquia, me toca afrontar estos momentos, requiriendo de finura espiritual para saber comunicar el evangelio con la misma intensidad con que lo hicieron los anteriores rectores, pero con un lenguaje nuevo, adecuado al tiempo y a la realidad del presente. Me toca hacer frente a un reto apasionante que requiere de mucho entusiasmo, lucidez, creatividad y, sobre todo, de mucho amor. Los desafíos son acuciantes y piden un cambio radical de esquemas mentales para saber dar respuesta certera a los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Como decía el Papa Juan XXIII, hay que estar abiertos a los signos de los tiempos. Para afrontar esta nueva situación se necesita comprensión, humildad y delicadeza. Solo así sabremos entrar en las nuevas coordenadas culturales.

Llamados a ser testimonios

Pero los laicos y los sacerdotes tenemos algo en común: nuestro bautismo. Por tanto, nos toca a todos evangelizar y dar un testimonio creíble y de autenticidad, para seducir con amor y paciencia. Son las armas más potentes que, con la ayuda de Dios y la fuerza de su Espíritu, harán fecundo nuestro apostolado.
La única oferta que sigue siendo válida es ofrecer a Cristo como realidad viva que nos transforma y nos lleva a la felicidad plena. Es la hora del testimonio. La parroquia del siglo XXI será posible si somos capaces de vivir con alegría renovada este gran momento histórico.
A pesar de que vivimos en una sociedad aletargada e ignorante de Dios, hemos de lograr que la gente descubra a Cristo y se enamore de él. Pero primero, nosotros hemos de estar enamorados, con auténtica pasión. Solo así, con el simple destello de ese amor apasionado, nuestro mensaje llegará a calar en los demás.
Ojalá seamos capaces de hacer brotar a nuevos enamorados de su causa.

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