viernes, diciembre 06, 2013

Entrevista en Radio Estel

Roman Jori entrevista a Joaquín Iglesias Aranda en el programa L'accent.
4 diciembre 2013 en Ràdio Estel.

Sacerdote y escritor, nacido fuera de Cataluña, concretamente en Badajoz, ejemplo de integración para todos, ha desarrollado toda su carrera en Barcelona. Fundador de dos organizaciones humanitarias y con una larga trayectoria social y cultural, ha trabajado siempre de cara a los más desfavorecidos. Hoy nos muestra su faceta de escritor.

―Joaquín, ¿no te parece que ya es normal que el caos se apodere de nosotros? Nos estamos acostumbrando a él...
―Pienso que más bien dejamos que el caos se apodere de nosotros. Si tenemos valores y criterios, si nos queremos abrir a los demás, esta cultura del sinsentido no tiene por qué afectarnos tanto.
―Así que San Juan de la Cruz, ¿no era lo que hoy llamaríamos “un cenizo”?
―No. Sus noches oscuras son más que un análisis sociológico, político o económico. Él tiene una experiencia de anhelo de Dios, de trascendencia, y en su proceso de crecimiento espiritual se encuentra con momentos muy duros, hasta alcanzar esa plenitud del amor de Dios.
―¿Podríamos decir que la esperanza es a largo plazo? Porque hoy día parece que todo el mundo espera a corto plazo… ¿Qué es la esperanza para ti?
―La esperanza es una virtud que va más allá de obtener alguna cosa material. Ahora hay una cultura de obtener lo inmediato rápidamente. La esperanza es tener el corazón abierto a aprender. Y, sobre todo, mirar siempre tu vida desde una perspectiva trascendental.
―¿Se puede decir que no existen los fracasados? ¿Es la sociedad quien hace fracasados?
―Sí, hasta cierto punto, pero todo depende de cada uno, de su potencial, de sus ganas de crecer, de madurar, de abrirse a los demás. Siempre estamos echando las culpas del fracaso a otros: a la familia, a los amigos, a la cultura, a la sociedad, a una forma de vivir… Pienso que cada uno tiene la capacidad interna para romper con los obstáculos y dar un salto en su vida.
―¿Qué es el pecado, hoy? Yo tengo un concepto… ¿Cuál es el tuyo?
―El pecado es romper con el absoluto, con Dios. No hemos de reducir el pecado solo a una cuestión moral, se trata también de la apertura. Cuando rompemos con la fuente de la misma Vida, que es Dios, esto es un pecado.
―¿De qué tenemos que salvarnos?
―Tenemos que salvarnos de todo lo que nos esclaviza, de todo aquello que nos hace pequeños, que nos hace mirarnos el ombligo, del narcisismo puro. Tenemos que salvarnos de todo esto para liberarnos y poder llegar a crecer como personas.
―¿La comunicación es vida? ¿El verbo es vida?
―El verbo es vida porque comunica, y todo lo que comunica es creación y relación. Todo lo que implique apertura a los demás es importante: el Verbo es el amor en acción.
―¿Por qué los curas y religiosos habláis tanto de la familia? ¿Será porque no la tenéis… o tenéis otro concepto?
―Hemos de trascender de la familia biológica. Pero, así y todo, los sacerdotes tenemos padres, hermanos, familiares, sobrinos, abuelos… Yo procedo de una familia, y para mí la familia es fundamental para el crecimiento humano y espiritual.
―¿Qué pasa con los que no han visto a Jesús?
―Que ellos se lo pierden. [Ríen] En esto influye mucho la formación de su entorno. Pero, aunque no lo vean, pienso que Dios es tan misericordioso que los salva también.
―Muchos ven en Dios la belleza. ¿Están equivocados? Yo, en la belleza veo a Dios.
―Dios es la máxima belleza. Es la máxima expresión del amor. Y el amor es igual a belleza, y a verdad.
―El demonio y el infierno, ¿no crees que están en la tierra?
―Ciertamente. Cuando hay ruptura, cuando hay egoísmo, cuando la gente solo piensa en sí misma, esto es una clara manifestación del maligno. Sí, está en medio del mundo.
―Hoy día, ¿existe el pecado del adulterio, sí o no? ¿Qué crees? Porque hay tanta promiscuidad…
―Lo hay, pero es una constatación que las relaciones se rompen, se empobrecen, falta confianza, afectividad, apertura al otro. Cuando esto sucede, la gente busca cómo saciarse y cómo paliar su propia falta de afecto.
―El amor, ¿se busca cuando no te lo dan? Es decir, ¿lo buscan los que están carentes de él?
―Sí. Nosotros tenemos que darlo porque ya lo tenemos. Hemos de ser conscientes de que ya tenemos ese amor. Solo cuando somos capaces de abrirnos podemos darlo y a la vez recibirlo.
―¿Por qué el apóstol Tomás es un reflejo de la humanidad que sufre?
―Porque duda, le falta fe, no cree lo suficiente. Y cuando nos falta el sustento de nuestra felicidad, que es la fe, esto lleva a un cierto desespero.
―¿Por qué la humanidad se renueva en Cristo?
―Porque es creación constante. En la medida que la persona se abre, se comunica, es capaz de compartir, queda renovada interiormente.
―¿Qué nos dices sobre la figura de Jesús?
―Que es apasionante. Es la figura que me hizo replantearme mi vida, a partir de un testimonio. La imagen te viene dada a través del testimonio de otros que son capaces de contagiarte su propia experiencia de una amistad profunda con Jesús.
―¿Quién fue tu testimonio?
―Fue un sacerdote de una comunidad parroquial, entusiasta, creativo, una persona con una fuerza interior muy grande, que amaba a la Iglesia y que era capaz de contagiarte vida. A partir de su experiencia, estuve hablando con él y me planteé el sacerdocio.
―¿Por qué la gente se enamora de la figura de Cristo?
―Porque es el que realmente colma todas tus expectativas. Cuando lees su vida, en los evangelios, te das cuenta de que hay una riqueza que nadie puede darte, más que él, en la medida en que te abres sinceramente en tu corazón.
―O sea, ¿tú lo has encontrado a través de los evangelios?
―A través del testimonio y de los evangelios.
―El testimonio de este señor del que nos has hablado…
―Exacto. Este sacerdote realmente dejaba un destello de luz con su vida. Fue el que me interpeló para dar un paso definitivo. A partir de aquí, profundicé en la palabra de Dios.
―Y has profundizado en ella. Has escrito, has estudiado mucho…
―Sí. En Badalona comencé a preparar con mucho esmero mis homilías. Como tenía que leer a fondo los evangelios fui penetrando en su sentido. Y me di cuenta de que la imagen de Cristo es fascinante, maravillosa. Él es el que te llena y te colma.
―¿Las hacías muy largas, las homilías?
―¡No! Diez minutitos. Y la gente, contenta.
―¿Dónde tenemos que buscar el Reino de Dios?
―Aquí, entre nosotros, en el mundo. Allí donde la gente es capaz de abrirse a los demás y de hacer gestos solidarios. En los gestos caritativos; cuando la gente deja de pensar en sí misma para darse cuenta de que el otro también es manifestación de Cristo.
―Particularmente, yo saboreo más la misa ahora, que voy poco, que antes, cuando asistía a todas las fiestas de guardar, incluso entre semana. ¿Por qué ahora la saboreo más que antes?
―Quizás porque la liturgia hay que adaptarla. Quizás porque a veces los curas hacemos que las misas sean un palo. Quizás también porque a veces no somos capaces de conectar con la gente que tenemos delante. O porque también hay que atreverse a hacer un cambio cultural de la liturgia. Pero lo más importante es que la gente se encuentre bien a través de la experiencia directa de la conexión entre el presbítero y la comunidad, esto es fundamental.
―Cuando dices en tu libro que hemos de ser trinitarios, ¿qué quieres decir?
―Pues que hemos de ser creativos y creadores. La evangelización necesita la creatividad. No me refiero a crear algo de la nada, sino a re-crearlo y a hacer asequible lo que pensamos de Dios. En tanto somos trinitarios en este aspecto de la creación es cuando somos capaces de re-crear incluso nuestro propio cosmos cristiano, nuestro corazón.
―Háblanos un poco de este cosmos cristiano.
―Es esa vida interna, la riqueza de Dios en tu corazón. A veces no se trata de hablar tanto, como de creer en lo que dices y, sobre todo, comunicar con convicción aquello que dices. Esto es fundamental. No vamos a entusiasmar a la gente si no estamos entusiasmados. No vamos a enamorar a la gente si no estamos enamorados. No vamos a hacer que la gente se apunte al proyecto cristiano si no somos capaces de generar ilusión y entusiasmo.
―Debo pensar que crees mucho en la oración…
―¡Fundamental! La oración es crucial para el cristiano. De la misma manera que nos alimentamos del pan físico alimentarse  de Dios pasa por la experiencia de intimar con él, de estar a solas con él, de dejarte abrazar e imbuirte de él. Sin oración estamos perdidos. En la oración es donde nos recolocamos y nos resituamos en el crecimiento espiritual, como personas.
―Cuando era pequeño las iglesias estaban llenas y ahora, muchas veces, veo que no se llega ni a la mitad del aforo. ¿Es una crisis de fe o cartesianismo?
―Pienso que es una crisis de las tres virtudes teologales: crisis de fe, de esperanza y de caridad. Pero, ciertamente, estamos en un mundo en el que la gente quiere pasárselo bien. A la misa, si la gente no se encuentra bien, no se siente implicada, no siente que forma parte de una experiencia común, es difícil que venga. Porque la gente quiere disfrutar, y quiere lo rápido y lo inmediato.
―Tu apostolado, en definitiva, ¿lo diriges a todo el mundo?
―Sí. En la parroquia, a través de mi trabajo ministerial. Pero también utilizo los blogs como una nueva forma de evangelizar, a través de la Red. Cada domingo actualizo el blog (http://homilias.blogspot.com) y explico los contenidos de la homilía.
―Me gustaría que profundizaras un poco más en esto de ser trinitario, que me ha llamado mucho la atención.
―Como decía, hemos de ser como Dios Padre, que es Creador, pero también como el Hijo, que es el Verbo, la Palabra encarnada y la Palabra en acción. Cada cristiano ha de ser palabra encarnada de Dios y transmitir su experiencia de amistad con Dios. La palabra es importante y Cristo es la Palabra, el Logos de Dios. Con esto quiero decir que la palabra es muy potente, es poderosa. La palabra también es creadora. En el Génesis, vemos cómo Dios crea a través de la palabra. Vemos cómo Jesús cura a través de la palabra. Ahora se da mucha importancia a la palabra: lo que tú pienses, lo que digas, lo que sientas, es importante. Si la palabra realmente es transmitida con profundidad, con seriedad, a partir de una experiencia vital, llega y penetra en lo más hondo del corazón. Por tanto, ser buenos comunicadores de la palabra de Dios es fundamental, porque con la palabra podemos cambiar a la gente.
―Háblanos un poco del Espíritu Santo.
El Espíritu Santo es el amor de Dios, la explosión de ese amor. Si decimos que hemos de ser comunicación, palabra, también hemos de ser acción misionera. El Espíritu Santo está en medio de nosotros. Es el que nos empuja y nos invita a no rendirnos nunca. La Iglesia necesita fuerza misionera, pero sin el Espíritu Santo es muy difícil. Porque, siendo la palabra muy importante, lo esencial es trabajar con entereza, con fuerza, para poder transmitir a la gente la experiencia de Dios y hacer Iglesia.
―¿Qué piensas del Papa Francisco? No deja de ser curioso que un jesuita piense como un franciscano.
―Esa es la gran riqueza de él. Por un lado este carisma jesuita que le sale por los poros cuando predica, cuando comunica, cuando hace sus exhortaciones… Pero a la vez ese talante franciscano que ya vimos cuando apareció como nuevo pontífice. Ya entonces vimos unos gestos muy simbólicos que expresaban la sencillez franciscana: el gesto de ponerse a la cola y pagar su alojamiento en la casa de Santa Marta, durante las reuniones previas al cónclave; esos detalles, esas “flores franciscanas” de acercarse a la gente sencilla, abrazarla, de llevar el cuatro-latas que conduce por el Vaticano… Son signos de mucha normalidad, y él insiste en que es el obispo de Roma, no dice el Papa, y lo hace para igualarse al resto de los obispos. Incluso te diría que él piensa que es un cristiano como cualquier otro. No es el sucesor de un emperador romano, sino de un pescador, un currante, que diríamos hoy. Esta imagen de proximidad hace mucho bien a la gente.
―¿En qué centras tu apostolado en la parroquia? ¿Prestas más atención a la gente joven, o a todo el mundo por igual?
―Mi parroquia es muy plural. Hay gente joven, gente mayor, adultos, familias. Mi acción es transversal, va dirigida a todos.
―Hemos tenido aquí a Joaquín Iglesias, que a mi modesto entender nos habla de la interpretación del evangelio, donde siempre descubre algo nuevo, una palabra, una luz, alguna novedad. Estamos muy contentos de haber compartido este ratito contigo. Cuando saques otro libro, estaremos encantados de tenerte de nuevo por aquí.
―Gracias por haberme invitado y darme esta oportunidad de explicar mi experiencia.


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