domingo, octubre 22, 2017

Necesitamos la comunidad

«La vida actual ha roto los vínculos comunitarios. La Iglesia no siempre es ejemplo de comunidad. En mis primeros años como cristiano adulto salía de la iglesia corriendo, al terminar las misas. No me interesaba involucrarme con la gente. Sólo me importaba Jesús y era todo cuanto necesitaba, o al menos eso creía. Prefería ir a la iglesia como un turista, era demasiado inmaduro espiritualmente para comprender que esta actitud es muy dañina.

Esta forma tan consumista de vivir la fe refleja la fragmentación de la Iglesia. Vivir en comunidad significa poner el bien de los demás por delante incluso de mis deseos e intereses. La vida cristiana consiste en construir la fraternidad que todos necesitamos para completar nuestro itinerario personal. Un cristiano necesita a otro cristiano que le transmita la palabra de Dios. Lo necesita, una y otra vez, cuando duda, cuando se desanima y no puede seguir adelante solo. Necesita a su hermano como testimonio y anuncio de la palabra divina de salvación.

La vida comunitaria no es un ideal de ensueño, sino una iniciación difícil en esta “realidad divina” que es la Iglesia. Los conflictos en la comunidad son un don de Dios, porque nos obligan a afrontar las diferencias. No es fácil, es un don de la gracia y esta es la belleza del cristianismo. La diversidad nos lleva a la aceptación del otro y nos ayuda a vivir formando parte de un todo orgánico, unidos en Cristo, comprometiéndonos a trabajar por el amor y la unidad.

En este mundo de hoy, cuando la luz que ilumina muchos rostros es la luz de las pantallas, el Smartphone, la Tablet o el televisor, estamos viviendo una época muy oscura. Estamos perdiendo la luz que brilla a través de la persona gracias a la interacción social. Sin contacto real con otras personas humanas, no hay amor posible.»


Reflexiones de Rod Dreher, en su libro La opción de Benito, una estrategia para cristianos en un país post-cristiano (extractos del capítulo 3). 

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