domingo, agosto 06, 2023

San Félix, mártir audaz

Félix fue un auténtico testimonio vivo y valiente de su fe. Su gran tesoro era Cristo, como afirmaba con fuerza y convicción. Ante el sufrimiento que le infligieron en su martirio supo mantenerse fiel a Jesús: nunca renegó de su fe. Le ofrecieron poder, riqueza, prestigio, si abandonaba la fe cristiana, pero tal era su fuerza interior que renunció a todo, asumiendo las consecuencias del brutal rechazo que lo llevaría a morir.

Su intenso amor a Jesús era más fuerte que la pompa que le ofrecían y el dolor con que lo amenazaban. No se movió ni un milímetro de sus profundas convicciones. Sin miedo, aceptó con serenidad la muerte como precio a pagar.

Su ejemplo tenaz es un gran modelo para todos nosotros, que pertenecemos a una comunidad bajo su patrocinio. San Félix, para nosotros, ha de ser un revulsivo que nos ayude a vivir con más valentía nuestra fe y nuestra pertenencia a la parroquia. La vocación cristiana supone muchas veces tener la osadía de salir de nosotros mismos, desinstalarnos e iniciar un proceso de conversión interior, el único camino que nos llevará a Jesús. San Félix nos enseña a permanecer fieles en nuestro compromiso, como él hizo. Nos anima a trabajar con ahínco para expandir la buena nueva y contribuir, con nuestra vida y ejemplo, a la gran tarea de dar a conocer a Jesús. Él estuvo dispuesto a todo. No se echó atrás. Con su predicación muchas personas se convirtieron al cristianismo.

Hoy, nuestra labor es más necesaria que nunca. Seamos conscientes de esto. De la profesión de fe hemos de pasar a una evangelización activa, capaz incluso de dar la vida. Nuestra fe cristiana ha pasado a ser una religión de culto y precepto, quizás muy adormecida. En la sociedad, es vista con apatía, indiferencia e incluso desprecio.

San Félix vivió su fe con enorme coraje y hasta las últimas consecuencias. Para los que estamos bajo su protección, su martirio nos ha de impulsar a vivir con mayor entusiasmo nuestra fe comunitaria. Hoy la situación es diferente que en tiempos de San Félix. Pero la evangelización sigue siendo una urgencia, empezando por nosotros mismos. La Iglesia debe autoevangelizarse para despertar de su letargo y ser un testimonio valiente ante los que pasan, ante los tibios y ante los que están en contra de todo.

Encomendémonos a san Félix para que nos contagie su férrea fe y nos ayude a no desfallecer nunca a la hora de testimoniar la presencia viva de Dios en nuestro mundo. Que su sangre, derramada como mártir, sea semilla de una nueva experiencia de encuentro con Jesús y contribuya a que muchos otros, viendo nuestro ejemplo audaz, quieran seguir este camino.

No hay comentarios: