domingo, diciembre 16, 2018

Drenar el alma

Las lluvias de los pasados meses han provocado verdaderos estragos en muchos lugares de España. Carreteras, casas, edificios y equipamientos públicos han sufrido los reveses climatológicos, generando inseguridad, miedo y sufrimiento en la gente, y en algunos casos también abandono por parte de las administraciones.

Lo cierto es que muchas personas han tenido una sensación de impotencia viendo cómo la lluvia incesante, día tras día, iba dañando su entorno. Es entonces cuando nos topamos con la virulencia de la naturaleza que ruge sin piedad sobre las frágiles estructuras humanas. 

También en la parroquia hemos sufrido los efectos del temporal, especialmente en sus desagües. La obstrucción de las cañerías ha provocado seis inundaciones en la zona de la rectoría. Los voluntarios que ayudaron lucharon a brazo partido con el agua que salía de los sanitarios con la fuerza de una catarata. Cuando la lluvia arreciaba, era imposible frenar la salida del agua y lo único que cabía hacer era desviarla hacia el patio.

Desde el primer día se han hecho gestiones incansables para solucionar el problema. Han venido cubas de agua, técnicos del obispado y del ayuntamiento, paletas y lampistas que de inmediato se han puesto a trabajar para intentar descubrir exactamente el lugar de las obstrucciones. Tras varios días de pruebas y exámenes, con la ayuda de cámaras, se localizaron tres bloqueos en diferentes lugares de la red de desagües. Ha habido varios intentos de desatascarlos con agua a presión, pero son tan compactos que ha sido imposible.

La solución propuesta ha sido, finalmente, realizar una nueva canalización que conduzca las aguas pluviales y residuales de la parroquia hacia el alcantarillado general, que corre por debajo de la calle Sardenya. Tras aprobar el presupuesto, e iniciar una campaña de donativos entre la feligresía, los paletas se pusieron manos a la obra y en menos de dos semanas han terminado esta nueva conducción.

Una reflexión: cuando el alma se agita


Cuántas veces nuestra alma se inquieta. Aguaceros interiores nos hacen naufragar, generando en nosotros problemas de angustia y de identidad. Nos sentimos perdidos, no controlamos la situación y la inseguridad aparece, junto con sentimientos de soledad e impotencia. Perdemos el rumbo, la obstrucción interior nos paraliza y el miedo nos quita lucidez para decidir. Todo nos viene grande. El daño psicológico, emocional y espiritual, puede causar estragos en el alma, hasta romperla.

Al igual que con las inundaciones, podemos pasar tiempo intentando achicar las aguas del dolor que nos invaden. Pero hemos de creer que un día las lluvias cesarán y dejarán de arremeter contra el muro de nuestra alma. Las olas que vienen de afuera dejarán de azotarnos y esas trombas torrenciales que oscurecen nuestros días darán paso a una mañana luminosa, incluso en pleno invierno.

Todos estamos llamados a renovarnos y a renacer. La esperanza siempre está ahí, en el momento en que nos lanzamos a la vida. Todo lo que vive tiene sus estaciones, como vemos estos días con la caída de las hojas de los árboles. Todo vuelve. Las aguas que han dejado su huella en este duro otoño harán que la primavera surja con más brío y más fuerza. La vida es un eterno amanecer, porque no se acaba en un vacío absurdo.

A raíz de lo ocurrido por causa de las lluvias, con las obras ya terminadas, se ha podido reestructurar todo el sistema de desagüe de la parroquia, con nuevos materiales de mayor calidad que favorecerán un mejor drenaje. El sistema anterior, de tocho al estilo romano, estaba obsoleto y hasta dificultaba el fluir de las aguas.

¿Cuál ha sido el precio? Una cicatriz que señala la actuación realizada para desbloquear los trombos que impedían el paso del agua. Pero ¡bendita herida la del patio, que nos recordará este año que ha sufrido la parroquia! Todo esto ha servido para que la comunidad se ponga en pie, en una activa campaña económica para hacer frente al gasto de las obras. La actividad pastoral no se ha paralizado en ningún momento. Con el esfuerzo de todos las obras han sido posibles. Una preocupación inicial se ha convertido en fortaleza para los feligreses. La comunidad crece. Juntos resolvemos un gran problema y mejoramos el funcionamiento de todo el complejo parroquial. La cicatriz del patio nos estará recordando un triunfo.

Las aguas de la solidaridad drenan el alma. Cuando todo fluye, la vida corre y es plena. Después de 70 años, los pequeños trombos en los desagües de la parroquia se habían hecho grandes, hasta producir una obstrucción peligrosa. Con este signo hoy también podemos decir que hemos mejorado el drenaje de nuestra alma, porque hemos dejado que Dios trabaje en lo más profundo de nuestro ser y desbloquee los atascos que nos impiden ser generosos y solidarios. El amor de Dios todo lo drena y permite que el agua de la vida espiritual fluya por nosotros con la máxima intensidad.

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