domingo, agosto 16, 2009

María Asunta al Cielo

Mi alma engrandece al Señor, y mi espíritu se goza en Dios, mi salvador, porque ha mirado la humildad de su sierva. Desde ahora me llamarán feliz todas las generaciones, porque el Todopoderoso ha hecho en mí maravillas…
Lc 1, 39-56

En cuerpo y alma

Hoy María se hace presente en el seno de la Iglesia, por todo el mundo. Celebramos el tránsito de María a los cielos. La mujer que acogió en sus entrañas al hijo de Dios, la que supo hacer de su hogar un cielo, la que ya en la tierra había paladeado la eternidad, asciende a la morada divina.

El itinerario vital de María es paralelo al de Jesús. Sufrió al pie de la cruz, con el corazón traspasado de dolor; vivió el gozo de la resurrección y subió al cielo. Hoy celebramos la Pascua de María, que es un anticipo de nuestra propia pascua, cuando Dios nos resucite y nos eleve a los cielos con él.

Decimos que la Virgen sube en cuerpo y alma al cielo, y esto es importante. Antiguamente, por influencia de ciertas filosofías orientales, se menospreciaba al cuerpo. Se llegaba a considerar el cuerpo como cárcel del alma. Muchas tendencias puritanas, en la misma Iglesia católica y en otras religiones, valoran el alma pero consideran el cuerpo algo bajo y pecaminoso. En cambio, vemos que Dios resucita el cuerpo y lo glorifica. En la teología cristiana el cuerpo no es despreciable. Es imagen de Cristo y de la misma Iglesia. No es malo, sino lugar de expresión, relacional y afectiva. El cuerpo, la sexualidad, la comunicación, la afectividad, tienen un lugar en la teología cristiana. El cuerpo es bueno, pues Dios lo ha creado así.

Teología de la visitación

En la lectura de hoy, la visitación de María a Isabel, vemos como ésta corre aprisa, sin demora, para atender a su prima. Isabel era una mujer anciana, pero esperaba un hijo. Cuando alguien se abre a Dios, él puede fecundar la vida más árida y convertir el desierto en un vergel.

La visitación es un encuentro gozoso y también un gesto de ayuda. María va a atender a su prima para ayudarla en su parto. Las dos mujeres se saludan con alborozo, se abrazan y cantan a Dios, compartiendo su alegría íntima.

Hoy, María también viene a nuestras parroquias para visitarnos, en pleno verano. Es la Madre de Dios; por tanto, todos somos hijos suyos desde Cristo y por nuestra condición de bautizados. María nos visita cada día para despertar en nosotros la caridad y la solidaridad.

Abrirse a Dios

El Magníficat de María expresa lo que llena su corazón. Unida a Dios, proclama la grandeza del Señor. Se sabe pequeña, pero Dios se ha fijado en ella. María no hizo nada grande, fue una mujer sencilla, humilde, ama de su hogar. Muchas santas han fundado instituciones religiosas; ella, ¿qué hizo? Aparentemente, nada. Y, a la vez, mucho. Su grandeza fue abrir su corazón a Dios. Volcó en él toda su vida, y por eso él la prefirió y penetró en sus entrañas con su amor.

Ella guardaba cuanto oía y veía en su corazón. Siguió a Jesús por los caminos de Galilea, hasta Jerusalén, hasta la cruz. Y estuvo allí cuando resucitó, y en los inicios de la Iglesia, cuando el Espíritu Santo descendió sobre los discípulos. María no hizo proezas, pero fue el origen de muchas cosas.

Un soplo de esperanza para el mundo

Los cristianos de hoy podemos sentirnos sin fuerzas, pequeños y abatidos… ¿Qué podemos hacer? En una época de crisis, de problemas y movimientos sociales, ¿qué nos enseña la Virgen?

María hizo fundamentalmente tres cosas. La primera: tuvo fe. “Feliz tú porque has creído en las promesas del Señor”, le dice Isabel. En segundo lugar, María espera. Sabe esperar, y mucho. Espera que su hijo convertirá el agua en vino; sabe que hará cosas grandes… Sabe que resucitará. Pero aguarda el momento. Y, sobre todo, María ama mucho.

En resumen, María cultiva la fe, la esperanza y la caridad; son los tres puntales que pueden sostenernos en medio de la incertidumbre.

Que María sea la suave brisa en medio del calor.

Que los cristianos seamos también brisa fresca en el mundo que se abrasa.

Que la Iglesia sea viento suave, calidez en la sociedad, esperanza para los que desfallecen. Esta es nuestra misión.

Aprendamos de María y de su total disponibilidad, de su fe, su esperanza y su amor. Al mundo lo salvaremos, no haciendo grandes cosas, sino amando más, esperando más, y con más fe. Esto hará brotar una revolución interior que sanará la humanidad. Seamos espejo de la imagen preciosa de María.

1 comentario:

Unknown dijo...

como cristiano nos basamos en la biblia como instrumento de la verdad. en tal caso en que se basan ustedes para decir que maria, madre de Jesus-Dios, subio al cielo. en que parte de la biblia esta eso mencionadi. como si esta mencionado la asuncion del mismo Jesus.
por favor responder a e_jeri@hotmail.co.uk
gracias
eder jeri