domingo, marzo 07, 2010

La oración: diálogo de tú a tú con Dios -2-

La eficacia de la oración

La oración nos ha de llevar a una actitud reflexiva y contemplativa ante la realidad que nos rodea. Todo lo que hagamos y vivamos ha de estar impregnado por la contemplación. De esta manera, nuestra vida quedará bañada por la mirada fecunda de Dios.

Hemos de aprender a mirar, a actuar, respirar, vivir y amar desde Dios. Solo así nuestra vida cristiana será coherente. Hacerlo todo desde Él, con Él y para Él nos hará identificarnos más plenamente con Cristo, maestro de la oración que nos lleva al Padre.

Vivir la oración tiene profundas consecuencias. Nos daremos cuenta que Dios está en el eje de nuestra existencia. Todo gira entorno a Él. Esto supone decir un no rotundo a la frivolidad, no a la apatía, no a la crítica constante, no a utilizar a las personas; no al rencor, a la desconfianza, a la falsa humildad, no a la maldad, no a la falsedad, al orgullo, a la ambigüedad, no a manipular situaciones, no a la mentira, a la difamación, a la vanagloria, a la venganza, al recelo, a la petulancia. Es decir: no a todo aquello que nos quita vida interior, a todo cuanto nos aleja de los demás y de Dios.

Hemos de aprender a estar delante de Dios, desnudos con nuestras miserias, aceptarlas y dejar que Él nos vaya envolviendo en su misericordia, en su amor y su perdón. Nuestra pureza ante Dios es una condición necesaria para hacer más fecunda nuestra oración.

Jesús nos enseña con su ejemplo que en Él no hay ninguna grieta entre lo que dice y vive. Esta actitud equilibrada forma parte de su profunda coherencia. La valentía y la autenticidad nos llevan a la felicidad y a la unión con Él.

Una vez abandonados totalmente en Él, en esa osmosis que hemos dicho anteriormente, se produce un profundo cambio de actitud que favorece nuestra amistad con Dios. Del hacer cosas incorrectas, pasamos a hacer cosas buenas que engrandecen y ennoblecen nuestra alma, como decir que sí a la vida, a la verdad, a la humildad, a la justicia, a la libertad, al perdón, a la misericordia, en definitiva, al amor. Solo así podremos decir que hemos entrado en la órbita de Dios; comenzamos a formar parte de Él.

1 comentario:

Casina dijo...

¡Qué buen programa para nuestra vida de cristianos! Voy a ponerlo en mi mesita de noche y leerlo cada día para intentar contagiarme de esas actitudes.
¡Gracias!