Hemos iniciado el tiempo de Cuaresma con la imposición de las cenizas como signo
penitencial. La Iglesia marca un tiempo para ahondar en el proceso de
reencuentro con Dios: un itinerario necesario para reflexionar en todo aquello
que nos separa de él. Un recorrido que todo hombre debe iniciar para
recomponer su relación con Dios y con los demás; sendero para mantener la
brújula de nuestra vida orientada hacia Él, como fuente de nuestra existencia.
Oración ante el Santísimo
Pero será
preciso reconocer cuán lejos estamos todavía de ti, Señor. Seamos conscientes
de que hemos de emprender un camino de retorno.
La humildad es
el primer escalón para superar el orgullo de creer que ya estamos convertidos y
ser conscientes de nuestros límites y pecados. Sólo desde el abandono en manos
de Dios, reconociendo que necesitamos restaurarnos, daremos el primer paso para
iniciar el regreso hasta el abrazo pleno contigo.
Tú, desde el
silencio primigenio, sabes esperar con infinita paciencia porque no quieres que
nadie se pierda. Con tu pedagogía amorosa, nos alientas a seguir en el proceso
de búsqueda de aquello que da sentido pleno a nuestra vida, que no es otro que
entrar en una profunda comunión contigo, abriendo nuestra inteligencia para
meditar en los misterios de tu corazón.
Tú eres el
incansable que no desespera porque tu Ser divino no concibe la vida si no es
desde el amor. Tu bondad y misericordia hacia tus criaturas es lo que
fundamenta tu amor hacia los hombres.
Nos has dado
la libertad para que respondamos con gratitud y alcancemos nuestra propia
felicidad. Es nuestra obstinación la que nos aparta de esta hermosa intimidad
contigo, pero tú nunca te rindes en esta conquista de nuestro corazón.
En esta
Cuaresma, queremos ser más conscientes del misterio de tu presencia, convertido
en pan para nuestro alimento espiritual en este combate en el mundo. Tu vida es
una historia de amor hacia la humanidad, que expresa su momento álgido en la
cruz, en tu agonía como prueba de una vida entregada por amor. Han pasado más
de dos mil años de tu eterna presencia a través de la eucaristía. Nunca
quisiste romper los vínculos con tus amigos y permaneces en el sagrario,
siempre esperando. Aunque caigamos mil veces, tu paciente silencio y tu
discreta acogida nos esperan.
Quieres que
encontremos un momento para venir a verte, pues deseas sentirnos cerca de ti y
escucharnos con ternura. A ti también te gusta estar con nosotros, porque con
tu cruz y resurrección renacemos de nuevo. Esta es tu locura amorosa:
levantarnos mil veces de nuestras caídas.
Venimos hoy
a pedirte que nos des fuerza para seguir adelante y que nunca dejemos de mirar
hacia el cielo. Danos el coraje y la valentía para seguir en la brecha y que
nunca nos separemos de ti.
Que esta
Cuaresma que acabamos de iniciar nos prepare para el encuentro crucial que da
sentido pleno a nuestra vida: la Pascua, el encuentro con Jesús resucitado.