domingo, noviembre 20, 2022

Tu aliento divino


De nuevo estamos aquí, contigo, en esta noche otoñal, mientras las hojas van cayendo y los árboles se desnudan lentamente, camino del invierno.

Hoy queremos que tu luz nos ilumine hasta las raíces más profundas de nuestra alma, para que tu fuerza y vigor rejuvenezcan todo aquello que nos impide florecer.

Estar aquí, contigo, es una primavera. El corazón exulta, alegre, porque tú no quieres que el follaje de nuestra alma envejezca y se marchite.

Que esta noche tu aliento divino regenere por completo nuestra vida.

No queremos ser como esas hojas que caen y se arrastran, sin rumbo, a merced de los vientos que soplan, empujadas hacia ninguna parte. La solidez de tu amor es más fuerte que un recio tronco.

Tú no permites que nos desliguemos de tu corazón, para que no nos sintamos perdidos y desorientados.

Tú no quieres que vayamos a merced de los vaivenes interiores.

Tú nos quieres agarrados a Ti, que no nos descolguemos de Ti, de tu amor. Alejados de Ti perderíamos el rumbo.

Cuando la savia que nos une deja de correr por nuestra alma, nos secamos por completo y deambulamos por la vida sin norte hasta caer en el abismo.

Por eso queremos venir de nuevo para fortalecer con más intensidad los lazos contigo. En la vida siempre hay tempestades interiores, donde nos sentimos náufragos, lejos del faro que nos ilumina. Por eso necesitamos que las olas se calmen y volvamos a la paz perdida. Y sólo aquí, contigo, es cuando sentimos una profunda serenidad, porque tú no sólo eres el Señor de los mares, sino el Señor de nuestra vida, y quieres que tengamos vida en plenitud subidos a la barca de tu Iglesia, para crear vínculos y hacer comunidad.

Hoy, una pequeña parte de tu rebaño está aquí, ante ti, para dejarse enamorar de la belleza de tu silencio y de tu suave música, que resuena en los latidos de nuestro corazón. Queremos comprender el alcance de tu infinita misericordia.

Siendo tan frágiles nos permites ser testigos de algo extraordinario. Estamos presentes delante de un Dios que, en Ti, Jesús, estalla de amor hacia sus criaturas. Vemos en la custodia el mayor regalo: tu presencia que nos fortalece, porque has decidido quedarte para siempre con nosotros.

Es como un nuevo amanecer en nuestras vidas. Por eso nos es necesario entrar en intimidad contigo.

Que, además de este espacio sacramentado, en nuestra vida cotidiana sepamos vivir tu proximidad en los demás.

Que en los diferentes ambientes seamos un reflejo transparente de tu rostro, Jesús, con nuestras acciones.

Que seamos otro faro luminoso que oriente hacia la orilla a tantas personas que naufragan en el océano de su vida, y que nos convirtamos en rescatadores de tantos que caminan sin rumbo.