domingo, julio 31, 2011

San Félix, un testimonio de coraje sin límite

El santoral cristiano está lleno de almas que se han convertido en puntos nodales para nuestro crecimiento humano y espiritual. A todos, en la infancia, se nos pone un nombre para que conozcamos e imitemos a nuestro santo patrón. Así, este se convierte en un referente luminoso de nuestra vida. En la adolescencia, cuando somos confirmados, damos un paso hacia delante en nuestra adhesión a Jesús, el santo de todos los santos. En Él se han mirado los santos del calendario, tomándole como ejemplo en su deseo de vivir intensamente una amistad plena con Dios. El firmamento cristiano está lleno de estrellas con brillo propio que surcan las inmensidades del cielo. Es apasionante deslizarse por sus biografías, llenas de un amor hasta el límite, hasta llegar a entregar sus vidas por Aquel que los sedujo y los llamó a vivir una auténtica epopeya. Algunos experimentaron vivencias místicas con un profundo sentimiento de pertenencia a Dios, eje central de sus vidas.

Podría señalar varios que han tenido una especial relevancia en mi trayectoria sacerdotal: santa Cristina de Turín, san Francisco de Asís, san Pablo, san Ignacio de Loyola, santa Clara, san Agustín, san Felipe Neri, santa Teresa de Ávila, san Juan de la Cruz, santa Teresita de Lisieux, el Cura de Ars… Leer sus vidas me ha llevado a descubrir que cuando encuentras la perla preciosa del reino de Dios todo se relativiza, y eres capaz de dejarlo todo. Entonces inicias una apasionante aventura con Aquel que, desde siempre, nos va cortejando hasta el encuentro definitivo con él. Será entonces cuando podremos respirar su presencia las 24 horas del día, porque ya lo tenemos tan adentro que, como dice san Pablo, “ya no soy yo, sino Cristo quien vive en mí”. Ya ni siquiera nos importará perder la vida, porque Él es nuestra vida. Esto también les ocurre a muchos cristianos anónimos, que fruto de su compromiso, han emprendido un intenso camino apostólico en parroquias y movimientos.

¿Qué significa ser santo?

Dios nos quiere santos a todos. Ser santo es algo tan sencillo como ser amigos de Él y unirnos a la gran tarea de hacer cielo en nuestro mundo, anunciando su reino. Dios ha querido que en mi camino personal, al tomar posesión de la parroquia de San Félix, me encontrara con uno de tantos santos mártires, para que lo conociera, lo amara y aprendiera de él. Porque de todos los santos, pequeños o grandes, siempre podemos aprender algo y dejarnos interpelar por su amor ardiente hacia Jesús. San Félix fue capaz de dar su vida difundiendo con tenacidad la fe, sin vacilar ante las autoridades romanas. En esta festividad de san Félix Africano, ¿qué nos puede decir hoy, nuestro santo patrón? Muchas cosas. Pero señalaré sólo algunas.

—Su entusiasmo misionero. Fue un cristiano incansable en el anuncio del evangelio, con fuerza, valentía y coraje.
—Su amor fresco y sin límites, que lo llevó a entregar su vida.
—Su paz y su abandono en Dios en los momentos de fuerte persecución.
—Su fortaleza interior y su gallardía; no supo lo que era el miedo ni la doblez. Tras un rosario de duros tormentos se mantuvo firme y fiel, no renunció a su fe ni en las pruebas más duras.
—Es un auténtico ejemplo de que Dios estaba en su vida.
—Y, finalmente, la autenticidad de su vida cristiana. Uno sólo asume el martirio si vive la fe como un don de Dios y cuando, fruto de ese amor, descubre que la única vida que vale la pena es la vida de Dios.

Quizás esto sea una locura para muchos. Pero el cristiano convencido no conoce la angustia desesperada, porque confía en Dios. No vale la pena vivir sin Él, como diría san Pablo: “tanto si morimos como si vivimos, somos del Señor”. Nuestra vida le pertenece, porque nos creó y nos ama. Félix tenía la  certeza de que sin la fuerte presencia de Dios sería imposible aguantar tanto sufrimiento. Sólo un amor de enamorado podía llevarle a dar la vida por Aquel que tanto le amaba.
Podríamos decir que hoy, si estamos aquí, es porque la fuerza poderosa de su testimonio ha llegado hasta nuestros días y su sangre derramada es semilla de nuevos cristianos. Pese a estar perseguidos, aunque de forma menos violenta, Dios se merece nuestra entrega para que otras generaciones puedan descubrir, vivir y amar como aquellos santos que han configurado nuestra historia cristiana.

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