Las lluvias de los pasados meses han provocado verdaderos
estragos en muchos lugares de España. Carreteras, casas, edificios y
equipamientos públicos han sufrido los reveses climatológicos, generando
inseguridad, miedo y sufrimiento en la gente, y en algunos casos también
abandono por parte de las administraciones.
Lo cierto es que muchas personas han tenido una sensación de
impotencia viendo cómo la lluvia incesante, día tras día, iba dañando su
entorno. Es entonces cuando nos topamos con la virulencia de la naturaleza que
ruge sin piedad sobre las frágiles estructuras humanas.
También en la parroquia hemos sufrido los efectos del temporal, especialmente en sus desagües. La obstrucción de las cañerías ha
provocado seis inundaciones en la zona de la rectoría. Los voluntarios que
ayudaron lucharon a brazo partido con el agua
que salía de los sanitarios con la fuerza de una catarata. Cuando la lluvia
arreciaba, era imposible frenar la salida del agua y lo único que cabía hacer
era desviarla hacia el patio.
Desde el primer día se han hecho gestiones incansables para
solucionar el problema. Han venido cubas de agua, técnicos del obispado y del
ayuntamiento, paletas y lampistas que de inmediato se han puesto a trabajar
para intentar descubrir exactamente el lugar de las obstrucciones. Tras varios
días de pruebas y exámenes, con la ayuda de cámaras, se localizaron tres
bloqueos en diferentes lugares de la red de desagües. Ha habido varios intentos de
desatascarlos con agua a presión, pero son tan compactos que ha sido imposible.
La solución propuesta ha sido, finalmente, realizar una
nueva canalización que conduzca las aguas pluviales y residuales de la
parroquia hacia el alcantarillado general, que corre por debajo de la calle
Sardenya. Tras aprobar el presupuesto, e iniciar una campaña de donativos entre
la feligresía, los paletas se pusieron manos a la obra y en menos de dos
semanas han terminado esta nueva conducción.
Una reflexión: cuando el alma se agita
Cuántas veces nuestra alma se inquieta. Aguaceros interiores
nos hacen naufragar, generando en nosotros problemas de angustia y de
identidad. Nos sentimos perdidos, no controlamos la situación y la inseguridad
aparece, junto con sentimientos de soledad e impotencia. Perdemos el rumbo, la
obstrucción interior nos paraliza y el miedo nos quita lucidez para decidir.
Todo nos viene grande. El daño psicológico, emocional y espiritual, puede
causar estragos en el alma, hasta romperla.
Al igual que con las inundaciones, podemos pasar tiempo
intentando achicar las aguas del dolor que nos invaden.
Pero hemos de creer que un día las lluvias cesarán y dejarán de arremeter
contra el muro de nuestra alma. Las olas que vienen de afuera dejarán de
azotarnos y esas trombas torrenciales que oscurecen nuestros días darán paso a
una mañana luminosa, incluso en pleno invierno.
Todos estamos llamados a renovarnos y a renacer. La
esperanza siempre está ahí, en el momento en que nos lanzamos a la vida. Todo
lo que vive tiene sus estaciones, como vemos estos días con la caída de las
hojas de los árboles. Todo vuelve. Las aguas que han dejado su huella en este
duro otoño harán que la primavera surja con más brío y más fuerza. La vida es
un eterno amanecer, porque no se acaba en un vacío absurdo.
A raíz de lo ocurrido por causa de las lluvias, con las
obras ya terminadas, se ha podido reestructurar todo el sistema de desagüe de
la parroquia, con nuevos materiales de mayor calidad que favorecerán un mejor
drenaje. El sistema anterior, de tocho al estilo romano, estaba obsoleto y
hasta dificultaba el fluir de las aguas.
¿Cuál ha sido el precio? Una cicatriz que señala la
actuación realizada para desbloquear los trombos que impedían el
paso del agua. Pero ¡bendita herida la del patio, que nos recordará este año que ha sufrido la parroquia! Todo esto ha servido para que la
comunidad se ponga en pie, en una activa campaña económica para hacer frente al
gasto de las obras. La actividad pastoral no se ha paralizado en ningún
momento. Con el esfuerzo de todos las obras han sido posibles. Una preocupación
inicial se ha convertido en fortaleza para los feligreses. La comunidad crece.
Juntos resolvemos un gran problema y mejoramos el funcionamiento de todo el
complejo parroquial. La cicatriz del patio nos estará recordando un triunfo.
Las aguas de la solidaridad drenan el alma. Cuando todo
fluye, la vida corre y es plena. Después de 70 años, los pequeños trombos en
los desagües de la parroquia se habían hecho grandes, hasta producir una
obstrucción peligrosa. Con este signo hoy también podemos decir que hemos
mejorado el drenaje de nuestra alma, porque hemos dejado que Dios trabaje en lo
más profundo de nuestro ser y desbloquee los atascos que nos impiden ser
generosos y solidarios. El amor de Dios todo lo drena y permite que el agua de
la vida espiritual fluya por nosotros con la máxima intensidad.
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