La vida humana pasa por diferentes momentos y etapas que se
suceden entre la enfermedad y la salud. Somos frágiles y vulnerables: estamos
expuestos a muchas situaciones que pueden amenazar nuestra salud y nuestra
vida, causando a veces hondas crisis existenciales.
Nos preguntamos por qué hemos de pasar por ese trance de
dolor y sufrimiento. En algunos casos, nuestra vida puede verse hipotecada por
problemas graves de salud, o nos vemos obligados a vivir dependiendo de los
demás a causa de alguna incapacidad. Es normal que se produzcan resistencias a
asumirlo.
Pasar por una enfermedad que va diezmando nuestra vida y nos
produce dolor físico y emocional puede provocarnos una rebeldía comprensible.
Hoy, la Iglesia nos ofrece un “salvavidas” a todos aquellos
que sentís que estáis naufragando. Ya no sólo por problemas en la salud física,
sino en la salud psicológica, existencial y espiritual. Es la totalidad de la
persona la que puede sufrir desajustes que se manifestarán en diferentes
patologías.
Jesús fue extremadamente sensible al sufrimiento humano y
sanar a los enfermos se convirtió en una parte muy intensa de su ministerio. Él
quiso asumir sobre sí mismo el dolor de la humanidad, de ahí su cercanía a todo
aquel que sufría.
El sacramento de la unción es el bálsamo de la ternura de
Dios. A través de este aceite, la gracia de Dios penetra hasta lo más profundo
de vosotros, para que toda vuestra existencia, desde la piel hasta el alma,
quede impregnada de su fuerza sanadora.
Él nos quiere con salud y felices. Pero no sólo se trata de
mejorar en aquello que os preocupa, sino de acoger el don de lo Alto para que
os dé el coraje de abrazar con paz vuestra situación. Hoy, los cristianos
enfermos y abandonados en manos de Dios pueden dar un gran testimonio
evangelizador ante un mundo caído y derrotado. Tener una rica vida espiritual
puede impactar en nuestra mejoría, pero cuando aprendemos a abrazar la cruz
estamos iluminando a muchos. Unirse al sufrimiento de Cristo es la mejor
terapia. No tanto porque pueda reducir el dolor, sino porque desde la cruz de
Cristo damos otro sentido trascendente al sufrimiento. Sólo en sintonía con él empezaremos
a regenerar las células de nuestra alma.
El bálsamo del sacramento de la unción es el antídoto a la
tentación de acortar o terminar nuestras vidas con los medios que se nos
ofrecen para huir del sufrimiento.
La vida, incluso enferma, es sagrada y tiene un valor
incuestionable que va más allá de las ideologías y de ciertas prácticas
médicas. Con el pretexto de acabar con el dolor, están poniendo en cuestión el
principio sagrado de la vida.
La Iglesia nos ofrece el regalo de este sacramento que ayuda
al enfermo a aliviar su dolor y lo fortalece, dándole paz e invitándolo a
confiar en la misericordia de Dios.
3 comentarios:
Muchas gracias !!! Es un sacramento que da fuerzas al alna y el cuerpo y es de gran consuelo
Gracias padre Joaquín por su explicación muy importante en este tiempo de tanta confusión , es un poder que nos ayuda en momentos difíciles cuando confiamos en el poder sanador de Dios y abrazando la Cruz como única opción en nuestra vida para hacer la voluntad del Padre
El comentario anterior me parece tan oportuno y necesario. Confiar en el poder inmenso de Dios para sanar el cuerpo y el alma, aliviar el sufrimiento y la aflicción. Gracias Jesús por dejarnos el Sacramento de la Unción de los Enfermos, porque te pasaste tu vida en la tierra curando, consolando y haciendo el bien.
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