La Iglesia tiene que ser como María: ha de ponerse siempre
en camino. Hay muchas necesidades que cubrir, de todo tipo. No sólo las obras
de caridad, sino que hemos de ponernos en marcha para evangelizar a tiempo y a
destiempo, porque, más que nunca, es necesario llenar de sentido la vida de las
personas que se deslizan hacia la nada.
La Iglesia ha de tomar como referente la imagen mariana,
siempre abierta a los otros y abierta a Dios, al soplo del Espíritu Santo.
Compartir alegría
Dos mujeres hebreas, parte de ese resto de Israel, el pueblo
escogido, se saludan. ¡Qué importante es la solidaridad basada en algo
auténtico, no en una ideología, sino en la hermandad profunda entre las
personas! María atiende a Isabel. Y el niño salta de alegría en su seno. Dos
veces reitera el autor sagrado la felicidad del bebé ante ese encuentro de las
dos primas. La alegría se esparce en el entorno; cuando hay un ambiente de
afecto, de cariño, de comunicación profunda, los niños perciben, ya desde las
entrañas de la madre, ese amor extraordinario que une a las mujeres.
Canto de gozo
María dirá: Proclama mi alma la grandeza de mi Señor.
Una jovencita, llamada a ser madre de Dios, supo convertir su casa en un
santuario donde tenía espacios hermosos de oración. Por eso llegó a ser la
madre de Dios. ¿Cómo no va a cantar y a
proclamar su alma lo que Dios ha hecho en ella? ¡Así sale de su corazón!
Y se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador. Una
alegría profunda está basada en una íntima relación con Dios en nuestra vida.
¿Por qué a veces no estamos contentos? Quizás porque no nos dejamos llevar por
el soplo amoroso de Dios. Muchas cosas pasan a nuestro alrededor, pero hay algo
que supera estas dificultades: sentir que Dios te quiere y cuenta contigo. El mal
quizás no desaparece, pero lo viviremos de otra manera, mucho más serena y
aceptando la realidad. Por tanto, esa alegría, ese canto, esa alabanza de María
se basa en su apertura total a Dios. ¿Y si, en el fondo, no somos más felices y
gozosos porque no estamos del todo abiertos a Dios? El fundamento de nuestra
alegría no es tener una cosa o hacer otra, o disfrutar de cierta fama. La
alegría viene de la certeza profunda del corazón: Dios anida en mí. Y de esa
certeza, ¡claro que surgirá un canto a Dios por todo lo que recibimos cada día
y quizás no somos conscientes!
Resucitada
Ella reconoce su pequeñez y humildad, pero también dice que
de generación en generación será bendecida. Y es así: todos tenemos a María
como referente. María, la madre de Dios, la que intercede. Hoy celebramos que
ella es asunta, elevada al cielo. Es una resurrección, después de su dormición,
como se dice en la tradición cristiana. Por tanto, participa de la
resurrección de Cristo, como humana que es. Recibe ese don especialísimo de la
resurrección y comparte la amistad santa con Dios, iniciada al quedar
embarazada por obra del Espíritu Santo.
Hoy, muchos lugares de España celebran a María y cantan a
María. Hacemos nuestras proclamas, alabamos a María, porque a través de ella
fue posible nuestra redención. Ella dijo que sí al plan de Dios en su vida,
abrió sus entrañas a la voluntad de Dios para convertirse, nada menos, que en
la Madre de Dios (theotokos en griego).
Maestra de silencio
María convirtió su vida en una escuela de silencio. Cuando
Jesús se fue de su casa para predicar, su hogar continuó siendo una pequeña capilla,
donde seguramente los discípulos, a la vuelta de sus tareas, debían ir a
visitarla. Y María, como madre de todos, también acogería a los apóstoles que
venían con Jesús, su hijo.
María nos enseña a reconocer la trayectoria de Dios en
nuestra vida. Si uno se detiene y sabe hacer silencio, se da cuenta de cómo Dios
lo ha ido cogiendo de la mano hasta llevarlo donde está. Mi experiencia, ya lo
sabéis por mi escrito y mi libro, es que, sin saber por qué, Dios quiso contar
conmigo.
Sí. Dios cuenta con cada uno de vosotros. Para que digáis sí
a la vida, para que su Iglesia siga estando en marcha. Pero María nos enseña a
ser contemplativos. La contemplación es esencial. Nos movemos entre estos dos
campos: el trabajo apostólico y la oración en silencio. Cuando en la Iglesia
nos olvidamos de rezar, cuando nos olvidamos de hacer un paréntesis (incluyo
también a los sacerdotes y a los que estamos en primera fila), podemos caer en
tentaciones. Porque cuando se es alguien importante el riesgo siempre aparece.
Por tanto, en la Iglesia tenemos que estar bien atentos. Más allá del
compromiso de la caridad y de la proyección en el mundo es importante la
oración que nace de lo más profundo de nuestro ser. Si la Iglesia cae en el
activismo sociopolítico y religioso, se está apartando de lo esencial. Cuando
uno cree que todo depende de él, se está equivocando. No es verdad. Todo
depende de Dios y de su gracia. Cuidado, que no caigamos en esa
autorreferencia, como avisa el Santo Padre. La Iglesia ha de ser como María, humilde,
al servicio de los demás, atenta a las necesidades de los otros.
Alegría profunda
Pero la humildad no le quita una certeza: que Dios está con
ella. La Iglesia debe tener esto siempre presente. Porque, a veces ciertas,
formas de la piedad religiosa fomentan el sentimiento de culpa y el
sufrimiento. Eso es una parte, pero si solo nos quedamos en esta piedad nos
quedamos antes de la resurrección. Lo que cambia nuestra vida es que Jesús ha
resucitado. Sin esta noticia, la Iglesia no tendría sentido, seríamos gente
estupenda, que viene aquí, que hace cosas. Pero la centralidad de la eucaristía
es que celebramos a Jesús resucitado. Cristo resucitado es el que está
en la Iglesia.
¿Por qué María canta? Porque tiene la experiencia vital de
que Dios está con ella. En la Iglesia hemos de vivir esta certeza: Dios esta en
nuestra vida, en nuestros proyectos y en cada uno de nosotros.
Quizás un día, por su inmensa misericordia, Dios nos asuma a
los cielos, pero lo que está claro es que tenemos una enorme aliada, que es
María. Ella es maestra del silencio y maestra de la escucha.
Maestra de la escucha
Ayer decía que María llegó a donde llegó porque supo
escuchar la palabra de Dios. Supo aplicarla a su vida. Supo cumplirla. Supo
hacerla vida de su vida. Cuando llegamos aquí, es cuando el silencio se
transforma en algo extraordinario. Dejemos que nos hable este bálsamo dulce de
Dios que penetra en nuestra alma. Porque hoy celebramos muchas fiestas, muy
bonitas, en honor a María, pero ¿dedicamos un poquito de tiempo para callar,
hacer silencio y escucharla? Si decimos que ella es tan sencilla y humilde, no
sé si le gustará mucho tanta pandereta, no lo sé. Seguramente le gustará que
nos acurruquemos en ella, como madre nuestra, y que dejemos que su latido
marque nuestro latido. Entonces sentiremos una hermosa sintonía con la Madre de
Jesús, la Madre de la Iglesia.
El aspecto femenino es importante en la Iglesia. La Iglesia
es mucho más que los curas, los obispos y el papa, la Iglesia somos todos los
bautizados, y todos tenemos la enorme misión de evangelizar, una misión tan
importante como cualquier otra, en otros lugares.
Aprendamos a escuchar. Para esto hay que parar y dedicar un
tiempo, sin prisa, a la oración, al silencio, a la escucha.
Ayer comentaba que en la televisión y en las redes sociales
hay una catarata de frivolidad y de palabras vacías. ¿Cómo es posible que
hayamos convertido un don tan hermoso que nos ha dado Dios, como es hablar, en
un medio para decir tantas tonterías? ¡Es un pecado! Un don que nos permite crear
sonidos y palabras, que nos hace capaces de comunicarnos y de llegar al corazón
del otro. ¿Qué hacemos con tanta palabrería?
Un sacerdote decía que, en vez de ser charlatanes, debemos
ser escuchatanes.