Nos has amado tanto, que diste tu vida por
nosotros.
Con tu amor sin medida, nos enseñas a amar hasta el extremo, hasta dar la vida.
Tu amor no tiene fronteras.
Moriste para salvarnos. Y nos diste nueva vida.
Hoy, en silencio, queremos saborear contigo este momento de paz.
Queremos comprender que la vida cristiana, muchas
veces, pasa por abrazar la cruz.
Por aceptar, con libertad serena, el pequeño o el gran martirio de cada día.
Estamos llamados a darlo todo, incluso el sufrimiento.
Queremos ser valientes como tú.
Ayúdanos a soltar los miedos que nos paralizan.
A ser luz en medio de la penumbra.
A ser testigos tuyos, vivos, auténticos.
Más que nunca, necesitamos de ti.
De tu cercanía, de tu presencia, de tu cálido susurro.
Alimentarnos de ti —pan vivo bajado del cielo— es lo que nos fortalece por dentro, lo que nos hace crecer como personas y como creyentes.
Necesitamos llenarnos de ti.
Reposar en ti, para tomar nuevas fuerzas, y seguir caminando con el pan de tu Cuerpo en nuestro interior.
Hoy venimos aquí a escuchar la melodía de tu silencio y la música suave de tu dulzura.
Este encuentro contigo es un oasis. Un descanso en medio del camino.
Una pausa sagrada en tu presencia.
Queremos descansar en ti, para seguir la carrera —como decía san Pablo— hasta la meta. Queremos correr contigo, no solos.
En la fiesta del Corpus, te nos das como Pan.
Tu Cuerpo, desgarrado en la cruz, se convierte en alimento sagrado: una ofrenda pura, que nos levanta, que nos redime, que nos regala vida plena y eterna.
Tu Sangre derramada es vino que purifica.
Sangre de amor, sangre de salvación.
Sangre que nos ofreces, para que vivamos, agradecidos y asombrados, el milagro de nuestra existencia rescatada por ti.
Te pedimos hoy, Señor, coraje y sabiduría para vivir este don sagrado: tu vida, entregada del todo, por tu criatura.
Solo tú puedes ensanchar nuestro horizonte.
Solo tú das sentido a todo lo que somos, a todo lo que hacemos.
Queremos vivir abandonados en ti.
Que la confianza y el sosiego sean la brújula que nos lleve a tu Corazón.
Porque sin ti, todo se oscurece… y contigo, el alma se ilumina.
Solo con un testimonio auténtico y fiel podremos ayudar a otros a encontrarte.
Ojalá que muchos vean, en la lucecita encendida del sagrario, una señal de tu presencia viva, una promesa de que tú estás ahí. Siempre. Esperando. Con los brazos abiertos.
Tú no fuerzas, pero siempre esperas.
Gracias, Señor, por salir un rato del sagrario, para estar más cerca. Para que podamos sentir tan próximo tu aliento divino.
¡Gracias!
2 comentarios:
Que día tan bonito, fue una celebración que se sentía la presencia viva de Jesús Eucaristía 🙏
Qué bonito escrito … que la lucecita del Sagrario que nos indica tu viva presencia , Señor , nos acompañe para que editamos nunca nos sintamos solos y nos guíe en la obscuridad ..hacia Ti ..hacia el Sagrario …y tb …hacia los demás …nos necesitamos todos..!!
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