domingo, mayo 17, 2009

Teología del gozo

Una visión sesgada del ser humano

Por mucho que la prensa y diversos medios de comunicación se obstinen en resaltar el egoísmo y la dimensión animal del hombre, hasta llegar a jactarse de ello, nunca impedirán que desaparezca la bondad connatural del ser humano. Hoy se da un cierto periodismo que está convirtiendo sus noticias en una crónica de sucesos. Es un periodismo grosero y parcial, que busca señalar constantemente la maldad y la vertiente más mezquina del ser humano.Los medios de comunicación olvidan que los sucesos que narran son excepcionales y aislados y no responden a las actitudes más básicas y comunes del hombre. Es la prensa la que altera la noticia y hace más vil al ser humano. Considero que a veces sus criterios son manipuladores y perversos y esconden unos intereses económicos para lograr una mayor audiencia al precio que sea. Los sociólogos hablan de la cultura kitsch para referirse a este gusto por lo ordinario, lo soez y lo que está de moda en un momento dado.

Hay una tendencia social tanto a nivel político como periodístico e incluso filosófico que pretende arrebatar al hombre lo que le es intrínseco como persona, que es el deseo firme de anhelar la felicidad y la alegría. Estas actitudes también son connaturales a él, como lo son el egoísmo y el sufrimiento.

Pero es evidente que dependiendo de nuestra propia concepción antropológica podremos resaltar una tendencia u otra. Algunas concepciones filosóficas caen en una visión del hombre como un ser vacío de sentido, es decir, llevan al nihilismo como una actitud ante la vida, o una angustia existencial sartreana. Este modo de entender al hombre responde a una actitud que no concibe la vida como un don, sino como una condena. Por tanto, nada tiene sentido y caemos en el absurdo.

La visión trascendental: el hombre tiende al gozo

En cambio, una visión antropológica desde una dimensión trascendental nos lleva a descubrir el enorme potencial del corazón humano. Nos estamos refiriendo a la antropología cristiana. Podemos afirmar que la capacidad de entrega y la generosidad del ser humano muchas veces no tienen límites. Nos referimos a la dimensión humana y espiritual. Afirmo con toda rotundidad que el hombre es un ser nacido y llamado a vivir el gozo y la felicidad. Sólo cuando niega estos valores y se empeña en vivir lo contrario, el egoísmo, la envidia y la tristeza lo invaden.

Tener la certeza de que somos inmensamente amados por Dios es la fuente de nuestro auténtico gozo existencial. Cuando el ser humano es capaz de creer en sí mismo y de salir más allá de su realidad, de su corazón surgirán torrentes de alegría, porque el Dios de los cristianos es la fuente suprema del gozo. Toda criatura suya nace con esta inquietud trascendental, el deseo de felicidad en mayúscula. El hombre tiene dentro algo que le hace crecer, madurar y amar. Sin el amor pierde el horizonte de su vida, cae en el abismo y en el sinsentido.

La fuente de nuestro gozo

Partiendo de esta concepción cristiana el hombre está llamado a buscar la felicidad eterna. ¿Dónde está el fundamento de la teología del gozo? El hombre debe pasar de la alegría psicológica y humana a la alegría óntica y espiritual, ese deseo que está impreso en sus entrañas, y también en las de Dios. En el santoral cristiano aparece una santa excepcional: Santa Gertrudis la Magna, que nos habla del gozo del Señor.

La revelación cristiana parte del acontecimiento pascual: Cristo ha resucitado y es nuestra mayor alegría. La eucaristía es el lugar de encuentro donde se comparte el gozo de existir y de sentirse amado por Dios, que se nos entrega a través de su Hijo. Es el motor de nuestra plenitud humana y cristiana. No se puede ser feliz de forma aislada, sin abrirse a la realidad de las otras personas. Cuando decidimos buscar a los demás y hacerlos felices, obtenemos un gozo que nada ni nadie nos podrá arrebatar.

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