El diagnóstico: vamos avanzando, a paso aún débil
A veces parece que estamos un
poco instalados, desenamorados. Nos mueve el cumplimiento del deber cristiano,
pero quizás nos falta vibrar más. Nos falta pasión.
Si cumpliéramos lo mínimo con
nuestra familia, con nuestro esposo o esposa, con los hijos… ¡seguramente nos
pedirían más! Necesitamos entusiasmarnos por la familia, por los hijos, por el
hogar, por los proyectos. Cumplir no basta.
Si sólo cumplimos, nuestra
relación con Dios se limitará al rito y a las normas. Imaginaos esto en una
relación de pareja. ¿Se sostienen los matrimonios sólo por el deber?
Humanamente no se puede; la desidia y el cansancio os vencerán.
Dios sigue enamorado y nos
espera. ¿Y nosotros? Cuando un enamorado ama y el otro no responde, queda
tristísimo. No hay un latido común. ¿Nos hemos instalado en la desidia? ¿El «ir
haciendo» es nuestro plan de vida?
De esta falta de pasión viene
la esterilidad. El mínimo esfuerzo nos cuesta mucho. En las parejas esto acaba
en aburrimiento y separaciones. En la Iglesia, vemos parroquias vacías que
sobreviven bajo mínimos. De la fe se ha pasado al rito. Del amor, a la norma.
Renunciar a la misión evangelizadora nos quita fuerza. La
misión es exigencia, pero también es fuente de alegría, como recalca el papa
Francisco en su exhortación La alegría del evangelio.
La conclusión es que así no
podemos estar. Si amamos, del amor se deriva un compromiso. Si queremos a
Jesús, amaremos a la Iglesia, a nuestra comunidad.
¿Cómo volver a enamorarnos?
Cuando la excusa para no
comprometernos es que no nos cae bien el cura, o no soportamos al otro, esto es
fruto del desamor. Cuando hay amor, los defectos del prójimo no importan.
Pero si amas por obligación,
el amor muere. La norma sola mata el amor. El amor necesita la libertad, como
el fuego necesita el viento para propagarse. Sin libertad, el amor se apaga.
¿Cómo enamorarnos de nuevo? O
¿cómo enamorarnos por primera vez? Si siempre nos han obligado… tenemos que aprender
a amar.
Volvamos a las raíces,
volvamos al primer amor. Necesitamos reavivar esa chispa que un día nos hizo
arder.
¿Qué hiciste entonces?
¡Hazlo! ¿Qué actitud tenías? ¡Tenla ahora!
No temas al cambio, al
vértigo, a lanzarte. Un enamorado se atreve a todo. El amor hace valientes a
los cobardes, decía un sabio.
Volvamos a la relación
personal, directa con Jesús. Dedícale tiempo, da tu tiempo a los demás: con
voluntariado, con apostolado. Dale tiempo y date a ti mismo. Dale recursos,
ayuda, medios, creatividad… ¿Qué le darías a tu amado, a tu amada? ¡Dáselo a
Jesús!
Todo cuanto hagas, hazlo con
libertad. No temas, no vas a perder nada. Ganarás una inmensa alegría. Cuando
le das algo a Jesús, te lo multiplica. Jesús no te empequeñece, ni te quita
nada. Jesús es la mejor apuesta.
Todo en tu vida se renovará:
familia, propósitos vitales… Te sentirás pleno. Jesús no te vacía, te llena.
Vuelve al primer sí: sí a Dios, sí a los demás.
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