domingo, febrero 20, 2022

La guerrera de Dios


Ella era así: exigente, entregada, volcada por entero al proyecto de la comunidad de Misioneros de Jesús en Barcelona. La conocí de mano de una amiga suya, hace siete años, un día de invierno. Tras un saludo afable, me pidió una de las salas de la parroquia para iniciar un grupo de lectura y reflexión sobre la Palabra de Dios. Fue así como un primer grupo de cinco personas comenzó este proyecto, creando un entorno cálido para profundizar en la lectura divina, los domingos por la tarde a las siete.

A la luz de unas velas, con sencillez e ilusión empezó a arder una pequeña llama que se convertiría en el gran proyecto de su vida. Aquellos primeros pasos de gente humilde, pero entusiasta, liderada por Amparo, fueron la gestación de una futura comunidad.

El movimiento Misioneros de Jesús Internacional está extendido por 26 países latinoamericanos y algunos de Europa. Tiene su sede en New Jersey, donde arrancó el proyecto fundado por Neil Vélez. En Barcelona, la semilla estallaría con el primer retiro «Por sus llagas».

Fue a partir de esta primera experiencia que la comunidad creció de manera exponencial, hasta llegar a reunir un gran número de personas que buscaban con ansia respuestas a los grandes interrogantes de su vida. Liderada por Amparo, la comunidad organizó diversas actividades que ayudaron al grupo a crecer y cohesionarse: asamblea semanal en el templo, con pláticas, meditación y oraciones; canto y música con valores formativos y religiosos, profundizando en la palabra de Dios; retiros, escuela de fe, salidas...

La fe es el eje vertebrador de este movimiento. Empiezan muchos de sus encuentros con estas palabras, que marcan su línea de espiritualidad:

Señor, reconozco que sin ti nada puedo, pero también sé que, si tú estás conmigo, todo lo puedo; por eso me humillo ante tu presencia y te pido que aumentes mi fe.

Rápidamente se fueron creando diversos ministerios o servicios, para atender los distintos ámbitos. Amparo luchaba sin tregua por la cohesión del grupo, su formación y compromiso. Su entrega llegaba a veces a la extenuación, con el deseo de darlo todo por la comunidad que había iniciado. Su fuerza interior era la de un huracán. Amparo nunca se rendía, aunque sí es cierto que se agrietó. Su frágil salud fue haciendo mella en su cuerpo, pero ella seguía al frente de un grupo que no dejaba de crecer. Los retiros eran fecundos y abrían las puertas de un nuevo horizonte para muchos. En estos encuentros se produjeron grandes conversiones y muchas almas se acercaron a Dios. También hubo experiencias de sanación y de cambio de vida.

Tras cinco años de generosa entrega, Amparo decidió volver a su Bolivia natal, después de quince años de ausencia. Su padre estaba enfermo y quería estar allí, a su lado, para atenderlo y acompañarlo los últimos días de su vida. En Bolivia, ella deseaba iniciar un nuevo proyecto vital y espiritual.

Tras la muerte de su padre, Amparo se planteó volver a Barcelona. Ilusionada con sus planes, preparaba el viaje de regreso cuando, de manera fulminante, su vida quedó segada.

Un derrame cerebral inesperado le causó la muerte sin que nadie pudiera preverlo.

Al saberlo, su comunidad quedó sin aliento. Nadie esperaba algo así. En la tarde del 12 de febrero, día de santa Eulalia, la tristeza invadió el corazón del grupo de Misioneros en Barcelona. Lágrimas, emociones compartidas, recuerdos, preguntas... ¿por qué?, corrieron entre tantas personas que la conocían y habían recibido de ella miradas cálidas, palabras de consejo y apoyo.

El impacto de una noticia tan dolorosa atravesó el alma del grupo, y también de la comunidad de la parroquia de San Félix. Todos cuantos la conocían y la amaban quedaron atónitos y consternados. 

Así fue: Amparo dejó una huella profunda en todos aquellos que la conocíamos. Su marcha de este mundo ha dejado, como me han comentado algunos, un sentimiento de orfandad muy grande. Supo llegar al corazón de todos. Aun reconociendo que en algún momento se equivocaba, su entrega era indiscutible, así como la sinceridad en su deseo de mejorar, aunque le costara mucho. Así me lo comentó en varias ocasiones.

Además de animar a su comunidad, participaba en el coro parroquial y asistía cada domingo o cada sábado a la eucaristía comunitaria. El amor a Jesús sacramentado era central en su vida. Siempre estaba allí, en medio de la comunidad, con su dulce sonrisa y dispuesta a colaborar en la liturgia.

Una feligresa, recordándola emocionada, me decía: «Dios quiso a esa flor en su jardín». La fragancia de su bondad caló en el corazón de esta persona. «Finalmente», concluyó, «Dios es un misterio inabarcable». Me hizo pensar mucho esta conversación.

Como dije en la homilía, cuando ofrecimos su alma al Señor, ella seguirá velando, custodiando a su comunidad desde el cielo. Seguirá trabajando por aquellos que inició, quizás con más fuerza aún. Es un privilegio tener en el cielo a una mediadora junto a Dios.

Ese deseo que tenía en lo más profundo de su ser estallará para dar gloria a Dios. Agradezcamos su legado, su testimonio vivo de fe, y que sea motivo de empuje y fuerza en los momentos difíciles, para que nunca se pierda el rumbo de un proyecto misionero y eclesial. Aprendamos a ser agradecidos por tanta vida volcada con amor. Que este testimonio luminoso de Amparo llene de sentido vuestra vocación misionera al servicio de la Iglesia. Como solía decir ella, «la meta es el cielo». Es decir, la meta es volver a nuestro origen, que es el corazón de Dios.

6 comentarios:

Unknown dijo...

Que hermoso muchísimas gracias padre Joaquín es un gran honor ser parte de San felix africano

Unknown dijo...

Perfecta semblanza padre de una gran mujer a la que conocí gracias a usted y me impacto su fuerza y claridad en la fe hoy me impacta su fallecimiento el señor la tenga en su gloria

Pelipunto dijo...

Quiero dar mi sentido pésame a esa comunidad que abrió muchas puertas en San Félix y sirvió de refugio a muchas otras, donde el espíritu de Amparo era la fuerza y el empuje hacia adelante. Aunque no pertenecía a su comunidad siempre admiré la gran valor con la que se había comprometido, en cuerpo y en espíritu. Ella seguirá allá arriba cantando, animando y ayudándonos a todos para llegar. Un abrazo a todos desde Valencia. María José

branwen dijo...

Gracias! En paz descanse!

Unknown dijo...

Muchas gracias padre Joaquín por hacerle ese honor, es un escrito muy hermoso y es un privilegio poder leerlo y revivir la enseñanza que nos dio Amparo " Amparito" para mí...

Montse de Paz dijo...

Es así, tal como la conocimos. Luchadora hasta el final. Una apóstol incansable. Tenemos mucho que aprender de ella.