Roman Jori entrevista a
Joaquín Iglesias Aranda en el programa L'accent.
4 diciembre 2013 en Ràdio Estel.
Sacerdote y escritor, nacido
fuera de Cataluña, concretamente en Badajoz, ejemplo de integración para todos,
ha desarrollado toda su carrera en Barcelona. Fundador de dos organizaciones
humanitarias y con una larga trayectoria social y cultural, ha trabajado
siempre de cara a los más desfavorecidos. Hoy nos muestra su faceta de escritor.
―Joaquín, ¿no te
parece que ya es normal que el caos se apodere de nosotros? Nos estamos
acostumbrando a él...
―Pienso que más bien dejamos
que el caos se apodere de nosotros. Si tenemos valores y criterios, si nos
queremos abrir a los demás, esta cultura del sinsentido no tiene por qué
afectarnos tanto.
―Así que San Juan de
la Cruz, ¿no era lo que hoy llamaríamos “un cenizo”?
―No. Sus noches oscuras son más que un análisis sociológico,
político o económico. Él tiene una experiencia de anhelo de Dios, de
trascendencia, y en su proceso de crecimiento espiritual se encuentra con
momentos muy duros, hasta alcanzar esa plenitud del amor de Dios.
―¿Podríamos decir que
la esperanza es a largo plazo? Porque hoy día parece que todo el mundo espera a
corto plazo… ¿Qué es la esperanza para ti?
―La esperanza es una virtud que va más allá de obtener
alguna cosa material. Ahora hay una cultura de obtener lo inmediato
rápidamente. La esperanza es tener el corazón abierto a aprender. Y, sobre
todo, mirar siempre tu vida desde una perspectiva trascendental.
―¿Se puede decir que
no existen los fracasados? ¿Es la sociedad quien hace fracasados?
―Sí, hasta cierto punto, pero todo depende de cada uno, de
su potencial, de sus ganas de crecer, de madurar, de abrirse a los demás.
Siempre estamos echando las culpas del fracaso a otros: a la familia, a los
amigos, a la cultura, a la sociedad, a una forma de vivir… Pienso que cada uno
tiene la capacidad interna para romper con los obstáculos y dar un salto en su
vida.
―¿Qué es el pecado,
hoy? Yo tengo un concepto… ¿Cuál es el tuyo?
―El pecado es romper con el absoluto, con Dios. No hemos de
reducir el pecado solo a una cuestión moral, se trata también de la apertura.
Cuando rompemos con la fuente de la misma Vida, que es Dios, esto es un pecado.
―¿De qué tenemos que
salvarnos?
―Tenemos que salvarnos de todo lo que nos esclaviza, de todo
aquello que nos hace pequeños, que nos hace mirarnos el ombligo, del narcisismo
puro. Tenemos que salvarnos de todo esto para liberarnos y poder llegar a
crecer como personas.
―¿La comunicación es
vida? ¿El verbo es vida?
―El verbo es vida porque comunica, y todo lo que comunica es
creación y relación. Todo lo que implique apertura a los demás es importante:
el Verbo es el amor en acción.
―¿Por qué los curas y
religiosos habláis tanto de la familia? ¿Será porque no la tenéis… o tenéis
otro concepto?
―Hemos de trascender de la familia biológica. Pero, así y
todo, los sacerdotes tenemos padres, hermanos, familiares, sobrinos, abuelos…
Yo procedo de una familia, y para mí la familia es fundamental para el
crecimiento humano y espiritual.
―¿Qué pasa con los
que no han visto a Jesús?
―Que ellos se lo pierden. [Ríen] En esto influye mucho la
formación de su entorno. Pero, aunque no lo vean, pienso que Dios es tan
misericordioso que los salva también.
―Muchos ven en Dios
la belleza. ¿Están equivocados? Yo, en la belleza veo a Dios.
―Dios es la máxima belleza. Es la máxima expresión del amor.
Y el amor es igual a belleza, y a verdad.
―El demonio y el
infierno, ¿no crees que están en la tierra?
―Ciertamente. Cuando hay ruptura, cuando hay egoísmo, cuando
la gente solo piensa en sí misma, esto es una clara manifestación del maligno.
Sí, está en medio del mundo.
―Hoy día, ¿existe el
pecado del adulterio, sí o no? ¿Qué crees? Porque hay tanta promiscuidad…
―Lo hay, pero es una constatación que las relaciones se
rompen, se empobrecen, falta confianza, afectividad, apertura al otro. Cuando
esto sucede, la gente busca cómo saciarse y cómo paliar su propia falta de
afecto.
―El amor, ¿se busca
cuando no te lo dan? Es decir, ¿lo buscan los que están carentes de él?
―Sí. Nosotros tenemos que darlo porque ya lo tenemos. Hemos
de ser conscientes de que ya tenemos ese amor. Solo cuando somos capaces de
abrirnos podemos darlo y a la vez recibirlo.
―¿Por qué el apóstol
Tomás es un reflejo de la humanidad que sufre?
―Porque duda, le falta fe, no cree lo suficiente. Y cuando
nos falta el sustento de nuestra felicidad, que es la fe, esto lleva a un cierto
desespero.
―¿Por qué la
humanidad se renueva en Cristo?
―Porque es creación constante. En la medida que la persona
se abre, se comunica, es capaz de compartir, queda renovada interiormente.
―¿Qué nos dices sobre
la figura de Jesús?
―Que es apasionante. Es la figura que me hizo replantearme
mi vida, a partir de un testimonio. La imagen te viene dada a través del
testimonio de otros que son capaces de contagiarte su propia experiencia de una
amistad profunda con Jesús.
―¿Quién fue tu
testimonio?
―Fue un sacerdote de una comunidad parroquial, entusiasta,
creativo, una persona con una fuerza interior muy grande, que amaba a la
Iglesia y que era capaz de contagiarte vida. A partir de su experiencia, estuve
hablando con él y me planteé el sacerdocio.
―¿Por qué la gente se
enamora de la figura de Cristo?
―Porque es el que realmente colma todas tus expectativas.
Cuando lees su vida, en los evangelios, te das cuenta de que hay una riqueza
que nadie puede darte, más que él, en la medida en que te abres sinceramente en
tu corazón.
―O sea, ¿tú lo has
encontrado a través de los evangelios?
―A través del testimonio y de los evangelios.
―El testimonio de este señor del que nos has hablado…
―Exacto. Este sacerdote realmente dejaba un destello de luz
con su vida. Fue el que me interpeló para dar un paso definitivo. A partir de
aquí, profundicé en la palabra de Dios.
―Y has profundizado en ella. Has escrito, has estudiado mucho…
―Sí. En Badalona comencé a preparar con mucho esmero mis homilías.
Como tenía que leer a fondo los evangelios fui penetrando en su sentido. Y me
di cuenta de que la imagen de Cristo es fascinante, maravillosa. Él es el que
te llena y te colma.
―¿Las hacías muy
largas, las homilías?
―¡No! Diez minutitos. Y la gente, contenta.
―¿Dónde tenemos que
buscar el Reino de Dios?
―Aquí, entre nosotros, en el mundo. Allí donde la gente es
capaz de abrirse a los demás y de hacer gestos solidarios. En los gestos
caritativos; cuando la gente deja de pensar en sí misma para darse cuenta de
que el otro también es manifestación de Cristo.
―Particularmente, yo
saboreo más la misa ahora, que voy poco, que antes, cuando asistía a todas las
fiestas de guardar, incluso entre semana. ¿Por qué ahora la saboreo más que
antes?
―Quizás porque la liturgia hay que adaptarla. Quizás porque
a veces los curas hacemos que las misas sean un palo. Quizás también porque a
veces no somos capaces de conectar con la gente que tenemos delante. O porque
también hay que atreverse a hacer un cambio cultural de la liturgia. Pero lo
más importante es que la gente se encuentre bien a través de la experiencia
directa de la conexión entre el presbítero y la comunidad, esto es fundamental.
―Cuando dices en tu
libro que hemos de ser trinitarios,
¿qué quieres decir?
―Pues que hemos de ser creativos y creadores. La
evangelización necesita la creatividad. No me refiero a crear algo de la nada,
sino a re-crearlo y a hacer asequible lo que pensamos de Dios. En tanto somos
trinitarios en este aspecto de la creación es cuando somos capaces de re-crear
incluso nuestro propio cosmos cristiano, nuestro corazón.
―Háblanos un poco de
este cosmos cristiano.
―Es esa vida interna, la riqueza de Dios en tu corazón. A
veces no se trata de hablar tanto, como de creer en lo que dices y, sobre todo,
comunicar con convicción aquello que dices. Esto es fundamental. No vamos a
entusiasmar a la gente si no estamos entusiasmados. No vamos a enamorar a la
gente si no estamos enamorados. No vamos a hacer que la gente se apunte al
proyecto cristiano si no somos capaces de generar ilusión y entusiasmo.
―Debo pensar que crees mucho en la oración…
―¡Fundamental! La oración es crucial para el cristiano. De
la misma manera que nos alimentamos del pan físico alimentarse de Dios pasa por la experiencia de intimar
con él, de estar a solas con él, de dejarte abrazar e imbuirte de él. Sin
oración estamos perdidos. En la oración es donde nos recolocamos y nos
resituamos en el crecimiento espiritual, como personas.
―Cuando era pequeño
las iglesias estaban llenas y ahora, muchas veces, veo que no se llega ni a la
mitad del aforo. ¿Es una crisis de fe o cartesianismo?
―Pienso que es una crisis de las tres virtudes teologales:
crisis de fe, de esperanza y de caridad. Pero, ciertamente, estamos en un mundo
en el que la gente quiere pasárselo bien. A la misa, si la gente no se
encuentra bien, no se siente implicada, no siente que forma parte de una
experiencia común, es difícil que venga. Porque la gente quiere disfrutar, y
quiere lo rápido y lo inmediato.
―Tu apostolado, en
definitiva, ¿lo diriges a todo el mundo?
―Sí. En la parroquia, a través de mi trabajo ministerial.
Pero también utilizo los blogs como una nueva forma de evangelizar, a través de
la Red. Cada domingo actualizo el blog (http://homilias.blogspot.com)
y explico los contenidos de la homilía.
―Me gustaría que
profundizaras un poco más en esto de ser trinitario, que me ha llamado mucho la
atención.
―Como decía, hemos de ser como Dios Padre, que es Creador,
pero también como el Hijo, que es el Verbo, la Palabra encarnada y la Palabra
en acción. Cada cristiano ha de ser palabra encarnada de Dios y transmitir su
experiencia de amistad con Dios. La palabra es importante y Cristo es la
Palabra, el Logos de Dios. Con esto
quiero decir que la palabra es muy potente, es poderosa. La palabra también es
creadora. En el Génesis, vemos cómo Dios crea a través de la palabra. Vemos
cómo Jesús cura a través de la palabra. Ahora se da mucha importancia a la
palabra: lo que tú pienses, lo que digas, lo que sientas, es importante. Si la
palabra realmente es transmitida con profundidad, con seriedad, a partir de una
experiencia vital, llega y penetra en lo más hondo del corazón. Por tanto, ser
buenos comunicadores de la palabra de Dios es fundamental, porque con la
palabra podemos cambiar a la gente.
―Háblanos un poco del
Espíritu Santo.
El Espíritu Santo es el amor de Dios, la explosión de ese
amor. Si decimos que hemos de ser comunicación, palabra, también hemos de ser
acción misionera. El Espíritu Santo está en medio de nosotros. Es el que nos
empuja y nos invita a no rendirnos nunca. La Iglesia necesita fuerza misionera,
pero sin el Espíritu Santo es muy difícil. Porque, siendo la palabra muy
importante, lo esencial es trabajar con entereza, con fuerza, para poder
transmitir a la gente la experiencia de Dios y hacer Iglesia.
―¿Qué piensas del
Papa Francisco? No deja de ser curioso que un jesuita piense como un
franciscano.
―Esa es la gran riqueza de él. Por un lado este carisma
jesuita que le sale por los poros cuando predica, cuando comunica, cuando hace
sus exhortaciones… Pero a la vez ese talante franciscano que ya vimos cuando
apareció como nuevo pontífice. Ya entonces vimos unos gestos muy simbólicos que
expresaban la sencillez franciscana: el gesto de ponerse a la cola y pagar su
alojamiento en la casa de Santa Marta, durante las reuniones previas al
cónclave; esos detalles, esas “flores franciscanas” de acercarse a la gente
sencilla, abrazarla, de llevar el cuatro-latas que conduce por el Vaticano… Son
signos de mucha normalidad, y él insiste en que es el obispo de Roma, no dice el Papa, y lo hace para igualarse al
resto de los obispos. Incluso te diría que él piensa que es un cristiano como
cualquier otro. No es el sucesor de un emperador romano, sino de un pescador, un
currante, que diríamos hoy. Esta imagen de proximidad hace mucho bien a la
gente.
―¿En qué centras tu
apostolado en la parroquia? ¿Prestas más atención a la gente joven, o a todo el
mundo por igual?
―Mi parroquia es muy plural. Hay gente joven, gente mayor,
adultos, familias. Mi acción es transversal, va dirigida a todos.
―Hemos tenido aquí a
Joaquín Iglesias, que a mi modesto entender nos habla de la interpretación del
evangelio, donde siempre descubre algo nuevo, una palabra, una luz, alguna
novedad. Estamos muy contentos de haber compartido este ratito contigo. Cuando
saques otro libro, estaremos encantados de tenerte de nuevo por aquí.
―Gracias por haberme invitado y darme esta oportunidad de
explicar mi experiencia.
Escucha la entrevista en Radio Estel:
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