domingo, abril 07, 2019

El discernimiento

Llegamos al último tema propuesto por el Plan Pastoral Diocesano, Sortim! Esta vez hablamos del discernimiento.


El discernimiento como herramienta evangelizadora


Todos vemos clara la necesidad urgente de evangelizar. Ante un vacío de referentes, las ideologías hacen estragos en muchas personas que se sienten inseguras, porque no tienen un marco de valores referenciales y están perdidas.

La sociedad necesita con urgencia respuestas a sus retos más acuciantes. Pero, antes de ofrecer alternativas desde nuestra opción cristiana, hemos de tener una actitud de escucha, diálogo y comprensión. El talante y la forma son tan importantes como el contenido evangelizador.

Para ello es necesario potenciar nuestra capacidad de discernimiento. Discernir es distinguir, clarificar, objetivar la realidad, dejando de lado cualquier tendencia ideológica o interés personal.

Sobre todo, nunca hay que imponer nada a nadie, aunque nos parezca lo mejor, sino ofrecer, mostrar, revelar que lo que decimos responde a todo aquello que nos motiva: el valor de la vida, la fe, el amor y la esperanza. Actuemos como Jesús. Cuando los primeros discípulos quisieron saber más, le preguntaron: ¿Dónde vives? Él respondió: Venid y lo veréis.

Es necesario conocer a la persona, sus preocupaciones, angustias y situación vital, mirándola no por encima, sino al mismo nivel que nosotros. Así podremos iniciar una pedagogía que la ayude a descubrir, no tanto el valor de nuestro discurso, sino lo que somos y las razones por las que Jesús es el centro de nuestra vida.

Para discernir es necesario buscar ratos de soledad y silencio. En el diálogo íntimo con Dios Padre encontraremos la lucidez. Con un buen discernimiento podremos actuar de manera clara. En la base de la evangelización está el testimonio de una vida coherente y una adhesión total a todo aquello que estamos anunciando. 

Dilucidar cómo, cuándo, dónde y con qué actitud es fundamental para acertar. Antes de pensar lo que vamos a decir o proponer, es importante preguntarse a uno mismo: ¿Mi vida tiene que ver con aquello que voy a comunicar? ¿Voy a ser lo bastante motivador para despertar en el otro una actitud de escucha y de interés? Es necesario mirar desde la distancia justa para que nuestro excesivo celo apostólico no nos haga imprudentes ni autosuficientes ante el otro.

Buscar el momento adecuado, el respeto, la delicadeza y la humildad son actitudes que hemos de vigilar mucho para no caer en una cierta prepotencia espiritual. Dios nos habla susurrando al oído. Evidentemente, eso no quita en absoluto la fuerza de nuestras convicciones. El cómo y el qué han de ir unidos de la mano para hacer fecunda nuestra labor evangelizadora.

Evangelizar no es conquistar, es proponer un estilo de vida, una forma de ser, un talante, un modelo donde Jesús es la fuente inspiradora de todo aquello que somos, decimos y hacemos. El discernimiento tiene que ver con armonizar estas tres dimensiones. Hemos de reflexionar lo que decimos para que sea coherente con lo que hacemos. Y, cuando actuemos, que lo que hagamos sea coherente con aquello que decimos. Y estos dos aspectos, hacer y decir, que tengan que ver con lo que somos, vitalmente: cristianos enamorados del proyecto que nos ofrece Jesús para alcanzar nuestra plenitud humana y espiritual.

Cuaresma es un tiempo en que se nos invita a renovar nuestra oración. Dejar que Dios nos hable, en el silencio, es la fuente de nuestro discernimiento. 

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