«Estuve desnudo y me vestisteis», Mateo 25, 36 |
Dios hace obras grandes en nosotros. María canta en su
Magníficat: Dios ha obrado en mí maravillas. Cada uno de nosotros puede decir
lo mismo.
Su primera gran obra es crear el universo y darnos la vida.
Con Dios, por el simple hecho de existir, estamos en deuda. Nos lo ha dado
todo. Por tanto, nuestra primera actitud debería ser de gratitud a Dios por habernos
creado. Como decía santa Clara: «Te alabo, Dios mío, porque me has creado».
La segunda gran obra es que nos ama entrañablemente. Tanto
nos ha amado, que ha entregado a su propio Hijo, Jesús, hasta morir en la cruz.
Dios nos da la vida, y además da su vida por nosotros.
Al amarnos y entregarse, nos redime y nos da la vida eterna.
Crea el universo. Crea al ser humano. Nos ama, se entrega y nos salva. Esta es
la gran obra de Dios en nosotros.
Ante esta inmensidad de amor, tenemos que responder con fe,
obras y actitudes.
Lo que Dios espera de nosotros
Como Padre que nos ama, espera que correspondamos a su amor.
Siendo hijos suyos, también espera que nosotros obremos a ejemplo suyo. ¿Cómo
hemos de obrar? Leemos en el evangelio de Juan, 6, 29: «Esta es la obra que
quiere Dios: que creáis en el que él ha enviado».
Creer, adherirse a Jesús, confiar en él, ya es una forma de actuar.
Porque la fe nos llevará a las obras.
Fe y obras son inseparables. No podemos demostrar nuestra fe
sin obras. En la carta de Santiago 2, 14-20 leemos un texto crucial:
Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene
obras? ¿Podrá la fe salvarle?
Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras.
Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y
tiemblan. ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe
sin obras es muerta?
La fe sola, según el evangelio, no puede salvarnos: nos
salvará con las obras.
Jesús es inequívoco en esta cuestión. Leemos en Mateo 7,
21-23:
No todo el que dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino
el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en
aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos
fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les
declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.
A continuación (Mateo 7, 24-29) Jesús explica la parábola
del hombre que construye sobre arena: el que sólo cree, pero no hace, su casa
se derrumba. El que construye sobre roca es el que tiene fe y pone en práctica
lo que cree. Su casa resiste las tempestades.
Y ¿de qué obras hablamos? Jesús nos da la respuesta en el evangelio,
con la parábola del juicio final. Serán las obras de misericordia, la atención
y el cuidado a las necesidades de los demás, lo que nos abra las puertas del
cielo (Mateo 25, 31-46).
Lo que podemos hacer en nuestra vida
En nuestro entorno, con la familia, en el trabajo y en la
sociedad, ¿qué podemos hacer?
Demostramos que creemos en Dios cuando somos capaces de amar
al prójimo y asumir las responsabilidades de ciertos compromisos que
adquirimos.
En el grupo, en la comunidad, que cada cual se pregunte:
¿estoy obrando correctamente en mi relación con los demás? ¿Cumplo el
compromiso que he adquirido? ¿Soy persona de confianza? ¿Doy testimonio de
coherencia?
Es importante distinguir entre obligación y compromiso. Cuando
nos ofrecemos a colaborar, no podemos hacer las cosas por obligación.
Pero sí debemos hacer las cosas por compromiso: cuando me
comprometo significa que, libre y voluntariamente, he decidido asumir una
responsabilidad. A veces no me apetecerá, pero el compromiso es una decisión
que he tomado y debe estar por encima de mis estados de ánimo cambiantes.
Si hacemos las cosas sólo por obligación estamos matando el
compromiso. Sin embargo, asumir el compromiso significa una serie de
obligaciones: no fallar, ser fiel en los horarios, hacer las cosas con alegría,
con espíritu de servicio, pensando en los demás…
Un rasgo muy importante que demuestra el compromiso asumido
es la prontitud: hacer las cosas pronto, con diligencia, y felices.
Otra señal de compromiso es ser generoso: con el tiempo y
con los recursos. Llegar antes, con tiempo, dar un poco más de lo que se te
pide, no regatear. Esto va a contribuir a que las cosas fluyan y crezcan.
Amor y compromiso
Un enamorado corre a hacer lo que le pide la enamorada. Es
espléndido, no se despista, está allí. Si no nos enamoramos de Dios, del
proyecto, de la misión, iremos a cámara lenta y arrastrándonos, nos moverá el
“ir tirando”. Cuando estamos enamorados, nos arde el corazón por hacer feliz al
amado.
Adelantarse, saber qué necesita el grupo y dar antes de que
te pidan es otra señal de compromiso y entrega. Ofrecerse sin escatimar tiempo
es otra señal de amor.
Meditemos despacio. Lo que nos ha de mover no es la obligación,
ni el miedo, ni el deseo de complacer o quedar bien ante los demás. Nos ha de
mover la gratitud, el amor y la libertad. Acerquémonos a Dios en la oración y
en la eucaristía: conozcamos su amor tan grande, sintámonos llenos de su
ternura. El agradecimiento y la libertad nos llevarán al compromiso, que es una
decisión libre de amar y entregarnos, como lo hizo Jesús. Él es nuestro gran
ejemplo y maestro.
2 comentarios:
Fe y obras: no tendrían por qué entrar en conflicto, pero históricamente siempre ha habido tendencias a priorizar la una o las otras. Hasta llegar a extremos tristemente dolorosos y rupturas que parecen insalvables. Pero Jesús en el evangelio nos lo deja clarísimo, y me ha gustado leerlo tal como lo expone Joaquín. Es bueno recordarlo. ¡Gracias!
Si. La coherencia de vida hace agradable el trato mutuo con quienes nos relacionamos. En ella procuramos reflejar nuestra fe, a menudo sin necesidad de palabras, reflejando el vive como piensa.
Publicar un comentario