domingo, marzo 20, 2022

El sacerdocio, una vocación apasionante

 
35 aniversario de ordenación sacerdotal

En este día, en que celebro mi 35º aniversario sacerdotal, quisiera comentaros algunos aspectos de mi vocación. ¿Cómo vivo mi sacerdocio? Para mí, el ministerio tiene tres ejes fundamentales.

Oración

Por un lado, el sacerdote ha de ser un hombre de oración. Jesús fue a orar. Un sacerdote tiene que dejarse transformar en esa montaña interior, dejando que la luz de Dios impregne toda su vida. Podríamos hablar de la mística del sacerdote. No crece si no está en conexión e íntima sintonía con Aquel que es la razón de su vida: Cristo. A veces los sacerdotes vamos muy atareados y estresados. Hay cuestiones que nos preocupan mucho y queremos darlo todo, pero no siempre lo podemos hacer, porque nos equivocamos o, simplemente, porque es complicado llevar a cabo todo lo que soñamos y deseamos. Pero, aunque haya situaciones de conflicto interno, lo importante es centrarse en Cristo para no caer en dos actitudes muy propias de esta situación. Por un lado, el cansancio, que se refleja en la falta de entusiasmo testimonial de aquello que vives y crees. Y, por otro lado, la auto referencialidad. Somos instrumento, hemos de evitar la idolatría espiritual. Muchos pueden caer en esto. Humildad: somos poquita cosa, pero lo tenemos todo con la fuerza de Cristo. No importan nuestras limitaciones, o las situaciones extremas que podamos vivir; si estamos anclados en Cristo nada puede hacernos naufragar en nuestra vida sacerdotal.

La oración es importante en el sacerdote. No siempre damos testimonio, a veces estamos demasiado ocupados intentando atender a todos y llegar a todo, cuando no siempre se puede. Lo importante es no desviarnos nunca del alimento básico para nuestro crecimiento espiritual.

Fidelidad

Otro aspecto es la fidelidad a la misión que Dios nos ha encomendado a través de nuestros obispos (en mi caso, el cardenal). Si es importante la fidelidad en el matrimonio, también lo es para mí, como sacerdote. No puedo romper algo tan fundamental en mi vida. Cuando tomé posesión como rector de la parroquia de San Pablo, en Badalona, el obispo Carrera me dijo que en el momento en que asumía mi cargo, se daba una declaración, un casamiento espiritual, como pastor, con mi comunidad cristiana.

Después de treinta años, no diré que no haya habido dificultades, pero en ningún momento he dudado de este don tan excelso, quizás inmerecido, que he recibido de Dios. Siempre he conservado una profunda gratitud. Qué mínimo que responder con firmeza, contundencia y fidelidad, manteniéndome al frente del proyecto que Dios me ha encomendado. Aunque esto suponga tener que ser muy creativo. Hay que ser realista: hay una erosión normal en la convivencia con los tuyos, con la comunidad. Todos somos diferentes y tenemos formas distintas de concebir la Iglesia, el mundo, la pastoral. A veces pueden producirse tensiones, es natural. No por ello el sacerdocio deja de ser apasionante.

Y me preocupa que estamos viendo un descenso muy fuerte de vocaciones sacerdotales. No sé si los curas somos culpables en parte. Pero también hay ideologías que influyen, quieras o no, en la sociedad. Hay un machaqueo mediático que va esparciendo valores antirreligiosos y todo esto acaba afectando a la gente, tan enganchada a la televisión y a las redes sociales. Los medios van configurando una forma de concebir la vida según las propuestas que se están imponiendo a través de series, canales, etc.

Rezad mucho por los sacerdotes. No os canséis. Rezad también por las vocaciones, porque el pueblo de Dios necesita personas generosas, entregadas, con capacidad de perdón, de misericordia. Creo que la Iglesia ha de ser más madre, más femenina. Más allá de los cargos que ocupan los varones, la Iglesia ha de atender otros aspectos fundamentales: la feminidad, la acogida, la ternura. Fijaos en la parábola del hijo pródigo, con qué dulzura el Padre abraza a su hijo perdido. No nos asustemos, no es un tema de género, sino algo tan básico, tan intrínseco como manifestar ternura y amor hacia quienes más lo necesitan.

Amor a la misión

Además de la fidelidad, estar ahí siempre, nunca cansarte, ser fiel, fortalecerte en el nivel espiritual, otro aspecto importante para mí es ser consciente de la misión que Dios te ha encomendado y amar esta misión.

El sacerdote corre el riesgo de convertirse en una especie de funcionario. Celebra misas, sacramentos, cumple con las obligaciones... No es suficiente. Se es sacerdote las 24 horas del día, hasta cuando duermes. Te pones en manos de Dios cuando te acuestas y cuando te levantas. Y de día te lanzas al mundo, en plena batalla. Decía un teólogo que la vida del cristiano se mueve entre el ágape y la guerra. Dios está en la eucaristía y en el combate diario.

Estos tres ejes fundamentales configuran mi sacerdocio: oración, fidelidad y amor a la vocación sacerdotal. Sin esto, el cura va a la deriva.

Doctorado en caridad

Porque no sólo se trata de ser locuaz predicando, o de ser un gran teólogo, que está bien. La fe no es una adhesión a ideas o a conceptos y doctrinas, reconociendo los grandes méritos de la escolástica y la patrística. Pensad una cosa: además de ser doctores en teología, los curas hemos de ser gente enamorada y audaz, gente entusiasta por la vocación. Si no trasciende lo mero doctrinal y no busca la excelencia espiritual, el cura se queda a medio camino. Yo no sólo convenceré con una buena catequesis. Lo que va a entusiasmar será mi grado de convicción y compromiso. Quizás hemos hecho mucha teología de laboratorio, que está bien, pero se necesita una experiencia vital, el amor al sacerdocio. Analógicamente, el futuro de los hijos depende de la estabilidad de los padres. Los hijos deben sentirse queridos por los papás, más allá de la instrucción y la ayuda en otros aspectos. El sentirse amados, abrazados, apoyados, valorados, es fundamental. Lo mismo sucede con el sacerdote y su comunidad. Yo quiero que, más allá de mis instrucciones, os sintáis queridos por vuestro párroco. Quiero que os sintáis queridos por vuestra comunidad, unos con otros. Si, además, aprendéis muchas cosas, estupendo. Pero, sobre todo, quiero que os sintáis queridos, amados, escuchados, atendidos, perdonados.

Y en esto soy el primero que tengo que dar ejemplo. Tengo que doctorarme en caridad, en amor. Como decía Benedicto XVI, hay que hacer teología de rodillas, adorando. Esta es la auténtica teología, la que parte de una comunión íntima con Dios. Si no es así será una mera transmisión de conceptos, insuficiente. Hemos de transmitir pasión, la pasión del sacerdote por ese inmenso don que Dios nos ha regalado.

Os pido que recéis por mí y por los sacerdotes. Llevo ya doce años con vosotros. No me he cansado y estoy feliz de seguir aquí, para serviros en el amor. Que así sea.

5 comentarios:

Juan Gutiérrez dijo...

Dios te bendiga padre Joaquín.
Que cumplas muchos años más en tu sacerdocio.

Pilar Alonso dijo...

Felicidades por su fidelidad y sus reflexiones acertadas y sinceras

Theresa dijo...

Que durante muchos años pueda seguir sirviendo a Dios y a la Iglesia con esta misma ilusión y perseverancia.
Muchas gracias!!!!

José Añez Sánchez dijo...

Como en muchos de tus escritos, este deja un margen importante de silencio para reflexionar sobre lo que escribes en ellos después de haberlo leído.

Estas reflexiones tuyas no son ajenas a esto que menciono arriba, sino que están llenas de sinceridad,amor, inteligencia y tantos buenos calificativos como podría añadir para desmenuzar sobre cada párrafo y darte la razón en cada uno de ellos.
Tan solo tomaré dos o tres para no alargar el comentario ni robarte el tiempo que necesitas en tu haber diario.

La oración también la necesitasmos los laicos, sin ella no sabría como comunicarme con Dios para agradecer tantos bienes como otorga sin pedir nada a cambio.

El sacerdocio y el matrimonio tienen muchos rasgos en común, por no decir casi todos,pues las cualidades y virtudes de ambos son imprescindibles para una mejor relación y buen entendimiento entre las partes.

En cuanto a la "culpabilidad" de la Iglesia (si hay que hablar de ella) por la disminución vocacional de sacerdotes, quizá, los menos culpables son los sacerdotes, salvando las diferencias, que, como seres humanos que son y, por lo tanto, con las imperfecciones que nos caracterizan a todos, es la dirección de esta "Gran Empresa de Dios" a quien corresponde darse cuenta y poner remedio, no solo con el rezo, imprescindible, desde luego, pues ya conoces el refrán "doctores tiene la Iglesia" y son ellos, los doctores a quienes les corresponde emprender semejante tarea.

El doctorado que pretendes hacer no lo necesitas pues por mi, lo tienes y con un "Cum laude" si me das permiso para aplicartelo.

Un abrazo, padre Joaquin.

Unknown dijo...

Felicitats i moltes gràcies mossèn Joaquim.