Celebramos esta hermosa fiesta
de los magos de oriente. Un día en el que reflexionamos: ¿quiénes eran estos
magos? ¿Qué significa la estrella? ¿Qué buscan? ¿Por qué se van por otro
camino?
Ponerse en camino
Lo importante es ponerse
en marcha. Cuando uno se queda quieto, cuando tiene miedo a caminar, es porque
tiene incertezas, porque le falta tenacidad o valor para salir de su espacio
confortable. Ponerse en camino es esencial en la vida.
Pero ¿hacia dónde
caminamos? ¿Qué buscamos? ¿Qué queremos encontrar? ¿Con qué nos encontramos?
Son cuestiones muy importantes. Más allá del evento, detrás de esta fiesta de
los regalos, hay unos profundos planteos teológicos, filosóficos y éticos. En
el fondo, se trata de preguntarnos qué hacemos con nuestra vida.
Los magos tienen muy
claro qué quieren. Quieren encontrarse con el niño que nació en Belén de Judá,
quieren ofrecerle regalos y adorarlo. Unos magos son personas muy formadas,
astrónomos, conocedores de los secretos del universo. Saben de estrellas,
surcan con su inteligencia el firmamento. Pero más allá de esa ciencia, de la
cosmología, hay otra ciencia, una ciencia misteriosa que revela un niño. Y esa
revelación es la de un Dios que se hace pequeño. Podríamos decir que es la
ciencia de lo diminuto, de lo humilde, pero también de lo trascendente; es la
ciencia del amor, de la generosidad, la ciencia de la entrega.
Ellos se pusieron en
camino. Los cristianos hemos de estar siempre en camino. Y si algún día tenemos
que permanecer sentados es para contemplar la belleza de ese amor encarnado en
el niño de Belén. Meditar, saborear, hacer nuestro ese misterio infinito; un
misterio tan infinito que unos magos extranjeros se ponen de rodillas,
maravillándose ante él, reconociendo que ahí está la clave de toda su búsqueda.
Una clave que va más allá de los códigos científicos. Es una clave donde se
revela el inmenso amor de Dios que todo lo sostiene y todo lo contiene.
Saber maravillarse es
aceptar el misterio de que hay cosas que no son comprensibles a nivel humano,
desde la razón y desde la filosofía. Hay cosas que hay que callar, hay que
silenciar, hay que adorar, aquietando el alma y dejando que hable el misterio
que se va revelando poco a poco. Los magos, con humildad, se arrodillan. La
ciencia se arrodilla ante lo pequeño, porque expresa algo extraordinario, algo
bello.
Contemplar el misterio
Pidámosle al buen Dios
que nos ayude a ponernos en camino. Que salgamos de ese hastío, de ese cansancio,
de ese pesimismo, de esa tristeza, de esa autocomplacencia, de ese abatimiento,
de esa derrota. ¡Basta! Los cristianos adoramos a este niñito que se ha
revelado como Hijo de Dios. En cada eucaristía se nos manifiesta como alimento
eterno. Contemplamos a Dios hecho no sólo niño, sino una cosita, un trozo de
pan. El misterio de la cueva de Belén, donde yace Jesús, es el mismo misterio
de la eucaristía, en la cueva del sagrario.
Jesús, el niño que gime,
se ha hecho pan y vive en el sagrario, que es el cielo aquí en la tierra, para
que podamos ya no sólo contemplarlo, sino tomarlo. Es decir, para que podamos
meterlo dentro de nosotros, para que degustemos ese sabor celestial. Y esto,
queridos feligreses, tiene que cambiar nuestra vida. No celebramos la Navidad
porque recordamos un mero hecho histórico. Celebramos un hecho meta-histórico,
un acontecimiento trascendental: Dios se hace presente para encarnarse en
nuestras vidas. Y nuestras vidas, una vez que esa presencia del amor infinito
de Dios entra en ellas, tienen que cambiar. Tiene que vapulearnos, como dice el
santo padre, Francisco: tenemos que estar en posición de salida, en la
intemperie, en las periferias de nuestro mundo.
Entonces es cuando
entenderemos que el mejor regalo que recibimos hoy es el mismo Cristo, hecho
sacramento. ¡Esto sí que es un regalazo! Porque las cosas materiales son
caducas, y nos podemos cansar de ellas. Pero de ese amor infinito que nos
envuelve nunca nos cansaremos, porque es el soporte y el sentido de toda
nuestra existencia.
Llenar el vacío
Nuestra sociedad, si nos
apartamos de las referencias cristianas, se irá secularizando cada vez más.
Cada vez más se irá perdiendo, se irá dejando, se irá partiendo en dos. Lo peor
que puede padecer el ser humano no es sólo carencia económica, sino el profundo
sentido de vacío. Cuánto dolor, cuántas depresiones, cuánta soledad, cuánto
vacío interior hay en nuestra vida. ¿Quién, sino este niño de Belén, puede
llenar este vacío? No serán tantas cosas, ni tantos juguetes, ni siguiera hacer
mucho… ¿Por qué esa bulimia, ese afán por acaparar constantemente? Empezando
por la comida, y continuando con los bienes materiales. Tenemos hinchado el ego
porque, en el fondo, no llenamos nuestro vacío.
Llenémoslo de Jesús.
Aprendamos a regalar tiempo, oración, gestos hermosos de caridad. Tengamos muy
presente que el mundo nos necesita. El mundo vive bajo una bandera de pesimismo
que está atacando la sociedad constantemente. Cuánta gente pierde su identidad
porque el pesimismo se resuelve con el consumismo, y acabamos completamente desorientados.
Pidamos al buen Jesús que seamos sagrarios suyos, heraldos suyos, como aquellos
magos. Seamos generosos, seamos amables; demos ternura, acogida, aprendamos a
dar un sentido pedagógico y teológico al regalo. Concibamos el regalo como un
don de Dios.
Dedicar tiempo a los demás y a Dios
Pensad que los niños
pequeños acaban aburriéndose de los juguetes, los niños no necesitan tantos
juguetes, sino la presencia de sus padres: ellos son el mejor regalo. Necesitamos
tiempo para los niños, tiempo para el hogar, para educarlos, para estar con
ellos.
Ojalá aprendamos a
regalar tiempo a los demás. Ojalá aprendamos también a dedicar más tiempo a
Dios. Demos un tiempo a la Iglesia. Nos sentiremos parte de una comunidad viva
cuando seamos capaces de reservar un tiempo de nuestra agenda para la vida
parroquial; que la agenda de la parroquia sea también parte de la nuestra.
Los feligreses no somos
islas, no somos personas aisladas que llenan los bancos durante la misa. Somos
comunidad, somos familia. Y ¿qué celebramos en Navidad? ¿Qué celebramos en la
fiesta de los magos? Es la fiesta de la universalidad, del encuentro, de la
alegría. A todo el mundo se le anuncia la buena nueva. Hoy celebramos juntos
este acontecimiento de un Dios que se revela a toda la humanidad.
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