De nuevo estamos aquí, contigo, en esta noche otoñal, mientras las hojas van cayendo y los árboles se desnudan lentamente, camino del invierno.
Hoy
queremos que tu luz nos ilumine hasta las raíces más profundas de nuestra alma,
para que tu fuerza y vigor rejuvenezcan todo aquello que nos impide florecer.
Estar
aquí, contigo, es una primavera. El corazón exulta, alegre, porque tú no
quieres que el follaje de nuestra alma envejezca y se marchite.
Que
esta noche tu aliento divino regenere por completo nuestra vida.
No
queremos ser como esas hojas que caen y se arrastran, sin rumbo, a merced de
los vientos que soplan, empujadas hacia ninguna parte. La solidez de tu amor es
más fuerte que un recio tronco.
Tú
no permites que nos desliguemos de tu corazón, para que no nos sintamos
perdidos y desorientados.
Tú
no quieres que vayamos a merced de los vaivenes interiores.
Tú
nos quieres agarrados a Ti, que no nos descolguemos de Ti, de tu amor. Alejados
de Ti perderíamos el rumbo.
Cuando
la savia que nos une deja de correr por nuestra alma, nos secamos por completo
y deambulamos por la vida sin norte hasta caer en el abismo.
Por
eso queremos venir de nuevo para fortalecer con más intensidad los lazos
contigo. En la vida siempre hay tempestades interiores, donde nos sentimos
náufragos, lejos del faro que nos ilumina. Por eso necesitamos que las olas se
calmen y volvamos a la paz perdida. Y sólo aquí, contigo, es cuando sentimos
una profunda serenidad, porque tú no sólo eres el Señor de los mares, sino el
Señor de nuestra vida, y quieres que tengamos vida en plenitud subidos a la
barca de tu Iglesia, para crear vínculos y hacer comunidad.
Hoy,
una pequeña parte de tu rebaño está aquí, ante ti, para dejarse enamorar de la
belleza de tu silencio y de tu suave música, que resuena en los latidos de
nuestro corazón. Queremos comprender el alcance de tu infinita misericordia.
Siendo
tan frágiles nos permites ser testigos de algo extraordinario. Estamos presentes
delante de un Dios que, en Ti, Jesús, estalla de amor hacia sus criaturas. Vemos
en la custodia el mayor regalo: tu presencia que nos fortalece, porque has
decidido quedarte para siempre con nosotros.
Es
como un nuevo amanecer en nuestras vidas. Por eso nos es necesario entrar en
intimidad contigo.
Que,
además de este espacio sacramentado, en nuestra vida cotidiana sepamos vivir tu
proximidad en los demás.
Que
en los diferentes ambientes seamos un reflejo transparente de tu rostro, Jesús,
con nuestras acciones.
Que
seamos otro faro luminoso que oriente hacia la orilla a tantas personas que
naufragan en el océano de su vida, y que nos convirtamos en rescatadores de
tantos que caminan sin rumbo.
3 comentarios:
Esta oración ayuda al diálogo con el Señor y podemos rezarla al acercsrnos sl Sagrario. Gracias
La savia que corre por nuestra alma nos une a Jesús como las ramas al tronco... ¡Qué hermoso! Gracias.
Precioso.
Publicar un comentario