domingo, diciembre 01, 2024

Fieles a tu encuentro

Escrito leído durante la Hora de Adoración en San Félix. 21 de noviembre 2024. Festividad de la Presentación de María.

Seguimos deseando estar contigo de nuevo, aliento vigoroso que nos das vida y nos ayudas a descubrir la belleza del silencio.

En la calma serena de estos momentos nuestra alma se regenera. ¡Qué poco entendemos que el ruido nos aleja de tu oasis! Tu silencio tiene más fuerza que un discurso, por bien elaborado que esté. Muchas palabras te cansan, tanto como a los demás, sobre todo cuando tenemos la osadía de creer que podemos convertir a alguien interfiriendo en tu acción con cada persona.

Tu amor divino es el único que puede convertir el alma para ti. A veces, con nuestra injerencia, no dejamos que tú hagas a tu manera, respetando los tiempos para que se dé el momento de gracia y de don. Nuestro apresuramiento y afán por adoctrinar, aunque sea con buena intención, puede alejar más que acercar.

La ausencia de palabras puede ser más penetrante que la misma voz. La palabra transformadora es la que surge del silencio más primigenio, aquel que envuelve a Dios. Yo creo en tu silencio, Señor, un silencio que sabe cómo seducirnos para encender la chispa del deseo. Ese fuego nos empujará a buscarte siguiendo el propósito de nuestra vida, que no es otro que encontrarte y amarte: para eso nos has concebido.

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En las relaciones humanas hay muchas tensiones porque hay demasiado ruido interior que impide tener paz y discernimiento. Sin este sosiego no podremos ver la realidad desde tu mirada. A veces nos empeñamos en imponer nuestra visión de la realidad y nos rebelamos cuando se da un choque con la realidad del otro. Esto ocurre porque no hay silencio en nosotros; no rezamos lo suficiente, no sabemos poner distancia con los demás para ver con lucidez y acertar en nuestras decisiones. Un excesivo apasionamiento sin enraizarnos en Dios nos convierte en apisonadoras que avasallan todo cuanto sale a su paso.

Cuando se miran las cosas desde Dios no necesitamos máquinas, ni discursos, ni palabras. Si queremos llegar al alma del otro necesitamos que la caridad brille en nuestros gestos y en nuestra manera de hacer. Con caridad y un testimonio sereno, podremos despertar y ayudar a salir del vacío sin sentido a mucha gente que vaga hacia ninguna parte.

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Hoy, Señor, te pedimos que nos ayudes a no ser un obstáculo para que otros te encuentren, como un día nosotros te encontramos a ti.

Que aprendamos a callar más y hablar menos. Que te escuchemos más, porque así aprenderemos que lo más importante no es lo que podamos decirte, sino lo que tú nos puedas decir, no con palabras, sino con tu silencio elocuente.

Necesitamos entender tu silencio haciendo ayuno de palabras. Una suave brisa de primavera es mucho más sugerente que un viento desatado. Flagelar con ideas impide que los otros se acerquen a ti, pero una invitación llena de coraje y fuerza ayuda a salir del letargo de la oscuridad a personas que están perdidas en la noche de su corazón.

Sólo así dejaremos que, poco a poco, dulcemente, vayas penetrando por nuestros poros hasta llegar al fondo de nuestra alma.

Hoy queremos disfrutar de este silencio reparador, bálsamo que sana las grietas del corazón y regenera por tu misericordia.

Los días que vivimos sólo tienen sentido a la luz de nuestra relación contigo. Te pedimos que, pese a los vaivenes de nuestra vida, sepamos seguirte, fieles, y que aprendamos a vivir entre la claridad y el abismo, entre el ruido y el silencio, entre la paz y la guerra, entre la calma y las preocupaciones. Que sepamos armonizar nuestras propias contradicciones para poder vivir en el oleaje amenazante del mar y descansar en tu playa interior.

Abandonarse en ti, Señor, es la garantía de que nunca te alejarás de nosotros y no permitirás que naufraguemos ni vayamos a merced de las olas que nos lanzan a la deriva, en medio de la oscuridad.

Queremos que seas nuestro faro. En esta noche estamos aquí, contigo, dejándonos llevar a la orilla por tu dulzura. Tú nos levantas y nos impulsas a seguir hacia adelante.

1 comentario:

Anónimo dijo...

En el silencio podemos disfrutar del gozo y la dulzura que viene de Dios,pero que difícil es encontrarlo porque la mente nos bombardea con tantas cosas, gracias Padre Joaquín por esta bella reflexión