Desde el principio, Jesús
era una realidad en el corazón de Dios. Tanto amó Dios a los hombres que, desde
la eternidad, abrigó un sueño. Dios necesitaba amar a alguien, su propio Hijo,
para así amar a la humanidad.
Esta palabra creadora,
viva, que transforma, Cristo, desde siempre estaba en el corazón de Dios. Y se
encarna en el mismo Jesús para hacer real el proyecto de Dios para la
humanidad.
Palabra creadora
Por ella se hizo todo.
Se hizo la creación, Hágase la
luz, leemos en el Génesis. Cuánta potencia creadora tiene la Palabra de
Dios. Transforma y crea un estado diferente, pero además, es comunicada,
transmitida con amor. Porque el mismo Jesús es el Amor del Padre.
Por tanto, insisto, qué
importante es la palabra. Una palabra muy pensada, reflexionada, que surja de
una profunda meditación, que salga del corazón sincero del hombre. Porque estas
palabras serán para la persona algo extraordinario.
En disciplinas como la
psicología o la pedagogía se da una interacción entre el profesional y el
paciente, o el alumno. La palabra ayuda. Pero también es verdad que el
profesional debe escuchar muy bien el corazón de la persona para acertar y
poder cambiar y transformar su vida.
Palabra transformadora
Esto es lo que quiere la
Iglesia: tenemos un instrumento poderosísimo, la Palabra de Dios. Pero, para
que esta palabra cale, tiene que ser vivida como una experiencia profunda de
Dios.
Primero, los cristianos
debemos preguntarnos: esa Palabra ¿la he digerido bien? ¿La he hecho vida de mi
vida? Si la palabra no va acompañada de algo auténtico y sincero, no podrá
cambiar las personas ni las cosas.
Hay mucha palabrería en
el mundo: los medios vierten palabras y palabras sin sentido alguno. Por eso
hay que rescatar la palabra, porque tiene mucha fuerza: tanto para destruir
como para construir. Por eso la palabra debe estar al servicio de la persona,
una palabra que ayude, que sea pedagógica, que interpele, que toque el corazón
humano.
Palabras vacías
Pero ¿qué ocurre? Lo
vemos en la prensa y en los medios, y lo vimos recientemente, en la fiesta de
fin de año y el programa de televisión de la cadena pública. ¡Cuánta palabra
vacía! La gente no es consciente, pero todo está muy orquestado para apagar el
sentido genuino de nuestra vida cristiana. Con ironías absurdas, lo que
consiguen es rebajar algo tan potente como los medios de comunicación que
utilizan la palabra. Porque esta frivolidad llega a todo el mundo. Cuando las
ideologías convierten la palabra en un veneno, la están aniquilando.
En el proceso evolutivo
del hombre, la articulación del lenguaje en palabras es un hito, un salto
importantísimo. Todo lo que sea manchar la palabra está manchando algo santo. Estamos
prostituyendo algo sagrado y que Dios ha querido que el hombre use para
comunicarse.
Pensemos muy en serio y
despacio lo que tenemos que decir cada día. Si lo pensamos, nos daremos cuenta
de que la mitad de las cosas que decimos no valen la pena o no son necesarias.
Estamos embarrando con una palabra sucia.
Los expertos en la
palabra, desde los poetas, filósofos, sacerdotes, literatos, profesores...
tienen una gigantesca responsabilidad. Santa Teresa lo decía: O hablar de Dios
o no hablar. O hablar de cosas transcendentes, importantes, o mejor no decir
nada.
Si tuviéramos un ratito
para pasar la moviola cada noche, revisando nuestro día: qué he dicho, qué he
hecho, nos daríamos cuenta de las muchas palabras innecesarias, no solo las que
hemos pronunciado, sino las que hemos oído sin necesidad. Esto es lo que nos
vacía y nos deja huecos por dentro. Quizás en el fondo es lo que quieren las
élites que gobiernan el mundo: una sociedad de títeres que se llenen de
tonterías.
Palabra que es luz
La palabra es la luz
verdadera que alumbra el mundo.
Si una palabra no ayuda, no ilumina, no orienta, es una palabra vana y vacía.
Pero, al contrario, si es una palabra llena, bien digerida espiritualmente,
puede crear una auténtica revolución.
Vemos incluso mucha
literatura vacía, es tremendo. ¿Cómo se puede manchar algo tan bello como la
poesía? ¿Cómo se pueden utilizar formas poéticas para decir algo vacío? Igual
sucede con el arte, hoy cualquier cosa es arte. ¿Cómo es posible, cuando tenemos
una magnífica herencia histórica de artistas geniales?
Ojalá creamos que la
Palabra de Dios nos transforma de verdad, sinceramente. Si la hacemos vida de
nuestra vida, seguro que marcaremos un nuevo paradigma cultural y religioso.
Para ello tenemos que
dejarnos interpelar.
Palabra que es verdad
La palabra es la
verdad. Cuando la palabra se
convierte en mentira, es su fin. Pero cuando la palabra es verdad, puede
transformar el mundo. Decir una mentira tras otra nos va aniquilando por
dentro. Y lo peor es que nos acostumbramos. La gente miente quizás por miedo,
para protegerse, para manipular, para ascender... Los políticos tienen una
herramienta potentísima en la palabra. Sin embargo, la mayoría de sus palabras
están dirigidas a mantenerse en el poder, agarrados al sillón. Cuando las
palabras no responden a la verdad, se producen tragedias, como la que hemos
vivido en Valencia en estos últimos meses.
Recordad: la palabra es
sagrada. Si es auténtica, cambia nuestras vidas.
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