domingo, enero 05, 2025

El valor de la palabra




En este segundo domingo de Navidad leemos de nuevo el prólogo de San Juan, recogiendo la importancia del Verbo encarnado, la Palabra de Dios. Juan dice que en el principio ya existía la Palabra, que estaba junto a Dios y que era Dios.

Desde el principio, Jesús era una realidad en el corazón de Dios. Tanto amó Dios a los hombres que, desde la eternidad, abrigó un sueño. Dios necesitaba amar a alguien, su propio Hijo, para así amar a la humanidad.

Esta palabra creadora, viva, que transforma, Cristo, desde siempre estaba en el corazón de Dios. Y se encarna en el mismo Jesús para hacer real el proyecto de Dios para la humanidad.

Palabra creadora

Por ella se hizo todo. Se hizo la creación, Hágase la luz, leemos en el Génesis. Cuánta potencia creadora tiene la Palabra de Dios. Transforma y crea un estado diferente, pero además, es comunicada, transmitida con amor. Porque el mismo Jesús es el Amor del Padre.

Por tanto, insisto, qué importante es la palabra. Una palabra muy pensada, reflexionada, que surja de una profunda meditación, que salga del corazón sincero del hombre. Porque estas palabras serán para la persona algo extraordinario.

En disciplinas como la psicología o la pedagogía se da una interacción entre el profesional y el paciente, o el alumno. La palabra ayuda. Pero también es verdad que el profesional debe escuchar muy bien el corazón de la persona para acertar y poder cambiar y transformar su vida.

Palabra transformadora

Esto es lo que quiere la Iglesia: tenemos un instrumento poderosísimo, la Palabra de Dios. Pero, para que esta palabra cale, tiene que ser vivida como una experiencia profunda de Dios.

Primero, los cristianos debemos preguntarnos: esa Palabra ¿la he digerido bien? ¿La he hecho vida de mi vida? Si la palabra no va acompañada de algo auténtico y sincero, no podrá cambiar las personas ni las cosas.

Hay mucha palabrería en el mundo: los medios vierten palabras y palabras sin sentido alguno. Por eso hay que rescatar la palabra, porque tiene mucha fuerza: tanto para destruir como para construir. Por eso la palabra debe estar al servicio de la persona, una palabra que ayude, que sea pedagógica, que interpele, que toque el corazón humano.

Palabras vacías

Pero ¿qué ocurre? Lo vemos en la prensa y en los medios, y lo vimos recientemente, en la fiesta de fin de año y el programa de televisión de la cadena pública. ¡Cuánta palabra vacía! La gente no es consciente, pero todo está muy orquestado para apagar el sentido genuino de nuestra vida cristiana. Con ironías absurdas, lo que consiguen es rebajar algo tan potente como los medios de comunicación que utilizan la palabra. Porque esta frivolidad llega a todo el mundo. Cuando las ideologías convierten la palabra en un veneno, la están aniquilando.

En el proceso evolutivo del hombre, la articulación del lenguaje en palabras es un hito, un salto importantísimo. Todo lo que sea manchar la palabra está manchando algo santo. Estamos prostituyendo algo sagrado y que Dios ha querido que el hombre use para comunicarse.

Pensemos muy en serio y despacio lo que tenemos que decir cada día. Si lo pensamos, nos daremos cuenta de que la mitad de las cosas que decimos no valen la pena o no son necesarias. Estamos embarrando con una palabra sucia.

Los expertos en la palabra, desde los poetas, filósofos, sacerdotes, literatos, profesores... tienen una gigantesca responsabilidad. Santa Teresa lo decía: O hablar de Dios o no hablar. O hablar de cosas transcendentes, importantes, o mejor no decir nada.

Si tuviéramos un ratito para pasar la moviola cada noche, revisando nuestro día: qué he dicho, qué he hecho, nos daríamos cuenta de las muchas palabras innecesarias, no solo las que hemos pronunciado, sino las que hemos oído sin necesidad. Esto es lo que nos vacía y nos deja huecos por dentro. Quizás en el fondo es lo que quieren las élites que gobiernan el mundo: una sociedad de títeres que se llenen de tonterías.

Palabra que es luz

La palabra es la luz verdadera que alumbra el mundo. Si una palabra no ayuda, no ilumina, no orienta, es una palabra vana y vacía. Pero, al contrario, si es una palabra llena, bien digerida espiritualmente, puede crear una auténtica revolución.

Vemos incluso mucha literatura vacía, es tremendo. ¿Cómo se puede manchar algo tan bello como la poesía? ¿Cómo se pueden utilizar formas poéticas para decir algo vacío? Igual sucede con el arte, hoy cualquier cosa es arte. ¿Cómo es posible, cuando tenemos una magnífica herencia histórica de artistas geniales?

Ojalá creamos que la Palabra de Dios nos transforma de verdad, sinceramente. Si la hacemos vida de nuestra vida, seguro que marcaremos un nuevo paradigma cultural y religioso.

Para ello tenemos que dejarnos interpelar.

Palabra que es verdad

La palabra es la verdad. Cuando la palabra se convierte en mentira, es su fin. Pero cuando la palabra es verdad, puede transformar el mundo. Decir una mentira tras otra nos va aniquilando por dentro. Y lo peor es que nos acostumbramos. La gente miente quizás por miedo, para protegerse, para manipular, para ascender... Los políticos tienen una herramienta potentísima en la palabra. Sin embargo, la mayoría de sus palabras están dirigidas a mantenerse en el poder, agarrados al sillón. Cuando las palabras no responden a la verdad, se producen tragedias, como la que hemos vivido en Valencia en estos últimos meses.

Recordad: la palabra es sagrada. Si es auténtica, cambia nuestras vidas.

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