Muchas parroquias editan semanalmente una hoja informativa
para sus feligreses. Algunos se pueden preguntar: ¿para qué una hoja
parroquial? Incluso hay quienes la dejan en el banco, como si no les interesara
su contenido… ¿Para qué tanto trabajo en editar esta hoja?
Las hojas parroquiales cumplen al menos tres misiones:
1. Comunicar. La
parroquia tiene una vida y es bueno que todos la conozcamos. Es la vida de
nuestra familia espiritual, lo que sucede nos importa a todos.
2. Crear vínculos: somos
una comunidad, no un número de individuos aislados. Comunicar fomenta las
relaciones, el apoyo, el compartir.
3. “Agendar”. Los
eventos de la parroquia deberían formar parte de nuestra agenda, como las
fiestas familiares y los compromisos que son importantes para nosotros.
Somos familia de Cristo. Estamos llamados a vivir la
fraternidad. El evangelio de este domingo (Marcos 10, 2-16) nos recuerda que ni
el hombre ni la mujer han sido creados para estar solos. ¡Cuánto daño hace la
soledad! Cada parroquia, como pequeña porción de la Iglesia, es un lugar de
encuentro, de acogida, de apoyo. Como toda familia, da sus frutos en forma de
actividades que benefician a los demás. Y estas actividades y eventos se
anuncian en la hoja.
La hoja también es una llamada a participar en ellas, cada
cual en la medida que pueda. ¿Por qué no ofrecer nuestros talentos para
enriquecer a la comunidad? Tenemos una familia grande, cuyo padre es el Padre
del cielo. ¡Nunca deberíamos sentirnos solos!
Quienes
dejan la hoja en el banco, es porque quizás todavía no se sienten miembros plenos
de la comunidad. Quizás no les interesa lo que ocurre en la parroquia… Les
basta venir a misa. Llegan, asisten y se marchan a toda prisa, sin saludar a
nadie. ¡Qué pena!
El Papa
nos recuerda que ser cristianos no puede limitarse a venir a misa y cumplir.
Todas las religiones antiguas tienen rituales, normas y preceptos. Para ser un
buen creyente, basta cumplirlos. Lo que distingue a los cristianos es que, más
allá del rito y los mandamientos, hay una comunidad viva que se ama y se apoya.
La misa no es como los sacrificios de los antiguos judíos o los romanos: es una
fiesta de familia, un banquete entre amigos que preside el mismo Cristo. Si
todos tomamos al mismo Dios, hecho pan, ¿cómo va a sernos indiferente el que
está sentado a nuestro lado? ¿Cómo no van a a importarnos las noticias que se
nos comunican?
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