Cuando se planea la construcción de una nueva parroquia, a
menudo se tiende a hacer hincapié en la originalidad arquitectónica, en la
rentabilidad económica del espacio o en su encaje con otros planes urbanísticos,
más que en la finalidad del edificio.
Pero no debería olvidarse que una parroquia es una
comunidad: el complejo parroquial y sus dependencias no son un edificio más, ni
una obra de arte, ni un lugar meramente funcional... Son una casa. El hogar de
una familia espiritual. Por eso en su diseño no puede primar ni lo puramente
pragmático, ni lo económico, ni siquiera el genio artístico del arquitecto. En
su diseño hay que tener en cuenta que es el lugar donde una comunidad vive,
convive, celebra y pasa un tiempo importante de su vida.
El espacio es vital. Las personas vivimos delimitadas por
tres factores cruciales: el espacio, el tiempo y el cuerpo. El espacio es el
medio: nos condiciona, nos influye, nos cambia y genera un cierto ambiente. El
espacio de una comunidad es crucial a la hora de diseñar cualquier plan
arquitectónico de una parroquia.
¿Qué necesita una parroquia? ¿Cuál sería el modelo idóneo?
La parroquia necesita un espacio de celebración ―el templo―,
un espacio de convivencia y otros espacios para diversas tareas pastorales:
cáritas, catequesis, formación, despacho, etc.
Un modelo ideal es la antigua casa o villa romana: unas
dependencias alrededor de un patio central donde hay agua, luz, plantas y a
veces un jardín. Es una arquitectura idónea para nuestra zona mediterránea,
donde el clima permite que podamos pasar buena parte de nuestro tiempo al aire
libre.
El monasterio medieval recoge este modelo y lo lleva a su
máxima expresión. Este sería el modelo ideal, también, para toda parroquia que
quiera acoger a una comunidad viva. Templo, claustro, dependencias y salas
alrededor. Hay dos elementos que nunca pueden fallar: el templo y el patio ―o
espacio grande polivalente―. El lugar de culto a Dios y el lugar de convivencia
con los hermanos.
El patio
En una parroquia nunca debería faltar el patio. Es ese
espacio de encuentro, fiesta, recreo y contacto con la naturaleza. El patio es
como el claustro monástico: allí se reúne el corazón de la comunidad. Un patio
permite jugar a los niños, descansar a los ancianos, dialogar en un entorno
sereno y hermoso, celebrar fiestas y eventos, proyectar las actividades de
interior hacia afuera.
Un patio es abierto y cerrado a la vez: es un espacio
recogido, pero se abre a la ciudad, al mundo, al cielo. Es un lugar limitado
pero a la vez lleno de infinitas posibilidades. El patio es como la misma
realidad humana: limitado en su corporeidad, su tiempo y su espacio, pero por
dentro posee un potencial infinito y creativo.
Un patio es el pulmón del complejo parroquial. Permite
respirar, ¡y la respiración es vida!
En la nueva evangelización debería contemplarse este aspecto
básico. Muchas veces es difícil o imposible, por la herencia arquitectónica del
pasado y la falta de espacios y recursos. Pero a la hora de planear nuevas
parroquias, ¡hagamos sitio para un patio! ¿Queremos renovar las comunidades y
revitalizar la Iglesia? Pongamos patios en las parroquias. Toda ciudad tiene
sus plazas y sus parques, sus lugares de encuentro. Una plaza bien proyectada
puede cambiar la fisonomía, el ambiente y la convivencia de un barrio entero.
Un patio puede dar un vuelco a la comunidad parroquial.
San Félix y la morera
Por eso la comunidad de San Félix valora su patio y esos
espacios que con tanto esfuerzo ha logrado habilitar. Fue la comunidad quien
recaudó el dinero para construir el templo actual, sobre los barracones de la
antigua perrera municipal. Fue la comunidad quien construyó las salas, las
capilla de la Virgen de Chestojova, la rectoría actual. Y es la comunidad la
que, ahora, disfruta de este espacio de convivencia y quiere preservarlo.
El patio de San Félix es un oasis dentro de la ciudad. Acoge
a feligreses y a foráneos, a beneficiarios del comedor social y a familias que
traen sus hijos a la catequesis. Es parque de juegos, sala de ágapes, lugar de
reposo, convivencia, diálogo, procesiones y celebración.
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