sábado, junio 11, 2016

Una arquitectura al servicio de la pastoral

Cuando se planea la construcción de una nueva parroquia, a menudo se tiende a hacer hincapié en la originalidad arquitectónica, en la rentabilidad económica del espacio o en su encaje con otros planes urbanísticos, más que en la finalidad del edificio.

Pero no debería olvidarse que una parroquia es una comunidad: el complejo parroquial y sus dependencias no son un edificio más, ni una obra de arte, ni un lugar meramente funcional... Son una casa. El hogar de una familia espiritual. Por eso en su diseño no puede primar ni lo puramente pragmático, ni lo económico, ni siquiera el genio artístico del arquitecto. En su diseño hay que tener en cuenta que es el lugar donde una comunidad vive, convive, celebra y pasa un tiempo importante de su vida.

El espacio es vital. Las personas vivimos delimitadas por tres factores cruciales: el espacio, el tiempo y el cuerpo. El espacio es el medio: nos condiciona, nos influye, nos cambia y genera un cierto ambiente. El espacio de una comunidad es crucial a la hora de diseñar cualquier plan arquitectónico de una parroquia.

¿Qué necesita una parroquia? ¿Cuál sería el modelo idóneo?

La parroquia necesita un espacio de celebración ―el templo―, un espacio de convivencia y otros espacios para diversas tareas pastorales: cáritas, catequesis, formación, despacho, etc.

Un modelo ideal es la antigua casa o villa romana: unas dependencias alrededor de un patio central donde hay agua, luz, plantas y a veces un jardín. Es una arquitectura idónea para nuestra zona mediterránea, donde el clima permite que podamos pasar buena parte de nuestro tiempo al aire libre.
El monasterio medieval recoge este modelo y lo lleva a su máxima expresión. Este sería el modelo ideal, también, para toda parroquia que quiera acoger a una comunidad viva. Templo, claustro, dependencias y salas alrededor. Hay dos elementos que nunca pueden fallar: el templo y el patio ―o espacio grande polivalente―. El lugar de culto a Dios y el lugar de convivencia con los hermanos.

El patio


En una parroquia nunca debería faltar el patio. Es ese espacio de encuentro, fiesta, recreo y contacto con la naturaleza. El patio es como el claustro monástico: allí se reúne el corazón de la comunidad. Un patio permite jugar a los niños, descansar a los ancianos, dialogar en un entorno sereno y hermoso, celebrar fiestas y eventos, proyectar las actividades de interior hacia afuera.

Un patio es abierto y cerrado a la vez: es un espacio recogido, pero se abre a la ciudad, al mundo, al cielo. Es un lugar limitado pero a la vez lleno de infinitas posibilidades. El patio es como la misma realidad humana: limitado en su corporeidad, su tiempo y su espacio, pero por dentro posee un potencial infinito y creativo.

Un patio es el pulmón del complejo parroquial. Permite respirar, ¡y la respiración es vida!

En la nueva evangelización debería contemplarse este aspecto básico. Muchas veces es difícil o imposible, por la herencia arquitectónica del pasado y la falta de espacios y recursos. Pero a la hora de planear nuevas parroquias, ¡hagamos sitio para un patio! ¿Queremos renovar las comunidades y revitalizar la Iglesia? Pongamos patios en las parroquias. Toda ciudad tiene sus plazas y sus parques, sus lugares de encuentro. Una plaza bien proyectada puede cambiar la fisonomía, el ambiente y la convivencia de un barrio entero. Un patio puede dar un vuelco a la comunidad parroquial.

San Félix y la morera


Por eso la comunidad de San Félix valora su patio y esos espacios que con tanto esfuerzo ha logrado habilitar. Fue la comunidad quien recaudó el dinero para construir el templo actual, sobre los barracones de la antigua perrera municipal. Fue la comunidad quien construyó las salas, las capilla de la Virgen de Chestojova, la rectoría actual. Y es la comunidad la que, ahora, disfruta de este espacio de convivencia y quiere preservarlo.

El patio de San Félix es un oasis dentro de la ciudad. Acoge a feligreses y a foráneos, a beneficiarios del comedor social y a familias que traen sus hijos a la catequesis. Es parque de juegos, sala de ágapes, lugar de reposo, convivencia, diálogo, procesiones y celebración.

Es un lugar donde se toca el cielo. Inundado de sol, respira paz. La fuente de San Félix ofrece agua buena, recordando el agua viva que Jesús nos brinda  a todos. La morera, de copa inmensa, ofrece sombra generosa y frescor. Las acacias embellecen y dan otra nota verde, además de alojar a multitud de pájaros que alegran el patio con sus trinos. El patio es un lugar de paz y de fiesta.

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