Jesús dijo que no se puede
servir a dos amos. Porque, inevitablemente, vamos a preferir al uno sobre el
otro. Lo dijo refiriéndose a que no podemos servir a Dios y al dinero.
Aunque no seamos muy ricos,
incluso aunque tengamos poco, el dinero tiene una gran prioridad en nuestra
vida. Y si no lo creemos, pensemos por unos minutos… ¿Qué nos cuesta más darle
a Dios? ¿Una hora? ¿Una misa? ¿Una oración? ¿Un ayuno? ¿O… un donativo para la
iglesia?
¿Qué nos duele más? ¿Que nos
quiten tiempo? ¿Que nos pidan ayuda en un trabajo? ¿O que nos pidan dinero?
¿De qué nos cuesta más
desprendernos? ¿Dónde se nos engancha el corazón? Jesús nos avisa: no puedes
servir a Dios y al dinero. Pero sí podemos utilizar el dinero para servir a
Dios, empleando una parte de lo que tenemos para la obra de Dios en esta
tierra, que es la Iglesia.
Si Jesús, hoy, te hablara en tu
rato de oración y te pidiera ayuda económica, ¿qué le responderías?
No ayudes porque lo pide el
párroco, ni porque otros lo hacen, por quedar bien o porque te sientes
obligado. Hazlo por amor a Jesús. Recuerda sus palabras: «un solo vaso
de agua que deis, por amor a mí, no quedará sin recompensa».
Cualquier donativo que des, si lo haces por amor a él, quedará anotado en el
cielo.
¿No crees que cuando se pide
ayuda desde la parroquia es el mismo Dios quien te la está pidiendo? A Dios le
gusta hablar por medio de voces humanas y, muchas veces, por medio de los
sacerdotes, de la Iglesia.
Hazlo por
amor. Hazlo por Jesús. Las personas pasamos, pero todo aquello que hacemos en
la tierra, por él, queda inscrito en la memoria del cielo.
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