Apreciados feligreses,
Este domingo entramos en la Semana Santa. Habrán pasado ya
tres semanas en las que, por medidas de seguridad, hemos tenido que cancelar
toda actividad pastoral y litúrgica. Muchos de vosotros me escribís
manifestando vuestra pena de no poder vivir y celebrar en nuestra comunidad. La
verdad es que yo también os echo a faltar. Un templo vacío y sin vida
celebrativa es desolador. Se nota la ausencia y vuestra participación tan
entregada y activa. En especial, en estos días, que son fundamentales para
nuestro crecimiento espiritual, sé que no va a ser fácil porque la parroquia es
esencial en vuestra vida cristiana.
Empezamos una Semana Santa sin poder estar juntos. Es la
primera vez que me ocurre algo así en mis 33 años de sacerdocio, y os digo de
todo corazón que sentiré mucho vuestra ausencia. Con paz, hemos de aceptar esta
situación y ofrecérsela a Dios, pidiéndole que nos dé serenidad para vivir la
Semana Santa con la misma fuerza que si estuviéramos juntos. La comunidad
parroquial de San Félix ha de seguir viva en cada uno de vosotros, en vuestros
hogares.
La oferta religiosa en los medios es muy amplia y deseo que
la sigáis con el máximo fervor, sin que la distancia reste profundidad a cada
celebración del Triduo Pascual. El vínculo espiritual que nos une en Cristo va
más allá de nuestros encuentros, porque la presencia de Dios está en cada uno
de nosotros. Somos comunidad estando lejos y cerca. Jesús está en el centro de
nuestra vida y de la comunidad.
A lo largo de toda la Semana Santa, os iré enviando
reflexiones para ayudaros a vivir con más intensidad estos días tan señalados.
Profundizaré en los últimos días de Jesús y en su mensaje antes de morir. Nos
ayudará a dar sentido y profundidad a nuestra vida cristiana. En estos días, ha
de resonar con más fuerza lo esencial del mensaje evangélico de Jesús. Su amor
y entrega hasta el límite nos muestra la radicalidad de un Dios amor que nos
empuja a vivir con plenitud.
Con esta fiesta de hoy, día de la Virgen de los Dolores, y
pórtico de la Semana Santa, le pedimos a María que nos dé la fuerza necesaria
para asumir el sufrimiento como consecuencia del amor a Jesús, y saberlo
ofrecer para ayuda espiritual de otros.
La muerte de un hijo o un ser querido nos pone al límite de
nuestra capacidad de soportar el dolor. María, Madre de Dios, vivió esta
experiencia dolorosa, abrazando con dulzura el cuerpo desgarrado de su hijo.
María nos enseña a contemplar el dolor, no de una manera angustiada y
desesperada, sino dándole un sentido para nuestro crecimiento espiritual. Sé
que esto se sale de toda lógica racional y emocional. María lo vivió con
abandono y total confianza.
Aprendamos a abrazar los límites de la realidad, aunque esto
nos cause vértigo. Aunque no lo parezca, Dios está muy presente, en el dolor,
en el vacío, en la oscuridad. Esto forma parte de nuestra vida y de la realidad
humana. María se doctora en sufrimiento, pero no en el sufrimiento absurdo o
sin sentido. María lo eleva y le da otro sentido, que tiene que ver con nuestra
madurez cristiana.
Pidamos especialmente estos días a María su intercesión,
para que muchas familias, que sufren a causa del coronavirus y están perdiendo
a sus seres queridos, encuentren consuelo, y para que nosotros podamos seguir
viviendo con absoluta confianza estos momentos tan cruciales. Santa María,
Madre de los Dolores, ruega por nosotros.
Un abrazo en Cristo a todos,
P. Joaquín Iglesias
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