En sintonía con la Iglesia universal, iniciamos hoy la
Semana Santa con la celebración del Domingo de Ramos. Empezamos con la
bendición de las palmas, tal como se contempla en la liturgia. Esta vez, sin encontrarnos
todos juntos, como sería lo habitual. Pero en la distancia lo celebraremos a
través de los medios y de las redes sociales y, aunque estéis alejados de
nuestro templo, os pido que la viváis con la máxima intensidad.
Estos días hemos de convertir nuestros hogares en pequeños
templos donde todos, en familia, celebremos este día en que Jesús, subido a un
borrico, entra en Jerusalén. Y entra acogido y aplaudido por el pueblo con
vítores y cánticos que aclaman al Señor como rey.
Al iniciar la bendición de los ramos, leemos en el pasaje
del evangelio de san Mateo que Jesús, acercándose a Jerusalén, junto al Monte
de los Olivos, pide a sus discípulos que vayan a buscar un pollino para su
entrada en la ciudad. Quiero detenerme en este hecho y esta petición a sus
discípulos.
En Jerusalén se había generado mucha expectación sobre
Jesús. ¿Sería el líder mesiánico tan esperado? Muchos aguardaban la liberación
de Israel de manos de los romanos. Pero Jesús, con este gesto humilde, revela
que su reinado no consiste en una disidencia ante el poder romano, sino todo lo
contrario. A lo largo de su trayectoria, estuvo totalmente alejado del poder y
su única misión fue anunciar la buena nueva del Reino, servir y curar a los
enfermos. Su realeza no es la de un monarca con poder, sino la de un sirviente
que ha venido a dar su vida, liberando de toda maldad a las gentes, y asumiendo
la entrega total de su vida en rescate de todos.
Esta entrada triunfal de Jesús con aclamaciones y vítores no
es otra cosa que el preludio de una muerte ya anunciada por él a sus
discípulos. Gloria y muerte se unen, como el dolor y la alegría. Jesús asume
desde su libertad las consecuencias de una vida coherente entregada al Padre.
Ese reconocimiento y agasajo que recibe en su entrada a Jerusalén, más tarde se
convertirá en petición de condena, en burlas y en insultos, como veremos en la
lectura de la Pasión de san Mateo.
El pueblo alfombra los caminos con ramas, el rey se merece
esta acogida. Reconocen su linaje, lo llaman hijo de David; muchos quedan
admirados. Hoy Jesús viene a la nueva Jerusalén, que es la Iglesia. Viene a
sacarnos de nuestra cárcel interior para dignificar nuestras vidas. No viene a
caballo, arrasando como un jinete guerrero, sino montado en un asno, un animal
que expresa humildad. No quiere violentarnos, sino más bien conquistarnos con
sencillez, haciéndonos despertar de ese sueño que nos paraliza. No viene a
conquistar un imperio, sino a nuestro corazón; un imperio que está sometido a
la dictadura de nuestros egoísmos. Él viene a nuestra Jerusalén para derribar
los muros blindados por el pecado y convertirnos en instrumento de su amor.
Hoy, también nuestros hogares se convierten en caminos alfombrados
espiritualmente para la acogida a nuestro único y verdadero rey, Jesús. Acojámosle,
alabémosle. Reconozcamos que es el bendito que viene a liberarnos de nuestros
miedos y angustias, de la esclavitud de nosotros mismos.
Dejemos que el Rey soberano entre hasta lo más profundo de
nuestra vida; allí, donde más nos duele, para que nos purifique y nos regenere.
Aunque él sabía que el precio era su propia muerte, no retrocedió un paso, porque
su deseo era que todos tuviéramos vida en plenitud.
…
He terminado este escrito cuando las campanas sonaban
llamándonos a acudir al templo.
Que vuestros corazones se agiten como las palmas alzadas
ante el Señor.
P. Joaquín Iglesias
Domingo de Ramos
5 de abril de 2020
1 comentario:
Gracias y buen día de la palma . Esperemos que pronto nos veamos.
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